Las manos de una persona pueden en muchas ocasiones decirnos tanto de ella como su rostro o una mirada. Puede que más. Cera y piel son todo uno en el apicultor veterano; manos curtidas, vibrantes e inquietas, pero también sabias, pacientes y tenaces. Me pregunto si el amante de la apicultura hace una especie de promesa de mimetización con el trabajo de las abejas. Un pacto de intensa autenticidad que lo impregna todo. Como el sabor de la miel.
En la comarca coruñesa de Arzúa, en la que las piernas de los peregrinos a Santiago de Compostela seguramente delatan ya el paso de los kilómetros recorridos, cerca del embalse de Portodemouros, se encuentra un rincón digno de otro tipo de peregrinación. Es el Museo Vivente do Mel, O Enredo do Abelleiro, un lugar en el que se rinde culto al arte de la apicultura, a la naturaleza y a la tradición. Isidro Pardo es el alma de este proyecto, en el que el visitante puede conocer todos los secretos del mundo de las abejas. A Isidro se le ilumina la cara cuando habla de panales, de cera, de miel y de los utensilios que él mismo ideó para la fabricación de colmenas.
En este rincón se respira pasión por la apicultura y por el trabajo bien hecho...
Javier González Prieto es fotógrafo profesional y profesor de Geografía e Historia en la comunidad autónoma de Andalucía