Para el ictiólogo brasileño Luiz Rocha, miembro de la Academia de Ciencias de California, el medio marino es algo así como su segundo hogar. Su fascinación por los peces lo llevó a montar sus primeros acuarios en casa cuando apenas tenía cinco años. «Recuerdo que al salir de la escuela paraba en las tiendas de acuarios y me pasaba horas observando a los peces, para desesperación de mi madre», explica, riendo. En la escuela secundaria consiguió tener acuarios inmensos en los que metía los ejemplares que capturaba cuando buceaba en los arrecifes cercanos a la costa, en João Pessoa, su localidad natal, en el estado de Paraíba. Gran admirador de Jacques Cousteau, Rocha devoraba toda la información que tenía a su alcance sobre peces. Sin embargo, confiesa que no fue un alumno demasiado brillante: todo lo que no fueran peces le interesaba más bien poco. Pero lo cierto es que tras estudiar biología en la Universidad Federal de Paraíbo, se doctoró en ciencias acuáticas y pesqueras en la Universidad de Florida, y cursó sendos posgrados en el Instituto de Investigaciones Tropicales de la Smithsonian Institution y en la Universidad de Hawai.
En 2013 puso en marcha un plan de conservación destinado a detener la expansión de una especie invasora extremadamente dañina, el pez león (Pterois miles), que él y sus colaboradores habían detectado en Belice, donde estaba poniendo en jaque a un lábrido muy importante en la cadena trófica, Halichoeres socialis. En su hábitat natural del Pacífico Sur y el Índico, el pez león forma parte de un ecosistema en equilibrio, pero fuera de él su comportamiento depredador causa estragos entre la fauna autóctona. Hoy ya se ha asentado en el sudeste de Estados Unidos, el mar Caribe, la costa de Brasil y también en el Mediterráneo. Su voraz apetito –tiene un estómago que puede expandirse hasta 30 veces su tamaño– y su asombrosa capacidad para reproducirse –puede desovar cada dos o tres días durante todo el año– han convertido al pez león en una de las especies invasoras más destructoras del mundo. Y en esas nuevas aguas de las que se está apoderando carece de enemigos naturales. El único animal capaz de delimitar el imperio de esta vistosa criatura –de su cuerpo sobresalen numerosas y afiladas espinas repletas de veneno– es el ser humano, y por este motivo Rocha trabaja para controlar su proliferación. «El problema se originó probablemente tras la suelta accidental de individuos, causada por los efectos del huracán Andrew, desde un acuario en Florida a mediados de la década de 1990. Aunque durante los primeros cinco o seis años los ejemplares liberados y sus descendientes permanecieron restringidos a Florida y Carolina del Sur, cuando alcanzaron las Bahamas la especie se expandió descontroladamente por todo el Caribe», explica.
Foto: ©Justin Grubb
Luiz Rocha ha pasado miles de horas buceando en aguas profundas, lo que requiere una gran especialización. Descender a una profundidad de entre 100 y 150 metros requiere 10 o 15 minutos, pero el ascenso dura hasta cinco horas. Es el tiempo necesario para hacer la descompresión, esencial para que el nitrógeno que está mezclado con el oxígeno en las botellas de aire comprimido no forme burbujas, que en el organismo pueden ser mortales.
En paralelo, Rocha inició un proyecto para conocer los fondos marinos de las islas Maldivas, donde, a unos 150 metros de profundidad, en la zona mesopelágica (como se denomina a la franja situada entre los 100 y 200 metros de profundidad), existen maravillosos corales y especies asociadas aún por explorar. «En este reino crepuscular prospera una vida desconocida. Estos inmensos bosques actúan como viveros y fuente de alimento para una multitud de peces ignotos y otras criaturas marinas de las que apenas sabemos nada», afirma Rocha. La búsqueda de vida en estos arrecifes profundos del océano Índico le ha valido un Premio Rolex a la Iniciativa, los galardones que, de forma bienal, entrega la firma relojera suiza para fomentar los valores que ella misma preconiza: calidad, ingenio, determinación y, ante todo, el espíritu emprendedor que la compañía viene mostrando desde sus inicios. No en vano desde 1976 estos reconocimientos ayudan a personas excepcionales de todo el mundo a afrontar grandes retos con proyectos originales e innovadores destinados a mejorar el conocimiento y el bienestar humanos.
