Desde hace miles de años, los océanos son una fuente casi inagotable de alimento para los seres humanos. Los mares proporcionan proteínas de alta calidad a un precio muy asequible. Sin embargo, los ecosistemas marinos son estructuras frágiles que necesitan ser cuidados. El crecimiento imparable de la población humana y su desarrollo tecnológico están provocando un incremento sin precedentes en la presión sobre los recursos marinos. Que los océanos están amenazados por la voracidad humana es innegable. Según la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en la actualidad, el 75% de las especies con valor comercial están afectadas por sobrepesca. Según un estudio publicado en la revista Science a principios de siglo, se constataba que, en el año 2000 ya habían desaparecido el 30% de las especies marinas con valor comercial, y se estima que, si no se cambia esta tendencia, en 2050 habrán desaparecido prácticamente todas las especies marinas de interés para el ser humano.

El futuro de nuestros océanos pasa necesariamente por un uso responsable de los mismos, en el que la acuicultura debe tomar un papel protagonista; pero debe avanzarse hacia una acuicultura responsable y de calidad. En la actualidad, la acuicultura no es lo suficientemente respetuosa con el medio marino como podría pensarse en un principio. Una parte importante de los peces cultivados (que así se llaman lo que se crían en granjas) son “peces alimentados”, es decir, que se les dan piensos para su alimentación. Y la mayor parte de este pienso (harinas y aceites de pescado/marisco) se obtiene de la pesca “convencional” de especies no aptas para el consumo humano. Un estudio publicado en 2002 por la FAO sobre el Estado Mundial de la Pesca y la Acuicultura, pone de manifiesto que una parte muy importante de las capturas mundiales de pescado es de especies no aptas para el consumo humano que, sin embargo, son aptas para la fabricación de piensos. La pesca intensiva de algunas especies marinas conduce necesariamente a un colapso de todo el ecosistema. Así, por ejemplo, la pesca intensiva de peces situados en una posición intermedia de la cadena trófica (como las sardinas, por ejemplo) puede desencadenar una disminución progresiva de sus depredadores y un aumento de plancton.

La protección de los océanos como gran despensa alimenticia de la humanidad es una labor que compete a todos los gobiernos; es una empresa humana común. Los ciudadanos, como consumidores que somos, debemos exigir que nuestros gobernantes regulen de una forma más eficiente la gestión de los océanos. No se trata solo de pescar menos, que también, sino sobremanera de pescar mejor. Se debe hacer un mayor hincapié en la prohibición de pescar determinadas especies, regular mejor los tamaños mínimos y proteger de forma más eficiente los periodos de reproducción de las especies. También es urgente potenciar y proteger aquellas artes pesqueras tradicionales, generalmente ligadas a pequeñas comunidades pesqueras, que llevan a cabo una actividad mucho más respetuosa con el ecosistema marino que los grandes barcos pesqueros.

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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del II Concurso de Redacción Periodística para Jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado a los océanos. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.