La pandemia de COVID-19 surgió en 2019 y se volvió una realidad incontestable en todo el mundo a inicios de 2020. A medida que las cuarentenas para frenar su avance se extendieron a lo largo y ancho del planeta, el mundo cerró las puertas y la actividad tal y como se conocía se paralizó. La normalidad se perdió y, de manera casi instintiva, los ojos se pusieron en la primavera y en cómo la naturaleza se abría paso.
Todo apuntaba a que 2020 iba a ser un año de recuperación para la salud del planeta y de reducción de emisiones a nivel global, en el que los bosques tendrían un respiro tras años de reducción de sus áreas. Los datos de la Universidad de Maryland publicados por el World Resources Institute muestran que no fue así: en 2020, la destrucción de bosque tropical en todo el mundo incrementó en un 12% en comparación con los datos de 2019.
La institución, un grupo de investigación con sede en Washington que estudia cada año la evolución de los recursos naturales, indica que en 2020 se perdieron a nivel global un total de 12.2 millones de hectáreas de cubierta arbórea, de las que 4.2 millones ocurrieron en bosques primarios húmedos, situados en los trópicos y que juegan un papel fundamental a la hora de reducir las emisiones de carbono en la atmósfera. Además, son unos territorios especialmente críticos para el mantenimiento de la biodiversidad en el planeta.
Las conclusiones del World Resources Institute apuntan a que esta pérdida en el bosque tropical añadió a la atmósfera un total de 2.500 millones de toneladas métricas de CO2 o, lo que es lo mismo, el equivalente al doble de las emisiones de todos los coches de Estados Unidos en un año. En 2019, en el país norteamericano había 276 millones de vehículos registrados, según datos de Statista.
Foto: World Resources Institute
¿Qué supone a nivel global?
La pérdida de cubierta arbórea no es un sinónimo de deforestación, sino que incluye una serie de factores: se refiere a la pérdida de árboles en plantaciones y bosques naturales, por lo que su recesión se puede explicar a partir de la acción humana y de fenómenos naturales como los incendios. Los datos no tienen en cuenta la cantidad de cobertura arbórea ganada, pero son igualmente reveladores sobre la situación actual al haberse incrementado en un 12% en un año en el que, teóricamente, la actividad del ser humano debería haberse reducido notablemente en todo el mundo.
Sin embargo, un dato que subraya el World Resources Institute con especial preocupación es la pérdida de cobertura arbórea en bosques primarios húmedos, unas áreas de crítica importancia para la biodiversidad, cuyas pérdidas este año se estiman en un total similar a la superficie de Países Bajos (4.2 millones de hectáreas).
Los actores más relevantes
Brasil y la República Democrática de Congo siguen liderando la lista de países con mayor pérdida de cobertura arbórea y se mantienen en los puestos que ya ocuparon en 2019; Indonesia y Bolivia intercambian sus posiciones, siendo el país latinoamericano el que asciende hasta la tercera posición en la lista; mientras Perú se mantiene como el quinto país a nivel global en esta lista. Sin embargo, países comoMalasia consiguen bajar escalones, descendiendo tres puestos en relación con el año anterior.
Foto: World Resources Institute
Como en años pasados, las principales razones que explican esta pérdida de cobertura arbórea en Latinoamérica y el Sudeste Asiático son los relacionados con la producción de bienes de consumo, mientras que la agricultura es la actividad que explica la pérdida del área forestal en la zona tropical del continente africano. Además, el impacto de los incendios y los diferentes fenómenos naturales también siguieron teniendo un gran impacto en 2020.
La labor de monitorización y prevención llevada a cabo por el gobierno de Indonesia tras los graves incendios de 2015 comenzó a dar sus frutos y el país confirma su tendencia a la baja por cuarto año consecutivo. Lo mismo ocurre con Malasia, siendo ambos países los dos brotes verdes más importantes dentro del continente asiático. La relajación de las medidas como consecuencia de la reactivación de la economía tras la crisis ocasionada por la pandemia podría poner en jaque estos cuatro años de decrecimiento sostenido, por lo que a pesar de que la proyección es positiva, todavía está por ver la tendencia una vez la actividad retome su ritmo previo a la pandemia.
Malasia e Indonesia confirman su tendencia a la baja por cuarto año consecutivo, liderando la tendencia a la baja en el continente asiático.
Brasil, por su parte, sigue encabezando la lista. En 2020, el país perdió 1.7 millones de hectáreas de bosque primario, triplicando a la República Democrática del Congo, segundo en la lista. La pérdida de bosque primario en Brasil se incrementó en un 25% durante el pasado 2020 en relación a 2019.
Regiones como la Amazonia y el Pantanal fueron las que se llevaron la peor parte como consecuencia de los incendios y la deforestación, dos factores relacionados entre sí: la tala de árboles en estas zonas especialmente húmedas fue seguida de los incendios, en ocasiones promovidos por los agricultores para preparar las tierras dedicadas a la agricultura. Al no disponer de estos cortafuegos naturales, los incendios tienden a descontrolarse con mayor facilidad, convirtiendo estas zonas en lugares especialmente vulnerables al avance del fuego.
De este modo, de no cambiar la dinámica, las zonas más húmedas de Brasil estarán a merced del cambio climático y de los años especialmente secos, que podrán dejar cicatrices permanentes en uno de los principales sumideros de carbono del mundo.