Cuando Pablo Escobar fue abatido a tiros en 1993, los cuatro hipopótamos que el capo de la cocaína introdujo en su zoológico particular en Colombia prosperaron en uno de los estanques de la famosa Hacienda Nápoles. Desde entonces, su población ha aumentado hasta un número estimado de entre 80 y 100 ejemplares y se ha extendido por varios ríos del país. Tanto los científicos como el público por igual han contemplado a los hipopótamos de Escobar como una plaga invasora que, sin derecho natural, no debería pacer salvaje por el continente sudamericano.

No obstante, un nuevo estudio titulado Introduced herbivores restore Late Pleistocene ecological functions y publicado en PNAS por un grupo internacional de investigadores liderado por la Universidad de California, desafía esta opinión. A través de un análisis mundial que compara los rasgos ecológicos de los herbívoros introducidos en otros ecosistemas -como los hipopótamos de El Patrón- con los que habitaron en estos en el pasado, revelan que tales introducciones pueden ayudar a restaurar muchos de los rasgos ecológicos importantes perdidos hace miles de años.

La introducción de grandes herbívoros puede ayudar a restaurar muchos de los rasgos ecológicos importantes perdidos hace miles de años

Así, si bien el impacto humano ha provocado la extinción de varias especies de grandes mamíferos en los últimos 100.000 años, los humanos han introducido del mismo modo numerosas especies, volviendo a construir involuntariamente muchas partes de los ecosistemas del mundo. Cabe recordar que en América del Sur alguna vez deambularon llamas gigantes así como en América del Norte, el pecarí de cabeza plana- Platygonus compressus- se podía encontrar desde Nueva York a California.

Herbívoros. Extintos / Sustituto
Foto: Universidad de Kansas / Oscar Sanisidro

"Si bien descubrimos que algunos herbívoros introducidos son los sustitutos ecológicos perfectos de algunos los animales extintos, en otros casos la especie introducida representa una mezcla de rasgos de varias especies", explica el coautor del estudio John Rowan, del departamento de biología orgánica y evolutiva de la Universidad de Massachusetts Amherst. "Por ejemplo, los hipopótamos salvajes en América del Sur son similares en dieta y tamaño corporal a las llamas gigantes extintas, mientras que un extraño tipo de mamífero extinto del orden de los notoungulados, comparte con los hipopótamos su gran tamaño y el desarrollo de su vida en hábitats semiacuáticos. Los hipopótamos no reemplazan perfectamente a ninguna de estas dos especies extintas, sin embargo desempeñan con un éxito aceptable la función ecológica de ambas".

Naturaleza dinámica

Rowan formó parte de un equipo internacional de biólogos, ecologistas y conservacionistas del Museo de Historia Natural del Condado de Los Ángeles y las Universidades de Sydney, en Australia; Kansas y California Davis, en Estados Unidos, Sussex en el Reino Unido, Alcalá en España y la Universidad de Aarhus en Dinamarca.

Los autores señalan que lo que la mayoría de ellos considera: que el mundo "natural" moderno es muy diferente del que fue durante los últimos 45 millones de años. Un mundo en el que incluso recientemente gobernaron el mundo unos parientes de los wombats del tamaño de un rinoceronte llamados diprotodones; glyptodones, una especie de armadillos gigantes acorazados, e incluso titánicos perezosos como dos pisos de alto. Estos herbívoros gigantes comenzaron su ascenso evolutivo poco después de la desaparición de los dinosaurios, pero se extinguieron abruptamente hace unos 100.000 años, probablemente debido a la caza y otras presiones de nuestros antepasados ​​del Pleistoceno tardío.

Los investigadores encontraron que al introducir especies en todo el globo, los humanos restauraron los rasgos ecológicos perdidos en muchos ecosistemas; haciendo que el mundo fuera más similar al Pleistoceno anterior a la extinción y contrarrestando un legado de extinciones.

Al introducir especies en todo el mundo, los humanos restauraron los rasgos ecológicos perdidos en muchos ecosistemas

Erick Lundgren, del Centro de la Universidad Tecnológica de Sydney para la Conservación Compasiva -CfCC- y autor principal del estudio, comenta que la posibilidad de que los herbívoros introducidos puedan restaurar las funciones ecológicas perdidas había sido sugerida en el pasado pero nunca evaluada rigurosamente.

Con el objetivo de llevar a cabo esta evaluación, los autores compararon los rasgos ecológicos clave de varios herbívoros desde un periodo anterior a las extinciones del Pleistoceno tardío hasta la actualidad, como el tamaño del cuerpo, la dieta y el hábitat. "Esto nos permitió comparar especies que no necesariamente están estrechamente relacionadas entre sí, pero que son similares en términos de cómo afectan los ecosistemas", explica Lundgren. "Al hacer esto, podemos cuantificar en qué medida dichas especies introducidas propician que el mundo sea más similar -o diferente- al escenario presente anterior a la extinción. ¡Y sorprendentemente, hacen que el mundo sea más similar!", añade.

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Foto: Lundgren et al. 2020/ PNAS

Esto se debe principalmente -según los investigadores- a que el 64% de los herbívoros introducidos son más similares a las especies extintas que a las especies nativas locales actuales que ocuparon su lugar. Entre estos "sustitutos' introducidos de las especies extintas se incluyen especies evolutivamente cercanas como los mustangs -caballos salvajes- en América del Norte, donde los caballos pre-domésticos de la misma especie habitaron antes de extinguirse.

América, tierra de caballos

"Muchas personas están preocupadas por la presencia de los caballos salvajes y burros en el suroeste de los Estados Unidos por no ser especies autóctonas del continente", explica Rowan. "Sin embargo este punto de vista pasa por alto el hecho de que los caballos ya habían estado presentes en América del Norte durante más de 50 millones de años: los hitos más importantes de su evolución, incluido su origen, tienen lugar aquí. Solo desaparecieron hace unos miles a causa de la actividad humana, lo que significa que los ecosistemas de América del Norte en los que los caballos han sido reintroducidos ya habían evolucionado junto a los caballos durante millones de años ".

"Por lo general, pensamos en la naturaleza por como la definimos en el corto período de tiempo para el que hemos registrado la historia, pero este análisis siempre se ha producido mucho tiempo después y tras la penetrante influencia humana en entornos mucho más antiguos que ya presentaban equilibrios establecidos con anterioridad", añade Arian Wallach también del UTS CfCC. "Ampliar nuestra perspectiva para incluir el pasado más relevante evolutivamente nos permite hacer preguntas más matizadas sobre las especies introducidas y cómo afectan al mundo".

Al mirar más allá de los últimos cientos de años, a una época anterior a la extinción prehistórica generalizada causada por el hombre, los herbívoros introducidos hacen que el mundo sea más similar al pasado anterior a la extinción, trayendo consigo beneficios más amplios para la biodiversidad, concluyen los autores.