Sin duda, a Héctor Garrido las estructuras fractales de las marismas de Doñana le han abierto puertas inesperadas. Con las fotografías captadas a lo largo de años ha realizado un libro extraordinario y una consecuente exposición, “Fractales, las marismas y Doñana”, que actualmente puede verse en el Palacio de la Moncloa de Madrid, y en más adelante viajará a otros lugares de España. Y además, su trabajo sobre esas simetrías naturales mil veces replicadas fue la fuente de inspiración de los autores de la exitosa película La Isla Mínima. Héctor Garrido nos cuenta qué es lo que más le fascina de estas estructuras geométricas que, como la vida, luchan por mantener el orden en medio de un cierto caos.

National Geographic: ¿Cómo y cuándo fue tu primer vuelo sobre las marismas de Doñana? Puedes explicar brevemente cómo se desarrolla cotidianamente tu trabajo como fotógrafo que trabaja para los científicos del CSIC?
Héctor Garrido: La primera vez que volé sobre Doñana fue como acompañante casual en un censo aéreo de aves acuáticas para la Estación Biológica de Doñana/CSIC. Entonces el censador era Luis García y yo un muchacho, casi un niño. Acompañé a Luis en muchas ocasiones, a lo largo de varios años, al principio de forma ocasional y después con cierta continuidad hasta que en 1996 comencé a realizar yo mismo esos censos aéreos. Y desde la primera vez acompañado de mi cámara fotográfica.
Mi trabajo hoy en la Estación Biológica de Doñana es la realización de imágenes del espacio natural y de la ciencia que se desarrolla en él. Además, sigo llevando a cabo, mes a mes, los trabajos aéreos de conteo de aves acuáticas. Habitualmente realizo las fotografías según los criterios de algún investigador de la Estación Biológica de Doñana/CSIC que necesita un apoyo fotográfico para sus investigaciones. Otras simplemente voy nutriendo el archivo con nuevas imágenes que reflejen cómo es hoy Doñana. Es como un testigo, como dar fe visual cada día del estado de conservación de Doñana. Son fotografías cuyo valor aumenta con el paso de los años.

NG: ¿Cuándo te diste cuenta de la importancia que tenían esos patrones fractales, no solo estéticamente, sino como patrón geométrico esencial en la naturaleza?
Héctor Garrido: Cuando tenía 14 o 15 años cayó en mis manos una publicación sobre las marismas mareales de Portugal, en el entorno de Ría Formosa. Contenía algunas fotos de paisajes y de su fauna y flora. Pero recuerdo especialmente una imagen aérea que mostraba un paisaje fractal ramificado de caños y esteros. Cada noche volvía sobre el librillo, que me aguardaba en la cabecera de la cama y me dedicaba durante mucho tiempo a contemplar aquella fascinante estructura. No lograba entender la razón por la que aquella fotografía me causaba tanta fascinación. Pero era una especie de vicio recurrente. Pienso que durante todos estos años aquella fotografía ha podido actuar como una marca indeleble en la memoria, aunque de una forma muy rudimentaria, porque cuando hace poco, revolviendo papeles viejos, he vuelto a encontrarla, me ha sorprendido ver que no guarda tanta similitud, en realidad, con mis trabajos actuales, más allá de presentar un paisaje similar.
En aquel tiempo no solo los paisajes, sino las estructuras naturales de todo tipo también llamaban fuertemente mi atención. Con 12 años compré un enorme atlas de anatomía humana profesional en tres tomos que casi llegué a memorizar, lámina a lámina. Las estructuras dendríticas de las redes circulatorias o neuronales son, simplemente, fascinantes. Pienso en aquel niño que pasaba horas buceando en un enorme atlas de anatomía y que, para sorpresa de sus padres, nunca se le pasó por la cabeza estudiar medicina. Porque lo mío era una fascinación más allá de la ciencia.

NG: ¿Podríamos decir que "primero viste y luego entendiste"?
Héctor Garrido: Sin duda, primero percibí el tremendo poder de esos paisajes y quedé fascinado. Es una extraña sensación la que causan: la de estar ante algo absolutamente nuevo, pero a la vez profundamente conocido. Al principio estaba convencido de que esos paisajes que captaba con mi cámara desde el avión no debían tener interés más que para mi. Así que los acumulaba en una carpeta personal que se llamaba algo así como “rasgos de carácter de la Tierra”. Pocas veces la mostraba.

Un buen día mi amigo el profesor Fernando Hiraldo vio esta carpeta de fotografías y me pidió que se las copiara para compartirlas con alguien a quien iban a interesar. Esa persona era Juan Manuel García Ruiz, con quien solo un año más tarde publicaba mi primer libro de fractales y quien me enseñó a comprender de forma lógica lo que tanto tiempo llevaba intuyendo. Juan Manuel García Ruíz es un gran científico y un gran divulgador. Y de su mano fue muy sencillo recorrer ese camino que me ayudó a comprender la importancia de las estructuras fractales en la naturaleza.

NG: ¿Según la definición al uso, un fractal es un objeto geométrico cuya estructura básica se repite de forma idéntica a distintas escalas. ¿Cómo nos lo definirías tú, tras tantos años de trabajo observando esos patrones?
Héctor Garrido: Las estructuras fractales son la forma de expresión de la naturaleza, su lenguaje y su lógica. Es como una ley que se repite allá donde la naturaleza está presente, sea una hoja de una planta o un gran paisaje, sea la estructura interna de un hombre o el delicado y efímero patrón de un copo de nieve.

