Los episodios meteorológicos extremos, a veces ligados al cambio climático, parecen omnipresentes en la actualidad. Y sin embargo no siempre es fácil percibir cómo afectan en la vida de las personas. En 2007 empecé a documentar ese impacto tomando fotografías de dos inundaciones que se produjeron con una separación de apenas unas semanas entre ambas, una en Reino Unido y la otra en la India. El contraste entre las consecuencias de una y otra catástrofe y la vulnerabilidad común que parecía unir a las víctimas me impresionaron.
Desde entonces he recorrido el mundo visitando zonas inundadas: Haití, Pakistán, Australia, Tailandia, Nigeria, Alemania, Filipinas y de nuevo Reino Unido. En los paisajes anegados, la vida se trastoca de improviso, y la normalidad queda en suspenso.
Retratos en mitad del desastre natural
El meollo de este proyecto son los retratos. Suelo seguir a mis retratados cuando regresan a sus casas vadeando las aguas, y trabajo con ellos para crear una imagen íntima en sus hogares anegados. Aunque su pose sea normal, su entorno está alterado. A menudo están enfadados por la situación o por la respuesta inadecuada de las autoridades. Muchos desean que el mundo entero sepa lo que les ha ocurrido.
Trabajo con cámaras Rolleiflex antiguas. Para mí, la textura de la película tiene una calidad particular, y el proceso de usar una cámara antigua añade un plus de formalidad y solemnidad a la situación. Para muchas culturas el diluvio es una metáfora antiquísima, una fuerza destructiva ante la cual el ser humano se ve impotente. Conforme la meteorología se radicaliza, lo bíblico se transforma en literal.