Hace solo dos siglos el tigre del Amur rondaba por el inmenso territorio que se extiende desde Turquía y Ucrania hasta la costa este de Siberia. Lamentablemente fue cazado hasta la extinción en Anatolia, Irán, Kazajistán y el entorno del lago Baikal. Solo logró sobrevivir en la salvaje región del Primorie («Litoral»), al norte de Vladivostok.
En su libro Dersú Uzalá (1923), el explorador Vladímir Arséniev narra su amistad con un cazador nanái que le guió y le salvó varias veces la vida en la jungla boreal del Primorie. Akira Kurosawa obtendría el Óscar en 1975 por la película basada en esa historia.
Para Dersú y los pueblos de la taiga, Amba, el tigre, encarna a un espíritu del bosque implacable con quienes le ofenden. Pero en 1990, con la disolución de la URSS, la caza masiva de tigres del Amur para el voraz mercado chino situó la especie al borde de la extinción. En esa época transcurre el extraordinario y fidedigno relato de John Vaillant El tigre, ideal para comprender la inteligencia y vicisitudes del gran felino.
La población de tigres del Amur asciende hoy a 500 ejemplares gracias a la movilización internacional y del actual gobierno ruso. Desde Vladivostok parten los viajes en grupos reducidos hacia la cordillera Sijoté-Alín para intentar verlo en libertad. Y al sur de la frontera, la ciudad china de Harbin cuenta con un parque donde es posible alimentar a decenas de tigres del Amur desde vehículos protegidos.