La presencia del plástico en nuestra vida cotidiana es constante y muy elevada. Desde que en el siglo XIX se desarrollaran los primeros plásticos comercializables modificando químicamente elementos naturales, estos nuevos materiales han proporcionado a la humanidad muchos beneficios en ámbitos tan diversos como el almacenamiento, la automoción o la construcción. Sin embargo, debido a la popularización de su uso, la posibilidad de producirlos en serie y el aumento exponencial de la población mundial en los últimos dos siglos también se han convertido en un gravísimo problema para la naturaleza, pues sus desechos no son biodegradables y perduran cientos de años una vez llegan al medio ambiente.
La producción en serie y el aumento de la población han convertido al plástico en un grave problema
Es fácil comprobar cómo los plásticos han invadido la gran mayoría de los productos de uso cotidiano que se consumen en los hogares. Y de igual modo, es preocupante ver cómo están presentes en muchos productos de primera necesidad.
Productos de higiene femenina
Este es el caso de muchos productos de higiene, especialmente de los productos de higiene femenina. Un gran número de mujeres de todo el mundo usan productos desechables como tampones o compresas una vez al mes durante los 5 días de media que dura la menstruación (un total de 65 días al año), y aproximadamente durante la mitad de su vida.
Se calcula que una mujer puede llegar a utilizar hasta 15.000 tampones a lo largo de su vida
Cuantificar este problema global con números y datos es complicado puesto que, al estar catalogados como productos médicos, este tipo de residuos no tiene la obligación de ser supervisado. Sin embargo, la Organización de Consumidores y Usuarios calcula que una mujer puede llegar a utilizar 15.000 tampones a lo largo de su vida. De ahí se puede deducir que la cantidad de residuos generados por estos productos es ingente, y más si se tiene en cuenta que las opciones más populares y accesibles están compuestas casi completamente por plásticos y son de un solo uso. Para hacerse una idea de la dimensión del problema, es suficiente saber que, puesto que las compresas son uno de los 10 productos de plástico que más se encuentran en las playas, la Unión Europea elaboró en 2018 un plan para la eliminación del uso de plástico en estos productos.
Estigma y mercantilización
Durante la mayor parte de la historia, la menstruación ha sido considerada un “problema femenino”: dos palabras que lo llenaban de connotaciones negativas y lo relegaban exclusivamente a ser tratado dentro de la esfera femenina. Sin embargo, en el siglo XX empezó un lento proceso de desestigmatización y, a su vez, para muchas marcas, se abrió un amplio abanico comercial. Si hasta entonces se habían usado métodos tan sostenibles como incómodos e indiscretos –tales como compresas de tela y trapo, poco o nada absorbentes, y que a pesar de lavarlas nunca quedaban limpias‑ a partir de entonces se impusieron los productos de higiene de un solo uso.
Al mismo tiempo se descubrieron las grandes ventajas de fabricar estos productos con plásticos, pues aportaban flexibilidad, adhesividad, absorbencia, manipulablidad… El resultado fue un producto letal para la sostenibilidad: de un solo uso, pero muy perdurable como residuo.
En el siglo XX empezó un proceso de desestigmatización y, a su vez, de mercantilización de la menstruación
Con el avance del siglo XX y la llegada del XXI la situación respecto al uso de plástico en los productos de higiene femenina no mejoró. La publicidad vendía un modelo de mujer activa, atractiva, deportista y/o con largas jornadas de trabajo que, gracias al uso de tampones y compresas, podía seguir un ritmo alto de vida. Para ser así resultaba casi imprescindible consumir este tipo de productos, y de esta manera las compresas y los tampones se convirtieron en un producto de higiene íntima imprescindible para las mujeres, quienes, casi sin más remedio, llenaban los contenedores de grandes cantidades de plástico.
Hacia la environmenstruación
Afortunadamente, en la actualidad existen diversas alternativas para todas aquellas mujeres que no están dispuestas participar de esta producción masiva ni contribuir al consumo de plásticos y productos de un solo uso. Una actitud que desde Women’s Enviromental Network (WEN) han dado en llamar environmenstrual. Esta asociación inglesa trabaja sobre problemáticas que conectan género, salud y medio ambiente, y en su web explican que el 90% de los productos destinados a la higiene durante la menstruación contienen un 90% de plástico.
Desde la WEN también señalan que uno de los mayores problemas a los que la sociedad se enfrenta cuando se trata el tema de la menstruación es la ausencia de una educación libre de tabús, y que aborde la cuestión de los residuos como parte indivisible del mismo asunto.
El mayor problema es la ausencia de una educación libre de tabús que ponga el foco también en los residuos
Las alternativas: una solución sostenible
Tomar consciencia es el primer paso, y conocer las opciones el segundo. A continuación os detallamos algunas de las alternativas más populares que, como veréis, también tienen diferentes grados de compromiso con el medio ambiente.
- Tampones con aplicador de cartón: El aplicador de los tampones es la parte más contaminante, pues suele ser de plástico y solo se usa para colocar el tampón. A pesar de que los de cartón también son de un solo uso, por lo menos son más fáciles de reciclar.
- Tampones sin aplicador: Si bien es cierto que el aplicador es lo que más contamina, el propio tampón también suele contener una fina película sintética. Por ello, un tampón sin aplicador siempre es mejor que uno con él, pero sigue teniendo cierto impacto en el medio.
- Tampón natural: Son una alternativa a todas la anteriores porque pueden usarse sin aplicador y están hechos de material 100% biodegradable. El único inconveniente es que son de un solo uso, por lo cual son poco sostenibles.
- Esponjas marinas menstruales: Se utilizan como un tampón, pero con la diferencia que son de origen natural, por lo cual cuando finaliza su uso son fácilmente compostables.
- Compresa de tela reutilizable: Se lavan y se pueden volver a usar tantas veces como dure el tejido del que están hechas.
- Bragas menstruales: También reutilizables y lavables.
- Copa menstrual: Suelen estar hechas de silicona líquida biodegradable, y sus productores aseguran que puede usarse durante 10 años. Esta es, definitivamente, la opción más sostenible.