Farzan Sheikh estaba en su cuarto haciendo los deberes de matemáticas cuando oyó una escandalera en la calle. Era el 28 de marzo de 2017, a media tarde, y por su barrio de Srinagar, en la zona de Cachemira administrada por la India, pasaba un cortejo fúnebre.
Movido por la curiosidad, el adolescente, de 16 años, salió a la calle, donde llegó a entrever el cadáver amortajado que portaban en procesión. Entonces oyó consignas procachemires y vio que la policía india empezaba a lanzar gases lacrimógenos y a disparar perdigones para dispersar a la multitud. Sheikh corrió hacia el callejón que llevaba a su casa. «Vi un policía que me apuntaba con un arma y me disparó a bocajarro –declara–. Fue lo último que vi».
Cayó al suelo, sangrando por el ojo izquierdo; tenía la parte izquierda del tronco –abdomen, pecho y cuello– acribillada de perdigones de plomo. Un desconocido lo trasladó en moto al Hospital SMHS, el principal centro sanitario público de Srinagar. Allí lo localizaron sus padres.
Perdió la vista del ojo izquierdo. Le habían disparado con un arma cuya prohibición reclama Amnistía Internacional a la India. Los cartuchos de perdigones contienen hasta 630 fragmentos metálicos que se dispersan indiscriminadamente. Las fuerzas de seguridad indias usan estas armas para sofocar revueltas, pero aunque no maten, su munición causa graves heridas.
Los cartuchos de perdigones contienen hasta 630 fragmentos metálicos que se dispersan indiscriminadamente
Los problemas de Cachemira se remontan, como mínimo, a la creación de los Estados modernos de India y Pakistán en 1947. Desde entonces han estado en guerra en dos ocasiones por esta región himalaya de mayoría musulmana, que ambos reclaman y se han repartido. China también está en el ajo, pues controla casi una quinta parte de Cachemira. La región administrada por la India, que abarca el estado de Jammu y Cachemira, es el único estado indio en que los musulmanes superan de lejos a los hindúes: un 68% frente al 28% hindú. (Sijs, budistas y cristianos completan el porcentaje restante).
Muchos cachemires llevan décadas reclamando la independencia. Otros se identifican con Pakistán o con la India y desean integrarse en uno u otro país.
Movimiento separatista cachemir
Desde el año 1989 un ala militar del movimiento separatista cachemir ha intensificado esta disputa territorial. El Gobierno indio considera este elemento armado un grupo terrorista insurgente y lo combate con soldados y unidades paramilitares como la Fuerza Central de Reserva Policial (CRPF, por sus siglas en inglés). Según la India, el conflicto se ha cobrado 40.000 vidas; según los separatistas cachemires, casi 95.000.
La región administrada por la India, que abarca el estado de Jammu y Cachemira, es el único estado indio en que los musulmanes superan de lejos a los hindúes: un 68% frente al 28% hindú
El SMHS ha tratado como mínimo mil lesiones oculares por perdigonazos desde que en julio de 2016 la muerte de un conocido militante en combate con fuerzas gubernamentales sacó a los cachemires a las calles. Aunque en toda la India se registran periódicamente protestas populares en contra de asuntos diversos, la policía india solo dispara perdigones en Cachemira. La CRFP ha declinado responder preguntas sobre el uso de estas armas.
«Hace 70 años, el sentimiento antiindio entre los cachemires quizás existiese en la lengua, no en las entrañas –dice Zahoor Wani, de Amnistía Internacional–. Después pasó a la sangre. Ahora ya está en los genes. Se fortalece con cada generación».
La noche del 7 de agosto de 2017, Farzan Sheikh estaba delante de su casa desactivando un limitador para apagar la farola que apuntaba directamente a su dormitorio del primer piso. «En cuanto la apagué, oí un vehículo», dice. Era de la Fuerza Central de Reserva Policial. No oyó advertencia alguna, solo un estallido que sonó como un balazo, amplificado en el silencio de la noche.
«Cuando abrí los ojos, vi una oscuridad total», dice el joven, que esa vez había recibido un perdigonazo en el ojo derecho. Tras un rosario de operaciones, los médicos dicen que Sheikh no recobrará la visión del ojo derecho. En el izquierdo se ha sometido a cuatro intervenciones, y creen que a base de tiempo y cirugías podría llegar a recuperar un 40 o 50% de visión en ese ojo.
«Perdí la vista por nada –se lamenta Sheikh–. Estoy furioso, furioso con todo el mundo». Si recupera parcialmente la visión, piensa empuñar un arma y unirse a la insurgencia. «Mi enemigo no es una persona concreta –dice–. Son las fuerzas de seguridad en pleno».