En el verano de 2008, un ejemplar de cocodrilo americano dejó atrás la bahía Biscayne, en Florida, remontó el canal flanqueado de yates de lujo que atraviesa el selecto distrito de Coral Gables y estableció su residencia en el campus de la Universidad de Miami, donde de vez en cuando interrumpía sus baños de sol a orillas del lago Osceola para devorar una tortuga. Ése no era el primer cocodrilo que aparecía en el campus, pero sí el más famoso. Le pusieron de nombre Donna, por Donna Shalala, la rectora de la universidad y ex miembro del gabinete de Clinton, aunque el animal resultó ser un macho. A veces Donna salía a tomar el sol en la hierba, a pocos metros del bar de la universidad, lo que ocasionó el traslado de algunas mesas de la terraza pero no causó ningún trastorno mayor.

El 1 de octubre de aquel año alguien mató a Donna, una acción que indignó a estudiantes y profesores, además de quebrantar las leyes estatales y federales. El cocodrilo americano está catalogado como especie en peligro por las leyes de Florida y como especie amenazada por la legislación federal. Un mes después del delito, la policía detuvo a un hombre y a un adolescente, que supuestamente querían el cráneo como trofeo.
Resulta muy tentador utilizar a Donna como metáfora de la difícil situación que atraviesan las 23 especies reconocidas de cocodrilos, o crocodilios, como se denomina al grupo de reptiles que engloba los cocodrilos propiamente dichos, aligátores, caimanes y gaviales. Tras sobrevivir a millones de años de cambios climáticos planetarios, movimientos de placas tectónicas y otras vicisitudes ecológicas, hoy tienen que superar otra amenaza para su supervivencia: nosotros.
En la década de 1970 la población de cocodrilos de Florida pudo haber caído por debajo de los 400 individuos. El rápido crecimiento demográfico del estado los había expulsado de la mayoría de las bahías de agua salada protegidas donde antes vivían. Muchos cayeron víctimas de los cazadores furtivos, que ansiaban su piel; otros fueron disecados para las salas de los museos o capturados vivos para los zoológicos.
Desde entonces, las medidas conservacionistas han hecho posible una recuperación de los cocodrilos de Florida, que hoy suman unos 2.000. «La gestión de los cocodrilos no es ningún misterio –dice Steve Klett, director del Refugio Nacional de Vida Salvaje de Crocodile Lake, en Florida–. Si protegemos su hábitat e impedimos la caza, se recuperarán. El mayor problema es lo restringido de su área de distribución. Cuando hayan ocupado todo el hábitat disponible, ¿adónde irán?»
En el caso de Donna, a un área urbana donde no debería haber ido, si hubiese dispuesto de una alternativa mejor.
A menudo se oye decir que los crocodilios actuales son supervivientes de la era de los dinosaurios. Es cierto, pero no es toda la verdad. Los crocodilios modernos existen desde hace unos 80 millones de años, pero son sólo una pequeña muestra de todos los que en algún momento habitaron el planeta, e incluso lo dominaron.
Los crurotarsios (término que usan los paleontólogos para referirse a todos los parientes de los crocodilios) aparecieron hace unos 240 millones de años, más o menos al mismo tiempo que los dinosaurios. Durante el triásico, los antepasados de los cocodrilos se diversificaron en una amplia variedad de criaturas terrestres, desde animales esbeltos con patas largas hasta depredadores temibles situados en lo alto de la cadena alimentaria. Algunos, como Effigia, eran bípedos al menos parte del tiempo y, probablemente, herbívoros. Era tal el dominio de los crurotarsios en el ámbito terrestre, que los dinosaurios tenían pocos nichos ecológicos disponibles, por lo que en su mayoría continuaron siendo pequeños, y pocos.
