Parece que el confinamiento ha venido en un momento donde ya no éramos ni conscientes de por qué hacíamos las cosas, ni de las que hacíamos: nos habíamos vuelto robots por completo. Quién pensaría que un pequeño bicho, que no llega siquiera a la categoría de ser vivo, interrumpiera por completo nuestras vidas, haciéndonos (ojalá a todos) reflexionar y replantearnos varios aspectos, entre los que encontramos, desgraciadamente, nuestro trato a la Tierra.
Como ya sabemos, la situación del planeta ha mejorado considerablemente esta temporada, dejando muy claro que somos los únicos responsables del deterioro masivo que está sufriendo el medio ambiente. Esto es más grave de lo que pensamos, porque el medio ambiente es todo para nosotros, sin medio ambiente no hay personas, y es que nos proporciona lo imprescindible para nuestra supervivencia: ofrece recursos, asimila residuos y sirve de soporte para nuestras actividades. Sin embargo, no es oro todo lo que reluce, porque el medio ambiente también tiene un límite, y ya no da más de sí.
Al igual que sucede cuando nos pasamos de datos, esto tiene unas consecuencias, pero más peligrosas (por mucho que cueste creerlo). Muchas de ellas ya las hemos oído: incremento de fenómenos meteorológicos extremos, cambio en los ecosistemas y aumento de zonas desérticas, aparición de nuevas enfermedades… así como la extinción de miles de especies, hecho que tiene más importancia de la que se le da, porque con la pérdida de biodiversidad, perdemos también la valiosa información que estas especies contenían en su interior, una información que nos podría haber ayudado a conocer mejor la naturaleza y así, por ejemplo, permitirnos combatir una enfermedad.
Este año, se cumple el 40º aniversario de la muerte de Félix Rodríguez de la Fuente y me parece importante resaltarlo, porque Félix fue un gran amante de la naturaleza y nos enseñó mucho de ella. Además, también fue él quien nos empezó a advertir de las consecuencias de nuestros actos sobre el medio ambiente, algo, que parece que se nos ha olvidado. Por tanto, ¿qué mejor momento para demostrar que todo lo que enseñó no fue en vano?
Aún estamos a tiempo de evitar que las consecuencias que se nos presentan sean tan nocivas; solo tenemos que actuar de una vez, tanto a nivel individual (desde nuestras casas), como a nivel colectivo, es decir, de toda la sociedad. A nivel individual podemos hacer muchísimas cosas y además muy sencillas, como reciclar, reducir el uso de plásticos de un solo uso, ir más en transporte público y menos en el particular… y a nivel colectivo, debemos fomentar el cambio a un futuro sostenible, hacer que los gobiernos y empresas tomen medidas al respecto, que no solo firmen un acuerdo.
No sabemos si va a haber otra oportunidad para tomar una decisión de estas dimensiones. Hay que elegir ya: o continuar con los mismos hábitos (que ya hemos visto lo que causan) u optar por unos conscientes, responsables y comprometidos.
Yo elijo la segunda opción ¿y tú?
Irene Martínez - Colegio Kotska (Jesuítas Santander), Santander.