Hoy en día nuestro planeta se ve envuelto en una de las peores crisis ambientales desde su aparición, hace más de cuatro mil millones de años. A pesar de ello, el hombre, cegado por su ambición desmesurada, no hace más que propiciar esta situación, quemando bosques, extinguiendo especies, contaminando ecosistemas y dañando significativamente la atmósfera. Por supuesto, el perjuicio causado conlleva sus graves consecuencias, de las que difícilmente podremos salir adelante si prima el individualismo al conjunto.
Recientemente hemos sido testigos de la catástrofe medioambiental ocurrida en Australia, donde desde agosto del año pasado, el país es víctima de un conjunto de incendios forestales causantes de la quema de diez millones de hectáreas, junto con la muerte de veintiséis personas y seis desaparecidos. Otro caso notorio es el del Amazonas, el pulmón del planeta, pulmón que bien empieza a asfixiarse con los continuos desastres en los que se ve envuelto, como los incendios del pasado verano, que según el Instituto Nacional de Investigación Espacial del Brasil -INPE- fueron más de noventa mil entre enero y septiembre, lo que supone un aumento de un 67% en la zona.
Sin embargo, y por desgracia, el árbol no es la única víctima de este atentado al planeta. Según Greenpeace, el grosor del hielo ártico ha disminuido un 40% en los últimos treinta años, incrementándose el nivel del mar de manera exponencial. Zonas costeras, ciudades emblemáticas o atracciones turísticas se ven seriamente amenazadas por el deshielo. Muchas poblaciones podrían llegar a desaparecer, bien por sequías pertinaces o inundaciones catastróficas nunca vistas antes.
A su vez, el problema no solo radica en las secuelas ambientales: también veremos cómo afecta al ámbito político. Si decidimos proseguir con esta situación contraproducente, la falta de recursos naturales y alimenticios estará al orden del día, los conflictos para acceder a ellos serán más frecuentes, y, en consecuencia, la escasez de víveres impulsará a la humanidad a la confrontación, por instinto puro de supervivencia, aflorando los impulsos belicistas.
Por todo ello, este sombrío escenario futuro debe llevarnos a una seria reflexión. Se precisan soluciones rápidas y efectivas, pactos medioambientales entre países, y no falsos acuerdos basados en palabras huecas sin atender a los hechos reales. El reciclaje debería ser primordial, y no deberíamos permitirnos el lujo de arrojar toneladas de plásticos a ecosistemas marinos.
Quizás también se precisa meditar acerca de la extraordinaria situación en la que el género humano se ve envuelto: la pandemia por coronavirus. El parón sistemático de la actividad industrial ha reducido considerablemente la producción de fósiles. Puede que el virus nos haya mostrado el camino a seguir, aunque de forma poco afable.
En situaciones incómodas y poco acogedoras, se suele entonar el tierra trágame, buscando evadirnos de semejante contexto. Pobre planeta, trata de persistir a pesar del impacto del hombre y aún así tiene que “tragarse” su presencia. Algo bueno tendrá esta situación. Como se suele decir, tiempos extraordinarios requieren medidas extraordinarias. Pero lamentablemente, para llevarlas a cabo escasean hoy los líderes extraordinarios.
Javier Peña Vicente de Vera. Colegio del Salvador, Zaragoza.
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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del I Concurso de redacción periodística para jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado al Día de la Tierra. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.