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Pueden medir entre cinco y ocho metros de longitud y superar la tonelada y media de peso, más o menos como un hipopótamo de tamaño medio. Aun así, las colosales mantas gigantes, también llamadas mantarrayas (Mobula birostris), son tremendamente gráciles y elegantes. Se desplazan de forma silenciosa flotando sutilmente a través del océano y, al avanzar, filtran el agua con ayuda de los dos grandes apéndices que tienen a ambos lados de la cabeza. Batiendo estos lóbulos cefálicos a modo de aletas consiguen ingerir una gran cantidad de agua cargada de plancton, su alimento principal. Gracias a las branquiespinas, estructuras cartilaginosas situadas en la parte ventral que actúan como cedazo, retienen esos pequeños organismos en suspensión antes de expulsar el agua de nuevo al exterior.

"Las mantarrayas son animales realmente mágicos, cautivadores, majestuosos", afirma la bióloga peruana Kerstin Forsberg, apasionada de esta especie y consagrada a su protección desde su ONG Planeta Océano. En 2016, poco después de conseguir que el Gobierno de Perú prohibiera la captura de estos impresionantes animales, recibía el Premio Rolex a la Iniciativa, los prestigiosos galardones que desde hace casi 50 años otorga la compañía relojera suiza para fomentar el espíritu emprendedor en todo el mundo, plasmado en iniciativas destinadas a proteger el planeta y a mejorar las condiciones de habitabilidad en ámbitos tan diversos como la salud, la tecnología, la exploración y la preservación del patrimonio cultural y medioambiental. El de Forsberg fue un claro reconocimiento a una labor que va mucho más allá de la conservación de este animal emparentado con las rayas y los tiburones, pues ella ha involucrado en su misión a toda la comunidad pesquera de la zona y también a docentes y estudiantes.

Cada mañana, los pescadores de la costa norte de Perú se embarcan en busca de un sustento cada vez más difícil de conseguir. Uno de los pilares del proyecto de Forsberg es brindarles fuentes de ingresos alternativas a través del ecoturismo.
Foto: ©Rolex /Franck Gazzola


La aventura de esta bióloga y emprendedora, a la que la revista Time destacó en 2018 como una de las líderes de la próxima generación tras recibir el Premio Whitley de conservación de manos de la princesa Ana de Inglaterra, empezó en 2007. "Tenía 22 años y, recién terminada la carrera de biología, me fui a Tumbes, el departamento situado en el extremo noroeste de Perú, colindante con Ecuador, a iniciar un estudio sobre la mortalidad de las tortugas marinas", recuerda.

Un lugar de esperanza biológica

En esta área ubicada a orillas del Mar Pacífico Tropical se dan unas circunstancias que merecieron que en 2016 la célebre oceanógrafa y Exploradora de National Geographic Sylvia Earle, al frente de la organización Mission Blue, la catalogara como Hope Spot, un punto de esperanza de máxima importancia biológica.

La fría corriente Peruana (o corriente de Humboldt), donde se produce uno de los afloramientos de aguas profundas mas grandes del planeta, se desplaza hacia el norte a lo largo de las costas occidentales de América del Sur y choca con las cálidas aguas de la corriente Ecuatorial del Norte. La confluencia de estos tres sistemas oceanográficos –las dos corrientes y el afloramiento, en el que ingentes cantidades de aguas ricas en nutrientes ascienden a la superficie desde las profundidades– genera en el norte de Perú uno de los ecosistemas marinos más productivos de la Tierra, afirman desde Mission Blue, entidad que busca alianzas para explorar y proteger los océanos.

Por entonces Forsberg combinaba su proyecto universitario sobre las tortugas en Tumbes con el trabajo en una consultoría ambiental. Fueron unos años muy intensos en los que le pasaron dos cosas decisivas. Por un lado, organizó con éxito una plataforma a la que se unieron numerosos estudiantes y pescadores para aportar datos sobre las tortugas, lo que le permitió descubrir lo hábil que era catalizando colaboraciones entre distintos sectores. "Pronto vi que yo era algo así como una conectora", dice. Por otro lado, empezó a sentir una especial fascinación por las mantas gigantes, tan grandes y vulnerables a la vez, a las que veía nadar majestuosamente en el mar y también morir en las redes de los pescadores sin que a nadie le importase demasiado.

Se estima que las mantas, que habitan en los mares templados de todo el mundo, han sufrido un descenso poblacional del 30 %, e incluso del 80 % en algunas zonas del planeta.

