Según recogía el Informe de la Reunión del Grupo de Trabajo sobre Enfermedades de los Animales Salvajes de la Organización Mundial de Sanidad Animal celebrada en 1999 en París, desde 1994 una enfermedad neurológica de causa desconocida pero descrita como mielinopatía vacuolar aviar había provocado la muerte de cerca de 70 águilas calvas -Halieatus leucocephalus- que hibernaban en el estado Arkansas. Desde entonces y hasta la actualidad, este ha sido el evento de mortalidad masiva de la especie más grande jamás documentado. Tal y como continúa el mismo informe, en noviembre de 1996 se pudo observar que en el lago DeGray, en el mismo Arkansas, otras especies como la focha cenicienta -Fulica americana- presentaba también algunos síntomas de la patología. Poco después empezaron a morir las águilas.

Focha cenicienta - Fulica americana
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Las fochas y águilas afectadas presentaban un edema intramielínico en la región encefálica y medular. En aquellos momentos se pensaba que las águilas contraían la enfermedad a través de la depredación de las mismas fochas enfermas, aunque tampoco se descartaba la idea de que ambas especies podían haber estado expuestas de manera independiente a la fuente de infección, entonces desconocida pese a las intensas investigaciones realizadas en el laboratorio y sobre el terreno.

Más, aunque los científicos ya sospechaban que tras la causa de la muerte de las aves podía hallarse una neurotoxina desconocida, bien de origen natural o artificial, el origen de la mielinopatía vacuolar aviar ha sido un enigma durante casi 3 décadas. Ahora no obstante un equipo de investigadores de la Universidad Martín Lutero -MLU- de las ciudades de Halle y Wittenberg , en Alemania, 25 años después, acaba de dar caza al asesino: una nueva neurotoxina cianobacteriana bautizada como etoctonotoxina.

Una planta, una bacteria, un contaminante y una toxina

En su estudio, el cual se publica esta semana en la revista Science bajo el título A cyanobacterial neurotoxin causes vacuolar myelinopathy, los investigadores arrojan luz sobre el nexo inesperado que dio lugar a esta toxina, producida por una especie de cianobacterias identificadas recientemente. Por lo general estas cianobacterias se encuentran en algunas especies de plantas acuáticas invasoras y generan la potente neurotoxina cuando se ven expuestas a compuestos como los bromuros introducidos en el medio ambiente por el ser humano.

La presente investigación ha revelado que esta insidiosa combinación no solo causa una neuropatía letal en los animales que consumen las plantas colonizadas por las cianobacterias, sino que su efecto es bioacumulativo, es decir, puede introducirse en la cadena trófica afectando a medio plazo a los depredadores de estos animales.

De hecho, como decíamos, la mielinopatía vacuolar aviar -AVN por sus siglas en inglés- se descubrió por primera vez durante un misterioso evento de mortalidad masiva de águilas calvas en Arkansas durante el invierno de 1994-95, y en las décadas transcurridas desde entonces, la enfermedad se ha observado en varias especies de aves e incluso algunos reptiles, anfibios y peces. Más tarde también ha sido detectada en diversos reservorios de agua dulce del sureste de los Estados Unidos.

Si bien investigaciones anteriores habían relacionado la AVN con la cianobacteria Aetokthonos hydrillicola, que coloniza las plantas acuáticas, en particular una especie altamente invasora conocida como hydrilla verticillata, el agente causante concreto de la enfermedad se había mantenido oculto y campando en libertad hasta ahora.

Hydrilla verticillata
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Dado que las cianobacterias a menudo se asocian con la producción de toxinas, Steffan Breinlinger, autor principal del estudio y sus colegas evaluaron más cerca el papel de A. hydrillicola en la mielinopatía vacuolar aviar. Gracias a esta mirada más exhaustiva el equipo descubrió que la colonización de las vías fluviales por esta planta invasora proporcionaba un buen sustrato para el crecimiento de la cianobacteria.

Sin embargo no fue hasta después de la exposición de la cianobacteria al bromuro ambiental, un compuesto en gran parte de origen antropogénico, que los científicos comprobaron como se produce la bautizada como aetoctonotoxina, destacando el papel protagonista del contaminante en la cadena de sucesos que ha desembocado en la muerte de cientos de aves durante más de 25 años. "La suplementación de un cultivo de laboratorio de A. hydrillicola con bromuro de potasio dio como resultado una biosíntesis pronunciada de la aetoctonotoxina", explica Breinlinger. "H. verticillata hiperacumula el bromuro del medio ambiente, lo que potencialmente suministra a la cianobacteria el precursor de la biosíntesis del letal compuesto".

“Se trata de una toxina producida por cianobacterias que colonizan una planta altamente invasiva, y que tiene la capacidad de afectar diversos filos de animales", añade Breinlinger, " por lo que no debe subestimarse su impacto potencial en nuestro medio ambiente”, continúa. “Además, sigue existiendo una gran necesidad de investigar como afecta la neurotoxina al resto de mamíferos así como que riesgos puede tener para la salud humana", sentencia. Han sido necesarios 25 años para identificar a este asesino silencioso. Ahora los científicos se encuentran ante la tarea de revelar en que otros modos podría actuar y a que otras especies podría afectar.