Nudibranquio significa, literalmente, ‘branquia desnuda’, una característica que los diferencia del resto de babosas marinas. Las branquias están totalmente expuestas, formando penachos sobre su dorso. Estos parientes de los caracoles se deshicieron de la concha hace millones de años, con lo que vagan por el lecho marino totalmente desprotegidos. Los nudibranquios prosperan en distintos hábitats, desde fondos marinos arenosos poco profundos hasta zonas más inhóspitas de hasta un kilómetro de profundidad. También habitan en distintas latitudes, desde las aguas templadas propias de las áras tropicales hasta las aguas frías del Ártico y la Antártida. Actualmente existen más de 3.000 especies documentadas de nudibranquios de una gran diversidad de colores y formas. No existen dos nudibranquios iguales, pero todos ellos comparten una característica: están muy bien equipados para defenderse. Además de su piel gruesa y abrasiva, cuentan con un arma infalible: veneno. Una de las particularidades de los nudibranquios es su capacidad para alimentarse de sustancias vetadas para muchas otras criaturas marinas. Por ejemplo, no le hacen ascos a los cnidarios (medusas, anémonas, pólipos…), de los que extraen sustancias tóxicas. Resulta que los nudibranquios, inmunes a la acción de dichas toxinas, ingieren las células urticantes de estos animales. No las metabolizan, sino que las depositan en unas protuberancias llamadas ‘ceratos’, unos apéndices que tienen en el dorso. Otros se alimentan de esponjas venenosas y secretan el veneno a través de células o glándulas cutáneas. Los nudibranquios son hermafroditas, y pueden aparearse con cualquier individuo. Según la especie, una pareja puede llevar a cabo de una vez puestas de hasta un millón de huevos. Aunque no lo parezca, el color no sirve para atraer la atención, pues los nudibranquios son ciegos. Sus ojos diminutos apenas distinguen la luz en la oscuridad. Como contrapartida, cuentan con unos apéndices sensoriales llamados rinóforos que actúan como sensores químicos con los que perciben sabores y olores, algo que les es especialmente útil a la hora de conseguir comida. Los nudibranquios desempeñan un papel importante en los campos de la investigación y la ciencia. Los científicos estudian su sistema nervioso para entender mejor los mecanismos del aprendizaje y la memoria, mientras que los biólogos moleculares estudian algunas especies para posibles usos médicos. Por ejemplo, algunas especies repelen a los depredadores con una toxina llamada latrunculina A, que han descubierto que es tóxica para las células cancerosas. Su esperanza de vida no es demasiado elevada. Algunas especies viven hasta un año, pero otras solo duran unas semanas. Los investigadores siguen descubriendo nuevos ejemplares cada año, pero los estudios de campo sugieren que muchas especies están en clara regresión debido a fenómenos como el calentamiento global, el aumento de la temperatura y la pérdida de hábitat y biodiversidad. Algunas especies son caníbales. Cuando un nudibranquio depreda un congénere, yergue la cabeza como una cobra y envuelve a sus víctimas con el cuerpo antes de rematarlas con los dientes y las mandíbulas. Normalmente, prefieren individuos de otra especie, aunque no les hacen ascos a los de su misma especie. Cuando los nudibranquios se encuentran en fase larvaria, flotan a la deriva, quedando a expensas de las corrientes oceánicas. En este momento cuentan con una concha minúscula que les sirve de caparazón, que perderán por completo al realizar la metamorfosis, tras lo cual se desprenden de la concha y se precipitan al fondo marino.