El ser humano se diferencia del resto de especies en un hecho indiscutible: es el único capaz de generar un problema conscientemente y aun así sorprenderse por las fatales consecuencias que pueden derivar de ello. Si de un día para otro nos comunicaran que nuestro planeta ha pasado a ser un lugar inhabitable a causa de los miles de destrozos realizados, seguiríamos sorprendiéndonos, aun sabiendo que todo ello es producto de nuestra codicia por ansiar obtener todo lo extraíble de nuestro hogar, como resultado del inevitable deseo de querer transformarnos en una civilización mucho más avanzada de lo que nuestra imaginación podría llegar a plantear.

Si bien es cierto que la existencia de iniciativas ecologistas ha fomentado la propagación de una mayor conciencia social respecto al cuidado del medio ambiente, el principal problema continúa haciendo acto de presencia, y es el uso incontrolado de los suministros que nos proporciona la Tierra. Y no importa la cantidad de veces que lo hayamos escuchado: la emisión de gases a la atmósfera, la sobreexplotación de ecosistemas y fuentes de energía no renovables y el vertido de residuos son la razón de que los polos se hayan derretido un 40% en su totalidad desde comienzos de la década de 1980. Esta pérdida ha provocado un desequilibrio térmico que ha puesto en peligro a muchas especies. Ahora bien, ¿son estos hechos el detonante del problema? Más bien el verdadero culpable es quien contribuye a llevarlos a cabo.

Por otra parte, cabe destacar la insistencia de quienes afirman que el cambio climático no es más que una mera invención para infundir miedo en la población. Incluso hay quien cree que se trata de una parte natural de la evolución del universo. Con motivo de celebración del quincuagésimo aniversario del Día de la Tierra, celebrado el 22 de abril, se han planteado diferentes alternativas para paliar de una vez por todas todos los daños causados. Sin embargo, la cuestión radica en encontrar soluciones reales, más allá de los planteamientos opcionales que la población decide no seguir. De hecho, según un artículo publicado por Tia Nelson, activista medioambiental, en el momento en el que hagamos frente a la inacción política, el sentido del Día de la Tierra será más significativo que nunca (https://outrider.org/climate-change/articles/tia-nelson-50-years-earth-day). Este planteamiento es llamativo, pero no nos hemos dado cuenta de que la solución más radical y efectiva la estamos viviendo ahora mismo.

El aislamiento social producido por la expansión de la pandemia del COVID-19 ha resultado ser la medida que el planeta estaba esperando. Aunque esté generando inquietud y agobio en los ciudadanos, lo cierto es que la reducción de la actividad humana ha incidido de manera positiva en el planeta. De hecho, la Agencia Espacial Europea ha compartido imágenes que señalan una disminución de contaminantes en algunas ciudades mediterráneas. ¿Es esta la prueba de que el verdadero problema somos nosotros? Es más, ¿es posible que lo que pueda plantearse como una adversidad para los humanos, suponga una solución para la Tierra?

Sofía Ruano. Colegio Nuestra Señora de la Consolación. Madrid.

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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del I Concurso de redacción periodística para jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado al Día de la Tierra. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.