La sociedad de hoy en día se ocupa más de vivir el presente que pensar en las consecuencias que deja nuestra huella por el paso del tiempo. Sí, somos el futuro. ¿Y qué? ¿De qué sirve ser algo prometedor si sabemos que llegará estropeado? Aquí la cuestión no es ser el pasado, presente o, en este caso, el futuro; es hacer que funcione. Dejarlo hecho pedazos, consumirlo, exprimirlo, secarlo y, "por supuesto", cómo no, matar el planeta, a eso nos dedicamos. Cómo es posible que estemos tan ocupados hasta tal punto de tener una venda en los ojos que nos impida ver más allá la realidad, la cual se nos aproxima y, cada vez más rápido, a pocos centímetros de nuestros ojos. Otra posibilidad es que nosotros mismos tratemos de ocupar la mente para ignorar dicha realidad, en vez de empezar a hacer funcionar nuestro órgano descollante, que incluso a veces se nos olvida que está ahí, lleno de polvo y con los engranajes remisos.

¿Y cuáles son estos destrozos a los que nos enfrentaremos en breve tiempo? Incremento de la temperatura, escasez de agua, extinción y desplazamiento de especies, inseguridad alimentaria, aumento irreversible del mar y más fenómenos extremos a causa de toda la contaminación que creamos día a día y de la que nos importa más nuestras “necesidades” (fabricar tecnologías, promover los medios de transporte, explotar recursos naturales, liberar objetos no biodegradables...), antes que salvar nuestro entorno medioambiental.

Y es que, aunque no lo parezca, con gestos simples se puede empezar a reducir un poco el cambio climático, porque una característica importante es que este conflicto no se puede evitar llegado a estos niveles de gravedad. Empezando desde dar a conocer lo que significa este destrozo a través de talleres y actividades para niños, hasta crear leyes que obliguen al ciudadano a colaborar con esta emergencia, ya que, por lo visto, de forma voluntaria es poca la cantidad de participantes que se ofrecen a salvar el mundo.

La causa principal se debe al calentamiento global, cuya solución podría ser el cambio de varias rutinas diarias que se realizan incorrectamente, como usar la lavadora o lavavajillas únicamente cuando estén llenos, reemplazar la bombilla tradicional por una de bajo consumo, poner en práctica las 3 ‘R’ (Reciclar, Reducir y Reutilizar), escoger productos con poco envase, consumir menos carne, usar transporte público, etc. No obstante, por mucho que aporte esta sociedad, se necesita la ayuda extraordinaria de “los superiores”, sobre todo de superpotencias capaces de aportar gran subsidio, como EEUU o China, que, casualmente, son los países más contaminantes de la Tierra.

No sirve de nada estar publicando noticias, informes, entrevistas con científicos en diferentes medios de comunicación en los que se reflexione sobre este cambio catastrófico si no se actúa antes y, más que hablar, hay que comprometerse para salvar nuestra casa, nuestro planeta, y su jardín, la naturaleza.