Cuando Lord Carnarvon murió en su hotel de El Cairo en 1923 la escritora Marie Corelli recordó una antigua maldición, que supuestamente estaba escrita en un antiguo texto árabe: "La muerte extenderá sus alas sobre todo aquel que se atreva a entrar en la tumba sellada de un faraón". La escritora era muy popular en Gran Bretaña y había augurado algún tipo de protección supraterrenal de la tumba de Tutankamón. Cuando supo de la enfermedad de lord Carnarvon dijo, "no puedo dejar de pensar que ha corrido algún riesgo al perturbar el descanso final de un rey de Egipto cuya tumba estaba especial y solemnemente custodiada y robarle sus posesiones".

Cuando el aristócrata murió poco después, sus palabras fueron consideradas proféticas.

A principios del siglo XX no se tenían los conocimientos científicos que existen en la actualidad y de ahí que no pudieran dar una explicación más realista que un hechizo mágico protector. Detrás de lo que se pensaba que era una maldición, según los investigadores actuales, podría encontrarse un tipo de hongo.

El hallazgo de la tumba de Tutankamón

La tumba del faraón Tutankamónfue descubierta en el Valle de los Reyes el 4 de noviembre de 1922. Por suerte, el sepulcro no había sido profanado estaba casi intacto y conservaba la mayor parte del ajuar funerario del monarca. Tras 10 años, cuando terminó la excavación, se documentaron más de 5.000 objetos.

Sin embargo, diversas muertes alimentaron el mito de la maldición de Tutankamón. Además, diversos periódicos en incluso el mismísimo Arthur Conan Doyle, el padre de Sherlock Holmes, contribuyeron a propagar la creencia de que una terrible maldición perseguiría a quienes se habían atrevido a profanar la tumba del faraón.

De las 58 personas presentes en la apertura de la tumba y del sarcófago de Tutankamón, sólo murieron ocho en los doce años siguientes.

Algunos periódicos ingleses llegaron a atribuir a la maldición la muerte de unas treinta personas, entre ellas la del propio lord Carnarvon. Justo ese mismo año, 1923, murió el hermano de Carnarvon y Archibald Douglas Reid, encargado de radiografiar la momia de Tutankamón. Poco después murió el arqueólogo Arthur Mace, que abrió la cámara funeraria junto con Carter. También murió Richard Bethell, secretario de Carter, en 1929; el arqueólogo Alby Lythgoe, del Museo Metropolitano de Nueva York, en 1934; los directores del departamento de antigüedades del Museo Egipcio de El Cairo...

Sin embargo, la estadística no demostraba para nada que hubiese una maldición: de las 58 personas presentes en la apertura de la tumba y del sarcófago de Tutankamón, sólo murieron ocho en los doce años siguientes.

La explicación de las muertes

En relación a estas muertes y sobre si es posible que estuvieran relacionadas con la tumba, el microbiólogo de la Universidad de Salamanca Raúl Rivas sugiere que la explicación podría encontrarse en microorganismos dormidos durante milenios, como algunos hongos de la especie Aspergillus, cuyas esporas pueden permanecer viables durante siglos o incluso milenios.

Esto explicaría por ejemplo, la muerte de lord Carnarvon, quien ya tenía muy mala salud desde que sufrió un accidente automovilístico años atraás. La explicación tradicional dice que murió cuando por error se afeitó una picadura de mosquito que se infectó y acabó causando su muerte por septicemia. Sin embargo el especialista en microbiología Raúl Rivas abunda en las explicaciones establecidas por otros investigadores que piensan que la causa de la muerte podría haber sido una infección fúngica cuando el aristócrata inhaló esporas de Aspergillus en la tumba de Tutankamón. Esto le habría provocado una aspergilosis pulmonar de tipo invasivo, una enfermedad muy grave que terminó con su vida.

Momias repletas de hongos

Varios estudios recientes han constatado la presencia de este tipo de hongos sobre diversas momias lo que podría haber provocado enfermedades en aquellos con la salud más débil, como lord Carnarvon o como George Jay Gould quien también estuvo presente en la apertura de la tumba y que murió de una neumonía en 1923.

Actualmente las supersticiones son mucho menos habituales gracias, al menos en parte, a las explicaciones científicas como en el caso de la supuesta maldición de Tutankamón.

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