Cerebros grandes, manos diestras

¿Fue tener las manos libres lo que favoreció el desarrollo de nuestros grandes cerebros, o fue el hecho de tener un gran cerebro lo que permitió el desarrollo de nuestras habilidades manuales?

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Pan paniscus
Foto: Sandra Heldstab / Zoologisch-Botanischer Garten Wilhelma

Los grandes simios como estos bonobos tienen cerebros grandes como los humanos y, por lo tanto, pueden aprender una destrezas muy refinadas.

Héctor Rodríguez
Héctor Rodríguez

Editor y periodista especializado en ciencia y naturaleza

 

 

Dicen que el hombre piensa porque tiene manos, y en última instancia, porque tiene pies. Esto que parece una gran simplificación hace referencia a los inicios de la bipedestación. Y si bien es cierto que más que a los pies la frase debería hacer alusión a la pelvis -ya que se cree que fue una modificación en esta la que resultó clave para que en cierto momento alguno de nuestros antepasados se irguiera sobre sus cuartos traseros de modo que supusiera una ventaja evolutiva sobre el desplazamiento a 4 patas- cabe aceptar que, en cierto grado, fue la capacidad de caminar sobre dos piernas la que permitió a los antiguos primates de los que descendemos tener las manos libres para poder usar objetos, lo que en gran parte pudo contribuir al desarrollo de nuestro gran cerebro.

Se trata de una hipótesis con bastante sentido, no obstante, siguiendo la senda de este razonamiento lógico no tardaremos mucho en llegar a una pregunta del tipo: ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? En el caso que nos ocupa: ¿fue tener las manos libres lo que favoreció el desarrollo de nuestros grandes cerebros, o fue el hecho de tener un gran cerebro lo que permitió el desarrollo de nuestras habilidades manuales? Sandra Heldstab, bióloga evolutiva del Departamento de Antropología de la Universidad de Zúrich -UZH- y sus colegas Karin Isler, Caroline Schuppli y Carel van Schaik observaron 36 especies diferentes de primates durante un período de más de siete años para intentar responder a esta pregunta.

El desarrollo cerebral en primates sigue patrones fijos

Los seres humanos son extremadamente hábiles con sus manos, sin embargo tardan mucho tiempo en aprender a dominar varias habilidades manuales con destreza. A los bebés de nuestra especie generalmente les toma alrededor de cinco meses poder agarrar un objeto a propósito; y aprender a comer con cuchillo y tenedor o a atarse los cordones de los zapatos puede implicar para la media de las personas otros cinco o seis años. Para esa edad, muchas otras especies de primates ya tienen descendencia propia, por lo que Heldstab se preguntaba: ¿Por qué nos tomamos mucho más tiempo que nuestros parientes más cercanos para desarrollar estas habilidades motoras complejas?

Semnopithecus sp.
Foto: Karin Isler, / ZOOM Erlebniswelt,

Para tratar de hallar una respuesta la bióloga y su equipo estudiaron 128 animales jóvenes en 13 zoológicos europeos desde el nacimiento hasta la edad en que habían alcanzado la destreza de nivel adulto, y lo que les sorprendió fue comprobar que todas las especies desarrollaron sus respectivas habilidades manuales exactamente el mismo orden. "Nuestros resultados muestran que el desarrollo neuronal sigue patrones extremadamente rígidos, incluso en especies de primates que difieren mucho en otros aspectos", explica la investigadora.

Los investigadores también encontraron grandes diferencias en las habilidades motoras más sofisticadas específicas de los adultos de diferentes especies de primates. Las especies de cerebro grande como macacos, gorilas o chimpancés pueden resolver tareas mucho más complejas usando sus manos que los primates con cerebros pequeños como los lémures o titíes. "No es casualidad que los humanos seamos tan buenos usando nuestras manos y herramientas, ya que nuestros cerebros grandes lo hicieron posible: un cerebro grande equivale a una gran destreza", continúa Heldstab.

"El desarrollo neuronal sigue patrones extremadamente rígidos, incluso en especies de primates que difieren mucho en otros aspectos"

Sin embargo, la destreza tiene un coste elevado: en especies con cerebros grandes como los humanos, a los bebés les lleva mucho tiempo aprender incluso los movimientos más simples de manos y dedos. "No es solo porque estamos aprendiendo habilidades más complejas que los lémures o los callitrícidos, por ejemplo. Es principalmente porque no comenzamos a aprender estas habilidades hasta mucho más tarde", añade la investigadora cuyo equipo piensa que la razón se debe a que los cerebros más grandes de los humanos están menos desarrollados al nacer.

Colobus guereza
Foto: Sandra Heldstab, Toni's Zoo, Rothenburg

Además, el aprendizaje de las habilidades motoras durante las primeras etapas de la vida ocupa mucho tiempo y es ineficiente, por lo que son los padres quienes pagan por ello hasta que su descendencia es independiente. "Nuestro estudio muestra una vez más que en el curso de la evolución solo los mamíferos que viven mucho tiempo y tienen suficiente tiempo para aprender pudieron desarrollar un cerebro grande y habilidades motoras complejas y refinadas, entre las que se incluye la capacidad de usar herramientas. Esto deja claro por qué tan pocas especies podrían seguir nuestro camino y por qué los humanos pudieron convertirse en el organismo más desarrollado tecnológicamente en este planeta ", concluye Sandra Heldstab.