En 1970 fue el primer Día de la Tierra. Cincuenta años después, seguimos protestando,esperando no tener que hacerlo más: la Tierra nos ha dado un ultimátum.

Ya no hacen falta metáforas ni hipérboles para ilustrarnos: si no actuamos ya, nos ahogaremos, nos quemaremos, nos intoxicaremos y acabaremos llenos de plástico. Eso es lo que le está pasando al planeta, al planeta del que somos parte.

Sería difícil enumerar la larga lista de problemas que engloba la emergencia climática, además de otra muy extensa de problemas que hay entre nosotros. No es casualidad que con el Día de la Tierra pase lo mismo que con el día de la Paz o el de la mujer: los problemas sociales derivan en problemas medioambientales y viceversa; son las ramas del árbol que plantamos y vimos crecer, y del que a veces intentamos podar algunas de las ramas más feas.

Si tratamos el tema de actualidad, en nuestro proyecto de invasión de todos los ecosistemas nos ha salido el tiro por la culata: nos hemos acabado convirtiendo en los invadidos por el Coronavirus. Es entonces cuando se declara el estado de emergencia, y personas de todas las ideologías, etnias y religiones se unen para sobrevivir a esta pandemia, olvidando diferencias sociales e intereses económicos para hablar en los términos biológicos de un virus. ¿Y cuál es la diferencia con la emergencia climática?¿Es que no es una urgencia, cuando es la raíz del problema?

Ya no sabemos a dónde vamos porque hemos olvidado de dónde venimos: hemos desechado el conocimiento de millones de años de evolución, el que recuerdan los nómadas del Sahara que llevan viviendo miles de años en uno de los lugares más hostiles del planeta, y los indígenas del Amazonas donde las áreas con mayor biodiversidad son las gestionadas por ellos. Los más “desarrollados” vamos camino de extinguirnos en poco más de un siglo. Esto tampoco es casualidad.

Sin embargo, si algo hemos aprendido durante ese “desarrollo” es cómo frenar la emergencia climática. Sabemos que este sistema no funciona, porque nos ha llevado a ella.

Sabemos que hay que reducir las emisiones, el consumo, la basura; cambiar el modelo energético, de producción y económico, con los recursos que existen, para todos, y no con los que imaginan las economías de países “desarrollados”, y dejar de “crecer” a costa de la vida y el sacrificio ajeno. Entonces sí podríamos hablar de desarrollo. ¿De qué otra manera puede desarrollarse el ser humano sino siendo más humano, y sabiendo cuidar lo que le permite vivir?

El problema no es cómo actuar ante la emergencia climática, sino actuar. No podemos perder el tiempo haciendo tratados entre países con planes que no se van a cumplir. No podemos tolerar que políticos y grandes empresarios negacionistas de la emergencia climática sigan jugando al Monopoly en un planeta que es de todos. La emergencia climática rodea la mesa de juego y no tiene intención de dejarles terminar la partida.

Nosotros tampoco.

Laura Seoane. IES Isidro de Arcenegui y Carmona. Marchena (Sevilla).

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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del I Concurso de redacción periodística para jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado al Día de la Tierra. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.