"La pesca excesiva ejerce una fortísima presión sobre las poblaciones de mantas, sobre todo porque su ritmo de reproducción es extremadamente lento: las hembras tienen una sola cría cada dos o incluso cada siete años –explica–. Por todo ello se estima que la especie, que habita en los mares templados de todo el mundo, ha sufrido un descenso poblacional del 30 %, incluso del 80 % en algunas zonas". Lamentablemente, apunta Forsberg, las mantas gigantes son especialmente codiciadas en el mercado asiático por sus branquias, a las que se atribuyen supuestos poderes medicinales, y están clasificadas como especie con un elevado riesgo de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Con todas esas experiencias en mente, cuando llegó el momento de decidir si continuaba en la consultoría o se dedicaba a tiempo completo a su pasión, ella lo tuvo claro. Sabía que era arriesgado, pero se lanzó. En 2009 fundó Planeta Océano y, sin duda, fue una de las mejores decisiones de su vida.

Kerstin Forsberg se dispone a sumergirse en aguas de Tumbes, en el noroeste de Perú.
Foto: ©Rolex/François Schaer

"Desde Planeta Océano buscamos empoderar a las personas para que participen en la conservación del mar a través de tres ejes: la investigación, la educación y el desarrollo sostenible", explica. Por ello, desde su organización trabajan con pescadores, escuelas, comunidades locales e instituciones gubernamentales para cambiar la percepción de las mantas gigantes, no solo desde el punto de vista de su importancia ecológica, sino también por su valor como atracción turística.

El primer pilar, la investigación, se nutre de proyectos de ciencia ciudadana, en los cuales las comunidades recolectan datos ambientales sobre las especies marinas que puedan resultar influyentes en la toma de decisiones. El segundo, la educación, se lleva a cabo en las escuelas, donde los miembros de Planeta Océano acuden a explicar a niños y jóvenes todo lo relativo a las mantarrayas y a su conservación. El tercer eje promulga un desarrollo sostenible que permita a los pescadores ganarse la vida de forma respetuosa con el medio ambiente. "Para ello impulsamos alternativas y soluciones que permitan poner en marcha iniciativas de ecoturismo. Actualmente, 15 pescadores artesanales salen con sus barcas a mostrar a los turistas la belleza de las mantarrayas. Con esas actividades ganan dinero y, además, ponen en valor a las especies marinas".

"Desde Planeta Océano buscamos empoderar a las personas para que participen en la conservación del mar a través de tres ejes: la investigación, la educación y el desarrollo sostenible", explica Forsberg.

Fue en colaboración con las comunidades de pescadores como Planeta Océano logró la prohibición de la pesca de esta especie en Perú. "En 2015 una enorme manta capturada por pescadores peruanos saltó a los titulares internacionales", recuerda Forsberg. La noticia generó un gran apoyo público a su cruzada, que pedía leyes de protección para estos animales. La bióloga aprovechó este impulso y logró que el Gobierno prohibiera su captura. Los pescadores de Tumbes están contentos con la decisión: ahora saben que las mantarrayas valen más vivas que muertas. Sin duda observarlas es todo un espectáculo, no solo por su gran tamaño y sofisticación. A veces también exhiben su potencia dando unos saltos tan enérgicos que se elevan hasta tres metros sobre la superficie para luego sumergirse a profundidades que superan los 1.000 metros. No es de extrañar que esta bióloga peruana, por cuyas venas corre sangre sueca, suiza e italiana, hable de ellas con tanta pasión.

Kerstin Forsberg en una de las muchas actividades de educación ambiental que organiza en escuelas locales para proteger a las mantarrayas
Foto: ©Rolex /François Schaer

Aunque está satisfecha por los logros conseguidos, Forsberg, de 35 años, sabe que el suyo es un proyecto a largo plazo. Queda mucho por hacer para reducir la interacción de la especie con la industria pesquera. Y sueña con implicar a más pescadores en el proyecto, crear un programa de seguimiento ecológico de las mantas que esté gestionado localmente y establecer más iniciativas comunitarias sostenibles como esta en otros lugares del mundo. "La conservación es un compromiso a largo plazo y requiere mucho tiempo, esfuerzo, recursos, compromiso y perseverancia –concluye–. Pero eso, precisamente, es lo que nos impulsa a avanzar".

Sus palabras me recuerdan un verso de la poetisa victoriana Elizabeth Barrett Browning: "¡Ilumina el mañana con el hoy!". Eso es precisamente lo que hace Kerstin Forsberg.

La bióloga peruana Kerstin Forsberg fue laureada con los Premios Rolex a la Iniciativa en la edición de 2016. Este artículo ha contado con el apoyo de Rolex, que colabora con National Geographic para arrojar luz, mediante la ciencia, la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra. Más información en www.rolex.org/es/rolex-awards.

Este artículo pertenece al número de Diciembre de 2020 de la revista National Geographic.