“¿Quién es un chico bueno?” “¿Quién quiere un premio?” Si tienes una mascota, es posible que pronuncies estas frases varias veces al día. Y también es posible que lo hagas con de un modo especial: con una entonación musical y un tono más agudo de lo normal. Intencionadamente o no, sabemos que nuestras mascotas reaccionan a este tipo de lenguaje, tal y como demuestran varias investigaciones realizadas con perros. Sin embargo, un estudio reciente ha demostrado que no todas las mascotas reaccionan de la misma manera y que precisamente los gatos y los perros son muy distintos. Mientras que los primeros solo lo hacen cuando es su cuidador quien les habla, los perros tienden a hacerlo con otras personas e incluso con completos desconocidos.

Lenguaje maternal con las mascotas

A esta forma peculiar de hablar se le llama lenguaje de bebé o lenguaje maternal. Se caracteriza principalmente por una entonación musical de las frases, un tono de voz más agudo de lo habitual y una pronunciación claramente marcada, sobre todo en las vocales. También intervienen factores no verbales, como la mirada directa y el contacto físico. Estos rasgos lo diferencian del lenguaje más monótono que usan los adultos entre sí y capta poderosamente la atención de los bebés y de las mascotas: el tono de voz la diferencia de los otros sonidos del ambiente, mientras que la mirada y el contacto le confirman que nos estamos dirigiendo a él o a ella.

Diferencias entre perros y gatos

Los estudios sobre el uso de lenguaje de bebé en mascotas se han realizado principalmente en perros y gatos por ser estos las mascotas más habituales, aunque es sabido que otros animales, como algunas especies de aves, saben reconocer cuándo les están hablando. Los resultados muestran dos diferencias notables.

La primera es que las reacciones en los perros son mucho más claras que en los gatos. Los primeros giran la cabeza hacia nosotros, nos miran directamente, se acercan y, si no iniciamos el contacto físico, toman la iniciativa. En cambio, los felinos son más sutiles y sus reacciones iniciales suelen ser mover las orejas en dirección del sonido y girar ligeramente la cabeza, como si quisieran asegurarse que realmente les estamos llamando; de hecho, a menudo hay que llamarlos más de una vez para que finalmente nos concedan su atención.

Al contrario que los perros, los gatos suelen reaccionar solamente si les habla su cuidador
Foto: iStock / Evrymmnt

La segunda diferencia es que los gatos solo reaccionan al lenguaje de bebé cuando este procede de su cuidador principal; en cambio, los perros muestran un cierto grado de respuesta hacia todas las personas con las que interactúan habitualmente e incluso con desconocidos. Según los investigadores, esto se debe a que los perros están mucho más acostumbrados a interactuar con desconocidos en su día a día, ya que al sacarlos a pasear es habitual que otras personas se dirijan a ellos, algo que con los gatos no suele pasar. Por ese motivo, los felinos asocian ese tipo de lenguaje directamente con su cuidador, mientras que los canes asimilan rápidamente que los humanos suelen hablarles de ese modo independientemente de si son o no parte de la familia.

Los gatos no hacen caso

Charlotte de Mouzon, etóloga e investigadora en la Universidad de París Nanterre, ha publicado un estudio en el que demuestra estas diferencias mediante un experimento realizado con algunos gatos y sus cuidadores. Para ello, transformó una sala de una residencia de estudiantes en una habitación para gatos, con camas, juguetes, sitios para esconderse y areneros. A continuación, realizó el experimento con 16 estudiantes y sus respectivos gatos.

Uno a uno, los estudiantes entraban en la sala con su gato y escuchaban cinco veces una frase simple, como “¿Quieres jugar?” o “¿Cómo estás?”. Las primeras tres veces, la frase se pronunciaba con un tono normal, como si el cuidador se estuviese dirigiendo a otro adulto; la cuarta se hacía con lenguaje de bebé y la quinta de nuevo con un tono normal. Después se repetía el experimento, pero esta vez era la propia investigadora quien pronunciaba las frases en vez de su cuidador.

Basándose en una serie de factores, como si los gatos movían las orejas o la cabeza en la dirección del sonido, o si interrumpían lo que estuviesen haciendo para prestar atención, de Mouzon calificaba las respuestas en una escala de 0 a 20 puntos.

Estudios previos han demostrado que las mascotas, especialmente los gatos, reaccionan mejor a las voces femeninas
Foto: iStock / Ulza

Los resultados fueron concluyentes. Cuando el experimento se realizaba con la voz del cuidador del gato, la respuesta inicial al lenguaje normal era de media de unos 13 puntos y caía hasta 4 en las siguientes dos ocasiones; en cambio, en la cuarta ocasión – cuando el cuidador usaba lenguaje de bebé – la atención del gato subía hasta 14; el último intento, de nuevo en lenguaje normal, caía de nuevo hasta una media de 6. Cuando el experimento se realizaba con la voz de la investigadora, la respuesta inicial era similar – una media de 15 puntos – y caía de nuevo a partir del segundo intento, pero al contrario que con sus cuidadores, no volvía a subir incluso si de Mouzon usaba lenguaje de bebé.

Los gatos prefieren la voz de las mujeres

Los resultados mostraban un patrón similar independientemente de si el cuidador era hombre o mujer o si su tono de voz natural era de por sí más agudo o más grave, aunque estudios anteriores apuntaban a que los gatos suelen prestar más atención a las voces más agudas y, en consecuencia, a las mujeres. El motivo es que una voz aguda tiene un tono más cercano a un maullido y los gatos, de forma natural, solo maúllan a sus crías: así, es más fácil que un gato asocie ese tono a la figura de un cuidador, puesto que les recuerda a su madre.

Sin embargo, en el experimento, incluso la voz de los cuidadores hombres generaba una respuesta mayor por parte de sus gatos que la de la investigadora, a pesar de que esta última les hablaba en un tono más agudo cuando usaba el lenguaje de bebé. Por lo tanto, de Mouzon concluye que los gatos reaccionan con este nivel de atención solo cuando es su cuidador quien les habla y, además, cuando lo hace en un tono que identifican como destinado expresamente a ellos.

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