Rocha obtuvo el suyo en 2021 por su propósito de desvelar y salvaguardar la biodiversidad que albergan los arrecifes de coral de profundidad y, en este sentido, afirma: «El proyecto encarna realmente ese espíritu de exploración, descubrimiento y conservación tan esencial para Rolex». El investigador confía en que su Premio a la Iniciativa le aportará mucho más que financiación: atraerá publicidad internacional que le proporcionará el estatus necesario para que otras organizaciones y medios se interesen por él, lo que ayudará a consolidar la causa de la protección de los arrecifes de aguas profundas. Además, está convencido de que su heterogéneo equipo se convertirá en un modelo para otros y demostrará «que cualquiera puede convertirse en explorador del océano».
Foto: ©Rolex/Franck Gazzola
Rocha instruye a su equipo antes de iniciar un descenso de profundidad. Dispondrán de pocos minutos ahí abajo, por lo que la eficiencia será clave.
Foto: ©Rolex/Franck Gazzola
El ictiólogo Luiz Rocha observa un arrecife de coral en este reino crepuscular tan desconocido, ubicado en aguas de las islas Maldivas.
«Aunque la mayoría de la gente conoce la belleza y los peligros de los arrecifes de coral, que pueden apreciarse más o menos cerca de la superficie, casi todo lo que sabemos de ellos proviene del tercio superior de su rango de profundidad», explica el ictiólogo. Es decir: solo conocemos «la punta del iceberg» de los arrecifes. Y eso es así porque descender a cotas tan profundas es complejo, peligroso y muy caro: cada inmersión, en la que Rocha y su equipo pueden trabajar como máximo 10 minutos, cuesta unos 10.000 dólares. «Alcanzar ese reino crepuscular requiere un amplio entrenamiento técnico de buceo y equipos de submarinismo muy específicos, capaces de eliminar el dióxido de carbono de las exhalaciones del buceador antes de recircular el aire de nuevo en el sistema –explica Rocha–.
Para sumergirse hasta esos 150 metros de profundidad se necesitan entre 10 y 15 minutos, y una vez llegamos al fondo solo podemos permanecer allí entre cinco y 10 minutos, durante los cuales trabajamos, con la adrenalina a tope, capturando peces y tomando fotografías mientras controlamos que el reciclador funcione a la perfección: un pequeño fallo y estaríamos perdidos. Luego viene el ascenso a la superficie, que, según la profundidad a la que nos encontremos, puede prolongarse hasta cinco horas». Pero vale la pena, añade, «porque cuando llegas allí descubres un universo inédito, conformado por un conjunto de animales único y desconocido para la ciencia».
Foto: ©Rolex/Franck Gazzola
Rocha ilumina un coral con un frontal que le permite tener libres las manos para recoger muestras.
Sin duda su labor es urgente, porque los arrecifes coralinos someros están muriendo a causa del estrés del cambio climático a nivel mundial, también en Maldivas, un país cuya renta nacional depende del turismo coralino y de la pesca. Por ello el Gobierno está interesado en aprender cómo salvaguardar este valioso recurso nacional y descubrir si los arrecifes profundos pueden servir como refugio para los corales someros y la vida marina que sustentan. «Como no sabemos nada sobre ellos, la mayoría de esos arrecifes profundos no cuentan con ningún tipo de protección porque, incluso en lugares como las Maldivas, el Gobierno ni siquiera sabe que están ahí», advierte Rocha.
