La violencia con la que el huracán Ian tocó tierra la pasada semana en la costa norteamericana fue inusitada. Su entrada en Florida invitaba a temerse lo peor y los peores presagios se cumplieron: acompañado de vientos de más de 240 kilómetros por hora, Ian impactó contra el sudoeste de Florida para poco después hacer lo mismo con la costa de Carolina del Norte llevándose por delante la vida de cerca de 90 personas y ocasionando uno de los desastres naturales más graves de la historia reciente del país norteamericano.
El presidente Joe Biden se dirigió a los medios el pasado viernes para recalcar que Ian había sido uno de los peores huracanes que había sufrido nunca el país y afirmó que la reconstrucción total de los daños causados por Ian será un proceso largo que durará años. Mientras tanto, miles de personas de la zona, en su gran mayoría residentes, siguen a la espera de poder regresar a sus casas y abandonar los albergues habilitados por las autoridades para empezar cuanto antes a sanar el daño ocasionado por el huracán, degradado a partir de su llegada a tierra como ciclón post-tropical.