Los orígenes de la civilización inca, la más compleja de la era precolombina, hay que buscarlos en el siglo XIII, cuando se estableció el reino de Cuzco. En su época de mayor expansión, en el siglo XV, el impero incaico abarcó Perú, Bolivia, Ecuador, el norte de Chile y Argentina y el sur del Colombia, agrupando sus territorios bajo el nombre de Tahuantinsuyo, que significa “Las Cuatro Partes” en quechua. Cuando llegaron los conquistadores españoles, encabezados por Francisco Pizarro, el imperio inca estaba en plena guerra civil por la sucesión al trono. Atahualpa fue hecho prisionero en la batalla de Cajamarca y ejecutado poco después, pero no fue hasta la ejecución de Túpac Amaru cuando se dio por terminada la conquista de Perú. La ciudad de Machu Picchu es uno de sus grandes legados, además de sus innovaciones en agricultura, el desarrollo de los quipus y sus aportaciones en tecnología militar y en astronomía.