Fotografías de Michael Aw
El pez más grande que surca los mares mide unos 12 metros de largo, pesa hasta 22 toneladas y su boca es lo bastante ancha como para tragarse un coche. A pesar de su forma singular, los científicos saben poco de Rhincodon typus, el tiburón ballena. Estos colosos son tiburones de verdad: respiran a través de branquias y tienen sangre fría, como los peces. Lo de «ballena» alude a su tamaño y a su forma de comer. Es una de las tres especies conocidas de tiburón que filtran el alimento, como hacen las ballenas barbadas, nadando lentamente a través del agua rica en plancton con la boca abierta. El agua entra cargada de partículas comestibles de todos los tamaños, y sale limpia.
No es fácil estudiar a este pez gigante, difícil de localizar y de seguir. Gracias al marcaje de algunos ejemplares, los científicos saben que los tiburones ballena pueden desplazarse miles de kilómetros en viajes que se prolongan varios años. Pero a veces desaparecen durante semanas, sumergidos a 2.000 metros para permanecer un tiempo en las gélidas profundidades. Nadie los ha visto aparearse, ni se sabe dónde crían.
Suelen ser de hábitos solitarios, aunque en un rincón de Indonesia no lo parezca. Las fotos de estas páginas, tomadas a unas 13 millas de la provincia de Papúa, muestran a un grupo de tiburones que visitan a diario a los pescadores, nadan rozándose entre sí, suben a la superficie en busca de restos de pescado y acechan las redes cargadas, un raro caso en que estos dóciles gigantes se comportan como el resto de los tiburones.