El término "mentira vital" fue acuñado por primera vez por el autor noruego Henrik Ibsen en 1884. El mismo autor define la expresión como "una mentira que enmascara una dura realidad para preservar nuestra felicidad". En nuestra lucha como sociedad contra el cambio climático nos hemos dejado engañar por mentiras vitales en más de una ocasión y la mayoría de las veces sin siquiera cuestionar su veracidad. Aunque podría nombrar varias mentiras vitales que residen en nuestras filosofías como un parasito, en mi opinión, la más perjudicial es la influencia de nuestra huella de carbono personal.

Según Enviromental Research Letters las cuatro acciones como individuos que más afectan al cambio climático son tener un hijo, tener un coche de combustible, los vuelos transatlánticos y los combustibles fósiles. Debido a la pandemia, muchas de estas acciones fueron drásticamente reducidas y, sabiendo esto, nadie nos culparía por creer que la huella de carbono descendió dramáticamente durante la misma. Y la verdad es que sí que descendió, pero solo un 8,8% durante la mitad de 2020 y en mayo del mismo año se detectó un nuevo récord en los niveles de CO2 de la atmósfera. Esto puede llegar a ser impactante por la creencia inculcada del impacto individual sobre el cambio climático, pero empieza a tener lógica cuando nos damos cuenta de que existen 100 empresas que representan el 71% de la huella de carbono. Entre ellas China Coal (14,3%), Saudí Aramco (4,5%), Gazprom OAO (3,9%), etc. Sabiendo esto tenemos que preguntarnos: ¿de dónde ha surgido esta mentira vital?

Podemos encontrar el origen de nuestra creencia en la responsabilidad individual sobre el medio ambiente en una campaña publicitaria realizada por parte de la petrolera British Petroleum a principios de los años 2000. En esta, una especialista en el manejo de hidrocarburos nos intenta inculcar la creencia de que el cambio climático no recae tanto sobre las acciones de la industria sino sobre nuestras acciones como individuos. En 2004 la empresa presentó una calculadora de huella de carbono para calcular qué tan fuerte era nuestro impacto personal sobre el clima. Esta campaña ha sido muy criticada sin éxito por muchos científicos y al mismo tiempo reconocida como un gran éxito publicitario, ya que muchas organizaciones de gran renombre como la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos crearon sus propias calculadoras de huella de carbono, promulgando esta idea tan dañina y, en parte, protegiendo a la industria bajo un tupido velo.

Esto no quiere decir que debamos dar la batalla por perdida ni que debamos abandonar hábitos medioambientalmente positivos. Simplemente significa que no podemos creer que por reciclar nuestra basura o usar el transporte público estamos evitando el cambio climático, porque no es más que una mentira vital. Debemos abrir los ojos y comprender que nuestra mejor oportunidad de sobrevivir como especie es adaptarnos a las circunstancias y conseguir una industria que cubra nuestras necesidades y no les arrebate el futuro a las siguientes generaciones.