Julián Velasco desempeñó su carrera en el Centro de Salud de Béjar, Salamanca, hasta hace dos años. Tras toda una vida ejerciendo la medicina, se jubiló y emprendió un nuevo camino en su vida. Sin embargo, la medicina es una profesión perpetua, pues su dedicación a la salud y a la ciudadanía hacen que sea una de esas profesiones en las que los que la ejercen nunca cuelguen del todo la bata. Los profesionales de la salud avanzan igual que lo hace la medicina. A finales de 2019, un virus surgió en la ciudad china de Wuhan y, en menos de tres meses, su propagación por buena parte del planeta cambió muchas realidades. El SARS-CoV-2, causante de la COVID-19, había llegado a España para quedarse y transformar el país en muchísimos aspectos.
Julián, un gran aficionado a la fotografía, se remangó y volvió al trabajo a mediados de abril cuando Concha Oñate, la coordinadora de su centro de salud, se vio desbordada por el trabajo. Ninguna zona de España se había librado del coronavirus y Béjar no era una excepción. Con una plantilla compuesta por 40 empleados, entre los que se encuentra el personal de medicina, enfermería, auxiliares, limpiadores y administrativos, el coronavirus puso en jaque a esta comarca del sur de Salamanca. Además de todos los trabajadores que luchaban a diario contra el virus, fundamentales en la compleja estructura que supone un centro de salud en la España rural, Concha necesitaba una ayuda extra.
Ninguna zona de España se había librado del coronavirus y Béjar no era una excepción.
Ayuda de médicos jubilados
El doctor Velasco y otro compañero de batallas, también jubilado, respondieron a la llamada de ayuda. Este centro da soporte a una población de 19.000 habitantes repartida en 31 localidades y sus médicos rurales conocen bien el día a día de la zona, sus gentes, sus problemas y realidades. A través de su trabajo, los profesionales de la salud saben de primera mano las preocupaciones de sus pacientes y de sus familias, estudian al pie de la letra sus historiales médicos y se preocupan por ellos. En definitiva, son sus vecinos y los conocen bien. Cuando llegó la llamada, estos médicos no dudaron en hacer un paréntesis en su jubilación. "En el centro estaban saturados con el seguimiento de pacientes de COVID-19 y les venía bien que nosotros atendiésemos algunas consultas por teléfono. El trabajo no tenía riesgo, o era mínimo con unas medidas básicas", nos explica Julián a través de un correo electrónico.
En la zona que cubre el Centro de Salud María Auxiliadora de Béjar se han atendido hasta el día de hoy a cerca de 300 pacientes contagiados por coronavirus. Muchos de ellos han tenido suerte y no han requerido ingreso hospitalario, pero algunos han tenido que acudir al Hospital Universitario de Salamanca, donde les esperaba un gran número de profesionales dispuestos a cuidarles. El miedo siempre ha estado presente. "Hemos tenido muchos fallecidos, especialmente en pacientes vulnerables, fundamentalmente mayores e institucionalizados en residencias" apunta Concha Oñate, la mujer al frente de la gestión del virus en el Centro de Salud de Béjar.
Foto: Julián Velasco
La importancia de la medicina rural
Normalmente en los medios de comunicación aparecen los enormes hospitales de las capitales de provincia, pero la medicina rural es tanto o más importante que estos grandes centros. "En el medio rural, el médico conoce estrechamente todas las circunstancias que rodean a los pacientes, incluidos los casos con necesidades perentorias de tipo social, económica o de salud. Afortunadamente contamos con una trabajadora social y con instituciones que han apoyado en estos momentos tan difíciles a esas personas vulnerables tanto de la zona rural como de la urbana" asegura la coordinadora mientras se acuerda de muchos de sus pacientes con necesidades especiales.
Miedo y caos, unas sensaciones que han sentido todos los profesionales de la salud de España, también en el medio rural. Concha habla desde el corazón: "para nosotros, ver cómo un virus está afectando de una manera tan destructiva nos hace sentir impotentes, tenemos miedo de contagiarnos y contagiar a nuestros familiares. Nuestros seres queridos, si han tenido miedo, lo han disimulado muy bien. En muchas ocasiones no somos capaces de desconectar en los escasos momentos de descanso y han hecho lo posible para hacer de nuestro hogar un lugar de paz". La lucha contra el virus también marca las diferencias en los pequeños detalles.
"Nuestros seres queridos, si han tenido miedo, lo han disimulado muy bien".
Pasión por la fotografía
Ante una situación comprometida que ponía en riesgo el bienestar de sus conciudadanos, de sus compañeros y de todo el país, Julián tuvo una idea que unía sus dos pasiones: la medicina y la fotografía. "Mi intención era hacer un regalo al centro. Un póster o algo parecido que sirviera de recuerdo de esta situación tan anómala, con las fotos de todos los componentes: administrativos, celadores, auxiliares, personal de limpieza, médicos y enfermeras", afirma este médico al que el virus le ha hecho abandonar su retiro.
De este modo, todos los trabajadores pasaron por delante del objetivo del doctor Velasco con un ánimo excelente. Estaban dispuestos a asumir su trabajo sin vacilación aceptando los inconvenientes que suponía la nueva situación y Julián quería hacer un regalo que recordase que en cualquier circunstancia, por nueva que sea, lo importante siempre son las personas.
Las miradas de los retratos de Julián dejan ver la valentía y el miedo que supone afrontar una realidad truncada por el virus.
Todas sus miradas dejan ver la valentía y el miedo que supone afrontar una realidad truncada por el virus. "Al revisar las fotos me llamó la atención la sensación de complicidad que transmitían. Todos los rostros cuentan una historia" dice Julián, el encargado de hacer que los meses de lucha contra el enemigo invisible sean recordados. Afrontan una batalla muy personal ante el virus, en la que sus compañeros, familiares, amigos y vecinos están en riesgo. Los conocen a todos, y esa es la mejor y la peor parte de un médico rural: su cercanía a sus pacientes crea relaciones muy especiales, por eso luchan con uñas y dientes por su salud.
"Hemos trabajado en las trincheras dejándonos la piel, en algunos casos la vida. Los compañeros jubilados no han dudado un minuto en acudir a prestar su ayuda y apoyo y nunca les estaremos lo suficientemente agradecidos. Ni nosotros ni esperamos que toda la sociedad. La mejor manera de hacerlo es respetar las normas de distanciamiento social, higiene y protección" dice Concha, que sigue al pie del cañón desde Béjar.
España va quemando fases en la desescalada y, ante la incertidumbre, solo queda trabajar para contener el virus. Una cosa es segura: cuando todo acabe, la realidad del planeta será completamente diferente a la de principios de año, Julián seguirá haciendo fotos con su cámara, Concha seguirá preocupándose por el buen funcionamiento del centro de salud y los médicos rurales seguirán conociendo, cada día mejor, a sus pacientes y vecinos.