“Los jóvenes somos el futuro”, es lo que escuchamos cada vez que se decide mirar a otro lado ante un problema global, que más que a futuro, suena a presente.

Cada vez somos más los conscientes sobre lo insostenible que resulta nuestro modo de vida y, aun así, parece que el cambio nunca llega. Quizá el problema es que estamos esperando a un cambio que no se producirá mientras no nos unamos en favor de lo que se nos está siendo arrebatado, el planeta.

Para muchos, la ansiedad ecológica se ha convertido en algo con lo que debemos de aprender a vivir. No es fácil llegar a casa, tras haberte pasado el día estudiando o trabajando, con la incertidumbre de no saber si el esfuerzo merecerá la pena ante los pronósticos, basados en evidencias científicas, sobre el futuro de la Tierra.

No consumas pajitas, te dicen el mismo día que WWF ha publicado que en 2050 se cuadruplicará la contaminación por plásticos, comprometiendo todos los esfuerzos actuales por limpiar los océanos.

El mismo día que ves a grandes empresas poner la etiqueta “eco” a todo producto, cuyo único fin es camuflar su atentado contra el medio ambiente para poder seguir perpetuando su sistema hasta que todo colapse.

El 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero fueron producidas por solo 100 compañías entre los años 1998 y 2015, según el informe Carbon Majors Report, del Climate Accountability Institute. Sin embargo, hay quien piensa que la crisis climática se resolverá solamente gracias a las acciones locales e individuales.

Además, al hablar de los problemas del medio ambiente, se suele generalizar erróneamente en el calentamiento global. En cambio, existen otros gigantes silenciosos a los que no se les está prestando suficiente atención, como la crisis de la biodiversidad. Algunos estudios ya sugieren la llegada de la sexta extinción masiva de vertebrados, asociada a la pérdida de los hábitats causada por actividades humanas como la deforestación o cualquier explotación de un recurso natural.

Sin duda, uno de los mayores obstáculos para la acción colectiva es la dificultad de nuestro día a día. Es difícil dejar huecos para la lucha ecológica cuando estamos absorbidos por la sociedad del consumo. Se nos ha hecho creer que nuestras prioridades deben ser otras.

La solución pasará sin alternativa alguna por el diálogo entre los jóvenes. No podemos dejarlo todo en manos de la tecnología, porque esta es una herramienta que debemos de usar sabiamente, y ahí es donde los jóvenes tenemos que estar.

Así, el primer paso es, cambiar del paradigma de la super producción y competición, al del bienestar y del cuidado mutuo. Por tanto, es importante que, entre todos, hablemos lo máximo posible de estas problemáticas. Hay que ponerlas en el centro de la mesa para poder actuar como es debido, atacando a la raíz del problema. Si no atendemos a esta prioridad, todas las demás luchas serán en vano.