Nuestro planeta es un punto azul en el espacio. Y lleva siéndolo durante los últimos cientos de millones de años. No obstante, actualmente estamos poniendo en duda que siga siendo así: cada día se extinguen 200 especies de seres vivos, hemos perdido cerca del 10% de los bosques que existían en 2001 y se estima que en 2100 el calentamiento global alcance los 3,2ºC.
La pérdida de biodiversidad es uno de los mayores problemas del nuestro tiempo, unido al cambio climático, pues nos encontramos en la sexta extinción masiva. La tala forestal, el plástico, la lluvia ácida, el aumento de las temperaturas, el derretimiento de los casquetes polares, la introducción de especies invasoras, etc, tienen un simple final: lo estamos perdiendo todo. Y es que nuestro planeta es un punto azul en el espacio, y no tenemos derecho a impedir que siga siendo así.
Vivimos en un planeta lleno de desconocidos: el 86% de las especies de La Tierra todavía no han sido descubiertas, así que no intentemos extinguirlas antes de saber cómo son. La última gran extinción masiva se produjo hace aproximadamente 66 millones de años, cuando un gran meteorito destruyó la mayor parte de las formas de vida de La Tierra. En ese entonces solo unas pocas criaturas se salvaron de la desaparición, entre ellas el olm, una extraña salamandra que surgió mucho antes, y que acostumbrada a vivir en cuevas subterráneas apenas notó lo que ocurría a su alrededor. Sin embargo, actualmente esta especie se encuentra en peligro, ya que el agua que necesita para vivir está siendo contaminada a través de las sustancias químicas que se filtran desde los campos de cultivo. Así pues, hemos conseguido que la lista de animales en extinción incluya desde los osos polares hasta inimaginables criaturas como el olm o “cría de dragón”, pasando por numerosas especies de algas y plantas que han existido durante millones de años.
Por ello es necesario establecer zonas protegidas o santuarios a lo largo del planeta, en los que la vida pueda recuperarse y mantenerse al margen de los seres humanos, que necesitamos reducir nuestra huella de carbono a nivel global y cambiar nuestro sistema económico, en el que no queda espacio para los 8 millones de especies con las que compartimos planeta. La medusa melena de león ártica, capaz de alcanzar los 37 metros de longitud, la Rafflesia arnoldii, una planta conocida por poseer un diámetro superior a un metro y la Nyctibatrachus pulivijayani, una especie de rana descubierta en 2017 que mide 13,6 milímetros, se encuentran entre lo que denominamos “animales extraños”. Sin embargo, existe uno todavía más extraño e incomprensible: el Homo sapiens, una especie de primate que podría extinguirse por sus propias acciones, y que a pesar de saberlo y conocer las soluciones que debe emplear para evitarlo continúa igual.
Albert Einstein dijo una vez “Dios no juega a los dados con el universo”. Parece que nosotros, con La Tierra, sí.