
Aunque existen numerosos retratos de macacos japoneses bañándose en una fuente termal alpina, yo he querido mostrar a estos célebres «monos de las nieves» bajo otra luz, para captar los rasgos particulares y la personalidad de cada individuo. Al hacerlo, confío que la gente empiece a tener en cuenta el lugar que esta especie ocupa en la cultura y la conservación.
El macaco japonés vive más al norte que cualquier otro primate no humano. La primera vez que visité Jigokudani Yaen-koen (conocido como el Parque de los Monos de Jigokudani), en 2007, me asombró lo parecidos que son a nosotros. Es fácil empatizar con sus expresiones y comportamientos. De hecho, me recuerdan mucho a lo que veo cuando me miro en el espejo o cuando observo a mis hijas.
Desde aquella primera visita, he vuelto ocho veces y he pasado un total de dos meses y medio en este parque. Parece ser que los macacos empezaron a bañarse en una de sus fuentes termales, u onsens, en la década de 1960. Aquello provocó una situación poco higiénica para los bañistas humanos, por lo que se construyó una piscina separada para los animales.
Los macacos como reclamo turístico
Hoy en día un grupo de unos 160 macacos se baña en este lugar, que se ha convertido en un importante reclamo turístico y en un foco de negocios para la comunidad local. Llegan autocares llenos de turistas, procedentes de todo el mundo, que pagan una entrada para ver a los monos. Pero esto no es un parque zoológico, aunque lo parezca por la multitud de visitantes y porque los trabajadores del parque alimentan a los macacos: estos siguen siendo animales salvajes.
A medida que los he ido conociendo mejor a lo largo de los años, cada vez me inspiran un mayor sentimiento de protección. Al igual que cualquier fotógrafo de naturaleza, quiero retratarlos de forma adecuada y permitir que sus personalidades afloren. Pero también deseo que la gente tenga en cuenta su bienestar y los efectos que el turismo puede llegar a tener en ellos.