La Tierra es conocida como el “Planeta Azul”. Por ello no es de extrañar que si los océanos cubren un 70% de la superficie terrestre, el deterioro de sus aguas vaya a tener consecuencias devastadoras en nuestras vidas y en las de todas las especies, si bien la escasa acción por parte de la humanidad para su conservación haga parecer todo lo contrario (ONU, 2019).

Los océanos no solo suponen uno de los mayores soportes de la economía mundial gracias a sectores como el transporte o el turismo, sino que también son un sustento alimenticio y estabilizadores del clima, absorbiendo el 30% de CO2 en los últimos dos siglos y proporcionando gran parte del oxígeno que respiramos. Dependemos directamente de los océanos para sobrevivir, hecho que por el contrario contrasta con el pavoroso dato de que hasta un 66% de los ecosistemas marinos ha sido dañado por la mano del hombre. Estamos explotando al límite la fuente que nos da de comer y nos permite respirar. Pero, ¿hasta dónde llega nuestra ignorancia? ¿Cómo de dañados se encuentran nuestros océanos y qué podemos hacer para ayudarlos? Por suerte, nos encontramos ante la última oportunidad de mitigar y contrarrestar los efectos que la huella del hombre está dejando en la salud de los ecosistemas marinos (ONU, 2020) (ONU, 2019).

La mayoría de las aguas del mundo son internacionales, lo que hace que no estén sometidas bajo la regulación ni protección de ningún país en concreto. En consecuencia, quedan desprotegidas ante actividades como la sobrepesca que ha crecido del 10% al 33% en 41 años. Por otro lado, procesos causados por el incremento de CO2 como el aumento de la temperatura del agua y la acidificación, afectan a especies calcificadoras como son los arrecifes de coral, de los cuales no se podrán recuperar cientos de kilómetros (Acosta, 2021). Más aún, cada año son vertidos a los océanos más de 8 millones de toneladas de residuos plásticos, de los que entre un 15% y un 30% son microplásticos que escalan en la cadena trófica y llegan hasta nuestras mesas (Acosta, 2020).

La solución no es sencilla, pero sí clara y concisa. Debemos actuar, y debemos de hacerlo ya, cumpliendo lo que podríamos denominar la regla de las tres P: Proteger, Priorizar y Promover la salvación de nuestros océanos. Seguir planes como el "Decenio de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible" impulsado por la ONU, o el “Manifiesto Azul” redactado por 102 ONGs conservacionistas, supondría cumplir objetivos tales como una transición hacia la pesca de bajo impacto ambiental, o convertir el 30% de las aguas oceánicas en AMPs (Aguas Marinas Protegidas), las cuales ocupan actualmente menos del 5%, para 2030 (UNESCO, 2019) (Acosta, 2020). De igual forma, todas estas medidas serían insuficientes si no se consigue reducir las emisiones de CO2 y evitar que las temperaturas a nivel global sigan aumentando, para lo que es necesario cumplir los acuerdos alcanzados en el Tratado de París, entre otros.

Debemos aprovechar esta última oportunidad, antes de que el colapso de nuestros océanos y de nuestro planeta sea inevitable.

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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del II Concurso de Redacción Periodística para Jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado a los océanos. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.