“El Mar. La mar. El mar ¡Sólo la mar!” Sus aguas maravillan a poetas y a aquel que se pare un instante a contemplarlas y escuchar sus susurros. Pues en ellas es donde nació la vida, y por ellas estamos hoy aquí. Sin embargo, este mundo que tanto nos da, está enfermo, y si no hacemos por evitarlo, morirá.

Cada año arrojamos millones de toneladas de plásticos y desechos químicos sea a los ríos o a los mares. Pescamos y matamos sin límite ninguno, como si se tratase de un pozo sin fondo. Es ahora cuando vemos que debajo de la alfombra ya no cabe más polvo. Comer pescado actualmente conlleva la ingesta de metales pesados como el mercurio. Asimismo, las poblaciones de peces están próximas a la extinción y lo que hacemos es arrasar los fondos para atrapar los pocos que quedan.

Los océanos, estima la NASA, producen entre el 50% y 80% del oxígeno que respiramos; absorben cuatro veces más CO2 que el Amazonas y hasta han probado ser la solución a la extinción masiva en el cámbrico que hubo por la falta de oxígeno. Por ello, más que nunca necesitamos que nuestros mares estén saludables y protegidos.¿Cómo es entonces posible que se permitan las atrocidades mencionadas anteriormente?

No es sorpresa que el ánimo de lucro tenga algo que ver. Es evidente que sale más caro preocuparse del destino de nuestros residuos. A ello se le añade la mayor facilidad de deshacerse de estos sin que nadie lo vea. Paralelamente, la industria pesquera es muy rentable al tener costes de producción mínimos, y todos los años recibe 35.000 millones de dólares en subvenciones por parte de los gobiernos. Es irónico que estos últimos no logren superar la famosa prueba de madurez del niño y la golosina. Prefieren comérsela ahora que esperar unos minutos para recibir otra.

Si acabamos con la vida en el mar, no habrá ningún beneficio ni a medio ni a largo plazo. Pero si optamos por el método sostenible, estos rendimientos, aunque sean algo menores, serán constantes e infinitos. Proponemos entonces, como primera y esencial medida, que se prohíba terminantemente la pesca de arrastre, que arruina anualmente una cantidad próxima a 150 millones de kilómetros cuadrados de superficie oceánica (4300 campos de fútbol al minuto). Este método es, sin duda, la forma más devastadora e insostenible que el ser humano ha logrado crear. Si se multa de forma severa y sin excepción, lograremos que el riesgo de perder dinero sea mayor que el de ganarlo, y no habrá más razones para seguir con el negocio.

En suma, el océano prueba ser la clave para la vida en la Tierra. Al impulsar a invertir a medio y largo plazo ayudaremos a que la biodiversidad se reponga y restauraremos el equilibrio medioambiental. Si actuamos con madurez, esta historia puede tener un final feliz. Ya añoraba el mar Alberti desde tierra. ¿Tendremos nosotros que llorarlo aunque nos encontremos en él?

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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del II Concurso de Redacción Periodística para Jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado a los océanos. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.