Al final del triásico, hace unos 200 millones de años, un cataclismo desconocido acabó con la mayoría de los crurotarsios. Con el terreno libre de competidores, los dinosaurios se hicieron los amos. Paralelamente, en los océanos habían evolucionado enormes depredadores acuáticos, como los plesiosaurios, lo que dejaba muy poco espacio a los intrusos. Los cocodrilos supervivientes adoptaron una nueva diversidad de formas, pero al final se establecieron, igual que sus descendientes en la actualidad, en los únicos lugares que pudieron: ríos, pantanos y marismas.
La escasez de nichos ecológicos (había pocos hábitats que no hubieran sido tomados por dinosaurios o plesiosaurios) tal vez limitó las oportunidades evolutivas de estos animales, pero quizá fue también su salvación. Muchas especies de cocodrilos sobrevivieron a la extinción masiva del límite K/T (entre el cretácico y el terciario) acaecida hace 65 millones de años, cuando un asteroide asestó un golpe mortal a los dinosaurios (a excepción de las aves, hoy consideradas como dinosaurios modernos) y a otras muchas criaturas, tanto en la tierra como en el mar. No se sabe por qué resistieron los cocodrilos, pero su hábitat de agua dulce podría ser una explicación: en general, las especies de agua dulce salieron mejor paradas que los animales marinos, que perdieron gran cantidad de hábitat de aguas someras al descender el nivel del mar. Su dieta variada y su capacidad de pasar mucho tiempo sin comer, propia de animales de sangre fría, también pudieron contribuir a su supervivencia.
Sin dinosaurios terrestres ni monstruos marinos, ¿por qué los cocodrilos no volvieron a dominar el planeta? Los mamíferos habían iniciado para entonces su marcha evolutiva hacia el dominio del mundo. Con el tiempo, las líneas más divergentes de crocodilios se extinguieron y sólo persistieron las formas de patas cortas y cuerpo rechoncho que hoy conocemos.
«El principal cambio reciente en las actividades de conservación de los crocodilios ha sido el descenso de la caza furtiva por la piel», dice John Thorbjarnarson, de la Wildlife Conservation Society, destacado experto en este grupo de animales. La caza ilegal ha sido sustituida por la cría y la matanza selectiva, lo que ha hecho posible la recuperación de algunas especies. «Mientras que hace 20 años había 15 o 20 especies en peligro de extinción –dice Thorbjarnarson–, ahora sólo son siete, y todas ellas a causa de la pérdida de la mayor parte de su hábitat.»
Especies como el aligátor chino y el cocodrilo filipino apenas tienen un hábitat natural disponible, al haber sido expulsados de sus antiguos territorios por la expansión agrícola y urbana. Incluso las especies que han respondido bien a las medidas de conservación tienen ante sí un problema como el de Donna, pero a gran escala: el contacto, y a menudo el conflicto, con humanos.
El gavial del Ganges, una especie que antes estaba extendida desde Pakistán hasta Myanmar, sufrió un grave declive a mediados del siglo XX. La recuperación registrada en las décadas de 1980 y 1990, gracias al descenso de la caza furtiva y al establecimiento de áreas protegidas, dio a los conservacionistas razones para creer que estaba fuera de peligro. Pero según los últimos estudios, su número ha vuelto a caer en picado, esta vez hasta el nivel de peligro crítico de extinción.
Algunos cocodrilos que viven en parajes remotos del planeta no corren un peligro inmediato, y otros, como el aligátor americano, han protagonizado una recuperación espectacular. Pero queda por ver cuántos sobrevivirán en un mundo donde los humedales que habitan son codiciados por mucha gente, desde agricultores de subsistencia hasta diseñadores de campos de golf, y donde algunas especies no son bienvenidas porque devoran mascotas e incluso personas.
Considerados como uno de los orígenes de los antiguos mitos de dragones, los cocodrilos y sus ancestros han conocido cambios planetarios casi inimaginables y siempre han encontrado el modo de adaptarse. Sin embargo, a medida que el ritmo de los cambios ambientales se acelera, sus mayores retos aún están por venir.