NG: Es sin duda un concepto complicado de asimilar. De hecho se empezó a comprender su esencia mucho después de que se entendiera, por ejemplo, el movimiento de los planetas en la bóveda celeste. ¿Qué es lo más difícil de captar del tema fractal?
Héctor Garrido: En realidad es muy sencillo de asimilar porque, de alguna forma, es una información que traemos incorporada “de serie” cuando nacemos. Antes de que, a través de la educación se nos incorporen otras reglas, otras leyes, nuestro pensamiento se estructura de una forma fractal, como el de los animales. Luego incorporamos mediante la educación las reglas euclidianas y prácticamente desplazamos todo ese conocimiento atávico, ya que empieza a resultar discordante y, en apariencia, inútil. Pero está ahí, subyacente. Como aquel idioma que aprendimos de pequeños y que nunca usamos, pero que, de pronto, un día nos sorprendemos hablando o entendiendo en un momento de necesidad. Por eso se produce en muchas personas una especie de momento de fascinación enorme cuando descubren el funcionamiento de los fractales explicado convenientemente por un buen divulgador, porque de alguna forma es una conexión con nuestros conocimientos atávicos. Y a la vez porque es la comprensión de una de las leyes fundamentales de la naturaleza.
Antes ya hubo otros fotógrafos que se sensibilizaron con este tipo de estructuras y basaron una buena parte de su trabajo en ellas. En la mayoría de las ocasiones siguiendo un gusto estético basado en su magnífico poder atractivo, pero aún sin llegar a comprender las leyes que lo rigen. Alfred Ehrhardt fue un auténtico pionero y su obra es magnífica, principalmente la dedicada al Wadden See y a las estructuras naturales de caracoles y corales. Curiosamente, el día que yo cumplía mis 14 años fallecía Alfred Ehrhardt, solo nueve años después de que fuera publicada por vez primera la teoría de fractales por Benoît Mandelbrot.

NG: Aunque siempre muestran ese aspecto de orden, los paisajes fractales que tú fotografías cambian a cada momento. Como dice el cristalógrafo y amigo tuyo Juan Manuel García Ruíz, estudiar y observar los fractales es un intento de encontrar el orden donde no lo hay. ¿Cómo has percibido tú este cambio en el paisaje desde que empezaste a hacer tus primeros vuelos? ¿Cómo describirías esas transformaciones a lo largo del tiempo?

Héctor Garrido: Las transformaciones en el paisaje natural han sido muy destructivas en los últimos años. Es evidente a los ojos de todos: estamos actuando sobre la naturaleza con un nivel de agresividad nunca antes registrado en la historia y sus consecuencias ya empiezan a ser irreversibles. Es una tendencia muy preocupante que se está acelerando en todo el planeta para la obtención de materias primas y recursos que requiere una sociedad que no para de crecer.
Ciertamente, y de forma paralela, la naturaleza hace su labor callada pero constante de retornar los paisajes a sus estructuras básicas fractales. Esa es una de las causas de que, por ejemplo, cada vez con más frecuencia, muchas poblaciones sufran tremendas inundaciones: los cauces originales han sido transformados sin prever cuales son los cursos naturales del agua. Y cuando la naturaleza toma la palabra no se ajusta a nuestras estructuras artificiales.
En todo caso, no nos engañemos: la naturaleza tiende a retornar los paisajes a sus estructuras fractales, pero no las devuelve a su estatus de biodiversidad anterior. Un paisaje contaminado o esquilmado podrá volver a presentar nuevamente una estructura fractal, pero no a proporcionar los recursos para que la vida, su biocenosis local, retorne a su estado anterior.

NG: La  exitosa película La Isla Mínima se inspiró en tus fotos, el guión refleja también esa incertidumbre que nos resistimos a aceptar. Esa multitud de historias que jamás acaban de cerrarse del todo, como pasa con los paisajes fractales en la naturaleza. Como pasa también en la vida cotidiana. Cuéntanos qué ha significado para ti colaborar con la realización de esta película.

Héctor Garrido: Es muy curioso que el guión de La Isla Mínima quedara tan impregnado del espíritu de las fotografías, que acabó siendo una historia con cierta estructura fractal. El final ramificado, como inconcluso, abierto, es una de las claves de la película. Y al mismo tiempo es un hecho que ha dividido al público, ya que, sin embargo, ha habido una buena parte de los espectadores que reclamaba un final cerrado, un final simplificado.
Sin duda, el filme ha sido un maravilloso escenario que ha dado mucha visibilidad a un trabajo que vengo realizando hace más de 20 años. Ha supuesto una oportunidad para testear hasta qué punto es universal el lenguaje con el que hablan mis imágenes. Y colaborar con Alberto Rodríguez y su equipo ha sido una experiencia preciosa, sin duda.

NG:  Para terminar…¿qué te traes entre manos ahora, profesionalmente hablando?
Héctor Garrido: Justo ahora estamos maquetando mi nuevo libro, sobre el que llevo trabajando seis años: “Cuba Iluminada”, que estará en la calle a principios de la primavera de 2016. También estoy haciendo la asesoría visual para dos nuevas películas de cine que ya están en producción. Y paralelamente a todo esto estoy preparando nuevos trabajos sobre fotografía aérea que creo que serán, una vez más, muy sorprendentes.