La isla de Santo Tomé, situada en el golfo de Guinea, al oeste de África, fue descubierta en diciembre de 1471 por los navegantes portugueses Pêro Escobar y João de Santarém y, según las evidencias históricas, en la isla no había población humana o asentamientos antes de la llegada de los portugueses. Valentim Fernandes escribió el relato del navegante portugués Gonçalo Pires, quien exploró la isla en 1506 y vio unas serpientes negras "con un collar blanco en el cuello, tan venenosas que, cuando muerden a un hombre, sus ojos explotan de la cabeza y muere".

La serpiente negra de Santo Tomé ha sido considerada tradicionalmente una especie introducida en la isla por los agricultores portugueses cuyas plantaciones de cacao y café estaban amenazadas por los roedores. La especie ha sido conocida como cobra de bosque (Naja melanoleuca) y así ha sido aceptada por las autoridades locales e incluso por los organismos internacionales de conservación. Los habitantes de la isla la describen como una serpiente extremadamente venenosa, cuya mordedura causa la muerte en unas pocas horas.

Los habitantes de la isla la describen como una serpiente altamente venenosa

Un estudio publicado en Zootaxa, dirigido por Luis M.P. Ceríaco, demuestra que la serpiente negra de Santo Tomé en realidad es una nueva especie, denominada Naja peroescobari, que es endémica de la isla y que, por tanto, no fue introducida por los colonos portugueses. "La nueva especie difiere de Naja melanoleuca, que es su especie hermana, por la coloración distintiva del diseño ventral y por el tipo de contacto de las escamas sublinguales", afirman los autores del estudio. Los documentos históricos y la información morfológica y molecular también corroboran esta teoría.