En la India, «hacer el mono» adquiere otro significado. En Nueva Delhi adiestran a los langures comunes para que ahuyenten a los agresivos macacos Rhesus y otros animales salvajes que pueden invadir los espacios públicos y causar destrozos. Cuando en octubre del año pasado la ciudad organizó los Juegos de la Commonwealth, el ayuntamiento recurrió a los servicios de 38 langures.
Pero estos primates son algo más que guardias de seguridad. Los hindúes los veneran como representantes del dios mono Hanuman, cuyo ejército simiesco ayudó a rescatar a Sita, la esposa del dios Rama, de las garras de un rey demonio, según cuenta una epopeya sánscrita. Las caras y extremidades negras de los langures recuerdan las quemaduras que sufrió Hanuman durante el heroico combate.
La vida de estos primates refleja su estado de gracia. En Jodhpur, al borde del desierto de Thar, unos 2.100 langures salvajes frecuentan regularmente a los humanos en busca de provisiones. Los hindúes del lugar comparten con ellos sus meriendas en los parques, y algunos dejan que entren en sus huertos y se sirvan. Es un cambio bienvenido en comparación con la vida en el Thar, donde los monos tienen que aguzar el ingenio para encontrar plantas e insectos. Como la mayoría son arborícolas, suelen instalarse en lo alto de los riscos del desierto o en los tejados de las casas.
Pero la población humana de la región está creciendo muy deprisa, y la gente podría tomar represalias si las visitas de estos monos a los huertos se transforman en incursiones masivas a los cultivos. Incluso unos animales tan queridos como éstos podrían enemistarse con sus anfitriones.