Desde que se detectaran los primeros casos de coronavirus en el mundo y se tomaran las primeras medidas de confinamiento hasta hoy, la calidad del aire ha mejorado sustancialmente en las ciudades afectadas por la pandemia. El parón brusco de las actividades humanas, industria y tráfico rodado ha traído un importante descenso del dióxido de nitrógeno (NO2) en grandes ciudades como Madrid, Barcelona, París, Roma e incluso en los grandes núcleos urbanos de China.
Sin embargo, esto no ha ocurrido con otros gases como el dióxido de carbono (CO2) o el metano (NH4) que lejos de disminuir sus valores en estos momentos han mostrado concentraciones máximas en el pasado mes de abril.
El dióxido de carbono o el metano han mostrado concentraciones máximas en el mes de abril
Ambos son gases de efecto invernadero y, de hecho, el dióxido de carbono es el principal responsable del calentamiento global debido a su abundancia en la atmósfera. Sin embargo, el metano es incluso más potente que el CO2 ya que es aproximadamente 30 veces más eficiente absorbiendo calor. O lo que viene a ser lo mismo, tiene más capacidad de generar efecto invernadero.
A pesar de que en China se redujeron en un 25% las emisiones de dióxido de carbono, las mediciones globales no se han visto afectadas por esta reducción local. Así lo reflejan los datos del observatorio de Manua Loa, en Hawái, en mitad del océano Pacífico. La curva de medición de este gas —conocida como la curva de Keeling— ha mostrado valores este mes de abril superiores a los del año pasado, algo que también sucedió en marzo, cuando muchos países empezaron a decretar medidas especiales de confinamiento.
El secreto está en la física de los gases
La explicación de que un gas como el dióxido de nitrógeno haya experimentado un descenso notable y otro como el dióxido de carbono no haya experimentado cambios en su porcentaje atmosférico radica en el tiempo de residencia de cada gas en la atmósfera. El NO2 es un gas procedente principalmente del tráfico rodado y tiene un bajo período de residencia en la atmósfera por lo que, al cesar la fuente de emisión, las concentraciones del gas descendieron rápidamente.
La explicación de estas diferencias radica en el tiempo de residenca de cada gas en la atmósfera
En cambio, el dióxido de carbono tiene períodos de residencia que pueden variar de décadas a siglos, por lo que para poder observar variaciones en sus concentraciones se necesitaría una reducción de las emisiones durante un tiempo prolongado y constante. Es decir, que la proporción de CO2 atmosférico continúe siendo alta no es más que el resultado de décadas de emisiones contaminantes por parte de los humanos.
Algo similar ocurre con el metano —cuyo período de residencia en la atmósfera se encuentra en poco más de una década— y que acaba de alcanzar un nuevo máximo histórico recientemente. Para realizar estos cálculos los científicos del Laboratorio de Investigación del Sistema Terrestre de la NOAA registran una serie de datos desde 1983 a través de una red de muestreo global. Según el último dato disponible, correspondiente a enero de 2020, sus valores han sido superiores a los alcanzados durante el 2019.
La temperatura media de la Tierra
Estos gases siempre han estado presentes en la atmósfera terrestre y sin ellos la vida tal y como la conocemos hoy en día no sería posible, pues permiten que la temperatura de la Tierra se encuentre en un valor óptimo de 15ºC en vez de los -18ºC que le correspondería si estos compuestos no existieran. Sin embargo, debido a la industrialización y acción humana, se han ido incrementando desde la época preindustrial aumentando su concentración, absorbiendo más calor y elevando la temperatura media del planeta hasta convertir a este lustro 2015-2019 en el más cálido desde que se tienen registros.
Debido a la acción humana la presencia de estos gases se ha incrementado desde la época preindustrial
Durante este confinamiento se han vivido cambios en la calidad del aire, en el medioambiente, la flora y la fauna, pero para frenar el calentamiento global hacen falta más acciones, tal y como coincide la práctica totalidad de la comunidad científica. Sin esas medidas el mundo dejará de existir tal y como lo conocemos hoy en día.
Mar Gómez, ElTiempo.es