A estas alturas, ha pasado ya más de 6.000 horas sumergido bajo el agua tras realizar más de 70 misiones científicas en todo el mundo estudiando los arrecifes profundos. En esas inmersiones ha podido constatar, lamentablemente, el deterioro que sufren los ecosistemas marinos a causa de actividades humanas como la pesca de arrastre, que arrasa los fondos, la sobreexplotación de los recursos pesqueros, el gran acúmulo de residuos plásticos o la acidificación de las aguas. Rocha piensa que solo desvelando los secretos del ecosistema de estos desconocidos hábitats marinos se podrán poner en marcha acciones para protegerlos.
«La emoción del descubrimiento es difícil de superar, no hay nada comparable a observar una nueva especie de pez por primera vez. Realmente me siento como alguien que explora un mundo completamente nuevo, nunca visto antes por seres humanos», asegura. Aunque la taxonomía, esa ciencia de clasificar y otorgar nombre a las especies, no está muy valorada entre los científicos, Rocha considera que es la piedra angular de la biología: «Lo primero que hay que hacer para proteger una especie recién descubierta es darle un nombre. Sin eso, no podemos avanzar».

Por el momento ha completado el primer paso del proyecto que le ha hecho ganar su Premio Rolex a la Iniciativa: una expedición submarina al atolón maldivo de Rasdhoo, en el que descubrió ocho nuevas especies de peces, más que en ninguna expedición previa. No es la primera vez que Luiz Rocha participa en el descubrimiento de especies nuevas para la ciencia. En total, el ictiólogo brasileño ha descrito ya una treintena de especies marinas, y hay otra decena más en proceso de ser descritas, siete de las cuales descubrió con su equipo durante la primera expedición de Rolex a las Maldivas en enero de 2022. Entre las ya bautizadas oficialmente figura un precioso lábrido de color púrpura al que han puesto el nombre científico de Cirrhilabrus wakanda en honor a los ropajes que exhiben los habitantes de Wakanda, el país ficticio situado en África creado por Marvel Comics. Su nombre común es pez hada vibranio, nombre que, siguiendo el hilo del mundo del cómic, es un guiño al material de propiedades sobrehumanas que luce el traje del superhéroe de Wakanda, Pantera Negra. «Pensamos que poniéndole un nombre así se haría popular en los medios. Y así fue», apunta el científico.
Rocha cree que la única forma de garantizar la supervivencia a largo plazo de los arrecifes es involucrando al Gobierno de Maldivas y a sus habitantes en el proyecto. Por ello trabaja en colaboración con el Ministerio de Pesca del país, el Instituto de Investigación Marina de Maldivas y las comunidades locales. «La próxima expedición será en diciembre y exploraremos los extremos norte y sur de la cadena de islas de las Maldivas. ¡Esperamos descubrir y describir más especies nuevas!», dice. El objetivo científico principal es describir y comprender mejor estos arrecifes tan profundos. Luego estudiarán la ecología de las comunidades que habitan el ecosistema en distintos puntos y profundidades y determinarán los orígenes evolutivos de las especies, secuenciando su material genético.
«Pero lo esencial es que, tras la investigación y la ciencia, se lleven a cabo las acciones de conservación necesarias, porque si no, tanto esfuerzo no vale la pena –recalca–. Eso se puede lograr creando áreas marinas protegidas y aumentando la superficie de las ya existentes. Pero también mejorando las políticas pesqueras y la gestión de los residuos. Todos los esfuerzos valdrán la pena para proteger este paraíso ignoto».
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El ictiólogo brasileño Luiz Rocha fue Laureado con los Premios Rolex a la Iniciativa en la edición de 2021. Este artículo ha contado con el apoyo de Rolex, que colabora con National Geographic para arrojar luz, mediante la ciencia, la exploración y la divulgación, sobre los retos que afrontan los sistemas más cruciales que sustentan la vida en la Tierra. Más información en www.rolex.org/es/rolex-awards.
Este artículo pertenece al número de Noviembre de 2022 de la revista National Geographic.