La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. Se trata de uno de los principales retos medioambientales de nuestro tiempo. Sin embargo, la mayoría de la población nunca ha oído hablar de esta cuestión o desconoce la dimensión del problema.

De hecho uno de los principales problemas es diferenciar entre desertificación y desertización. La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobrexplotación del territorio y al uso inadecuado de la tierra. A ello habría que sumarle que factores como la deforestación, la minería, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego que también afectan negativamente a la productividad del suelo. Por su parte la desertización, que una zona se convierta en desértica, es un proceso natural, sin la acción humana, como ha ocurrido en grandes desiertos como el del Sahara.

Día Mundial para de Lucha contra la Desertificación y la Sequía

Por ello cada 17 de junio la Organización de las Naciones Unidas celebra el Día Mundial para de Lucha contra la Desertificación y la Sequía con el fin de crear conciencia sobre las iniciativas internacionales que se llevan a cabo para combatir estos fenómenos. Una fecha que nos brinda una oportunidad única para recordar y reflexionar sobre el modo en que aún se puede poner coto a la degradación de la tierra mediante la búsqueda de soluciones; remedio que pasa no obstante por la necesidad de una firme participación de la comunidad y de cooperación a todos los niveles.

¿Cuáles son las causas de la desertificación?

La desertificación se produce principalmente por la desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo, debido a la tala de árboles y arbustos por su valor maderero, uso como combustible o para obtener tierras para cultivos. El sobrepastoreo, o excesiva carga ganadera, también impide la regeneración de las plantas al ritmo que son consumidas por los animales, que con sus pisadas destruyen la capa superior del suelo. Y no cabe menospreciar el papel de agricultura intensiva, que agota los nutrientes del suelo agotándolo y haciéndolo más vulnerable a los factores climáticos.

La desertificación se produce por la desaparición de la cubierta vegetal que mantiene la capa fértil del suelo,

En estas circunstancias, el viento y el agua se encargan del resto. Agravan la situación arrastrando la capa superficial de suelo fértil y dejando atrás tierras improductivas. La persistencia de esta combinación de factores acaba por convertir las tierras degradadas en desiertos.

La desertificación en datos

La desertificación es una compleja amenazada medioambiental que cada vez irrumpe con más fuerza en el ámbito socioeconómico, causando más muertes y desplazamientos humanos que cualquier otro desastre natural. No se trata de un fenómeno violento y repentino como los ciclones, huracanes o terremotos; el proceso de desertificación avanza lenta pero inexorablemente, y de hecho las cifras nos muestran que sus catastróficos resultados pueden alcanzar grandes órdenes de magnitud.

La desertificación es un problema mundial que conlleva repercusiones graves para la biodiversidad, la seguridad alimentaria, la erradicación de la pobreza, la estabilidad socioeconómica y el desarrollo sostenible. Así por ejemplo, se calcula que de cara a 2025, cerca de 1800 millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua. Además, dos tercios de la población mundial no dispondrán de suficientes recursos hídricos.

Los ecosistemas de las zonas secas son ya frágiles de por sí. Su degradación puede tener efectos devastadores para la población, la cabaña ganadera y el medio ambiente. Millones de personas se verán desplazadas en los próximos años como consecuencia de la desertificación. Se prevé que para el año 2045 alrededor de 135 millones de personas en todo el mundo pueden haber sido desplazadas de los lugares que habitan en la actualidad como consecuencia de la desertificación.

En 2025, cerca de 1800 millones de personas vivirán una escasez absoluta de agua

Este fenómeno no es nuevo. De hecho ha sido un elemento fundamental en la historia de la humanidad, contribuyendo a la caída de grandes imperios y desplazando a las poblaciones locales. Y sin embargo, se calcula que en la actualidad el ritmo de degradación de las tierras cultivables aumenta a una velocidad entre 30 y 35 veces superior a la histórica.

La importancia del suelo

Ante estos problemas, frenar la degradación de nuestros suelos -mediante la rehabilitación de tierras, la expansión de terrenos gestionados sosteniblemente y el incremento de iniciativas de reparación de terrenos- es una de las principales vías hacia una mayor capacidad de adaptación y un mejor equilibrio ecológico.

Las actividades del uso de suelos representan casi el 25% de las emisiones globales de CO2, y las iniciativas de restauración del suelo en ecosistemas ya degradados podría contribuir a la absorción y almacenaje de hasta 3.000 millones de toneladas de carbono cada año.