La vida de las monjas de clausura católicas en México

En este reportaje nos adentramos en un convento de clausura mexicano para saber qué ocurre entre sus paredes

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Siempre quiero saber lo que ocurre entre bastidores. Ya esté fotografiando un parti­do de béisbol o una función de ballet. Me gusta mirar detrás de las cortinas y ver cómo es en realidad la vida de las personas. Así que cuando me dieron una beca para pasar tres años documentando la vida de las monjas de clausura católicas en México, no lo dudé.

En Puebla, donde me he criado, al­gunas iglesias católicas tienen más de 400 años. Las primeras hermanas que hubo aquí ayudaron a los españoles a difundir el catolicismo en el país. Pero muchas monjas permanecen recluidas dentro de los conventos y tienen prohibido relacionarse con el mundo exterior. Cuando yo era pequeña creía que eran una leyenda.

Una fotógrafa en el convento

Lograr acceso a su mundo no fue fácil. Cuando llamaba a la puerta de un convento, me decían que me fuera y luego me daban con la puerta en las narices. Pero yo soy tozuda y persistente, y al final me dejaron entrar.

Algunas monjas tomaron los votos para evitar el matrimonio

Al preguntar a las monjas por qué habían tomado los votos, algunas me contestaban que habían sentido la llamada; otras lo habían hecho para evitar el matrimonio. Y hubo dos que habían formado parte de una banda de rock y se habían hecho monjas buscando un sentido espiritual a sus vidas.

Todas las mañanas empezaba el día igual que ellas, a las 4.30 horas. Sus cantos eran mi despertador. Luego las seguía mientras hacían sus oraciones y sus tareas diarias, como lavar, limpiar y cocinar.

Enseguida me di cuenta de que también se divierten. Ríen y bailan, juegan a cartas y a otros pasatiempos, escuchan rock-and-roll… Conocí a una que era fanática del fútbol. Veía los partidos en la televisión y seguía a los equipos que le gustaban; incluso rezaba por los jugadores y saltaba de alegría cuando ganaban.

Mi propósito con esta serie fotográfica es mostrar la vida diaria de aquellas personas a quienes la reclusión ha convertido en invisibles. Quiero que todo el mundo vea lo vivas que están y lo humanas y femeninas que son. Quizás algún día su modo de vida de­saparezca. Pero todavía no.

Foto: Marcela Taboada

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Visita a un monasterio franciscano

Una procesión de monjas –a las que se permitió salir del convento un día para visitar un monasterio franciscano– desfila frente a una colorida pared en Cholula. Las monjas de clausura también pueden salir si tienen una visita con el médico o el dentista, pero siempre deben ir acompañadas por otra monja.

Foto: Marcela Taboada

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Un poco de ejercicio

Clara Eugenia Lavarte Cabrera, de 76 años de edad, monta en una bicicleta estática en su entrenamiento vespertino. "El ejercicio es importante en todas las fases de la vida", le dijo a la fotógrafa. Cuando era joven nadaba y montaba a caballo. Hoy monta en bicicleta y corre en cinta ergométrica.

Foto: Marcela Taboada

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Hermana mayor

Marcela Taboada tomó esta imagen de la hermana Teresa, de 83 años de edad, mientras esperaba para entrevistarse con la abadesa del monasterio. "Padece de lupus, por lo que, cuando me acerqué me di cuenta de que no podía levantar la cabeza para hablar conmigo, pero cuando me arrodillé para escucharla mejor advertí que hablaba con total claridad" declara la fotógrafa.

Foto: Marcela Taboada

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Un merecido descanso

En un convento católico de Puebla, la hermana Reyna María, de 23 años de edad, y novicia de la Orden de las Carmelitas Descalzas, juega al voleibol durante el recreo, entre el trabajo y la devoción.

Foto: Marcela Taboada

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Haciendo la colada

La rutina de las monjas de clausura empieza muy pronto, a las 4.30 horas de la mañana. La fotógrafa las seguía en su día a día mientras hacían sus oraciones y sus tareas diarias, como lavar y tender la ropa.

Foto: Marcela Taboada

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Reunión de monjas

La madre María del Carmen y la hermana Virginia posan frente a la mesa de los postres en una reunión de monjas procedentes de nueve conventos de la Orden de la Concepción.

Foto: Marcela Taboada

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Labores diarias

El propósito de la fotógrafa Marcela Taboada era mostrar la vida diaria de aquellas personas a las que la reclusión las ha hecho invisibles. En esta fotografía, una hermana se dispone a guardar una mesa después de celebrar un evento.

Foto: Marcela Taboada

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Liturgia cotidiana

La fotógrafa hizo esta fotografía de la hermana Emma con corona y báculo, cuando las monjas le explicaron que no existen retratos actuales de ellas.

Foto: Marcela Taboada

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Día de plancha

Una de las hermanas se dispone a planchar la colada con almidón.

Foto: Marcela Taboada

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Meditación

La hermana Elísea Sánchez, de 27 años de edad, medita después de rezar a la virgen María. Recientemente cayó enferma y pidió permiso para abandonar el monasterio de Santa Inés de Montepulciano, en Puebla, durante dos años.

Foto: Marcela Taboada

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Decoración de los altares

Una hermana de clausura se dispone a colocar un ramo de flores en el altar. Según la fotógrafa Marcela Taboada, "las monjas católicas de clausura no paran en todo el día".

Foto: Marcela Taboada

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Cíngulo con mensaje

Antes de la misa, las monjas utilizan el cíngulo del cura para formar una palabra de la liturgia sobre el mantel que cubre el altar.