A todos nos encanta perdernos un fin de semana en la montaña. Poder apreciar las espectaculares vistas que nos presenta un buen bosque, respirar aire fresco, contemplar los pequeños (o no tan pequeños) animales que se nos cruzan por el camino… pero en muy poco tiempo podríamos perder todo esto. En estas últimas décadas nos estamos enfrentado a uno de los mayores problemas que todavía persiste: la pérdida de biodiversidad.

En 2005, el científico Robert Scholes publicó en la revista científica Nature un artículo donde mencionaba que actualmente se ha reducido en un 85% la abundancia de las especies. Si continuamos en el tiempo, en el año 2016, el también científico Tim Newbold publicó en la revista científica Science datos demoledores: el 58,1% de la superficie terrestre ha perdido tantas especies que es insostenible para los humanos vivir en esos lugares.

Si nos acercamos todavía más a la actualidad, en 2019 la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presentó un informe en el que alertaba de que un millón de especies estaban en peligro de extinción.

¿Pero por qué debería preocuparnos? Por un simple motivo: vivimos rodeados de biodiversidad, y porque nosotros también formamos parte de ella. Convivimos constantemente con otras especies y nuestras interacciones con ellas debería servirnos para mejorar el entorno donde vivimos, no para empeorarlo como hemos ido haciendo hasta ahora.

Es importante comprender la importancia y función que tiene cada una de las especies para el buen funcionamiento del planeta, ya que no estamos nosotros solos en ella. Y para ello, es importante que los jóvenes seamos los primeros en sensibilizarnos con esta problemática, ya que estamos destinados a ser los que impulsen este cambio.

Nosotros, que seremos los próximos científicos, ingenieros, profesores… y que somos una de las generaciones mejor formadas, tenemos la obligación de conservar el planeta lo mejor que podamos, por nosotros y por los que vengan en un futuro.

Desde nuestra posición, también es importante que informemos y concienciemos a los adultos de nuestro alrededor de la importancia que tiene la pérdida de la biodiversidad y de las consecuencias que ello trae: aumento en las concentraciones de CO2, aumento de las plagas al verse disminuido el porcentaje de sus depredadores naturales, disminución de la calidad del suelo y agua…

Los jóvenes somos una pieza imprescindible en la lucha contra la pérdida de especies como ya hemos visto, pero también necesitamos que nos oigan y nos proporcionen los medios necesarios para poder afrontarlo. Si al final del día nadie confía en nosotros, todos nuestros esfuerzos para poder preservar el planeta donde vivimos serán en vano.