A Tino soriano, fotógrafo y colaborador habitual de National Geographic, el tema de la medicina le ha interesado desde siempre: de hecho, lleva más de tres décadas documentando la evolución de esta disciplina en la sociedad contemporánea.


Hace algún tiempo, justo en el cambio de milenio, Soriano empezó a reflexionar sobre un dato muy relevante.

«Según estimaciones de la OMS y del Banco Mundial, una parte muy importante de la población mundial está privada de servicios de salud básicos, ya seapor razones económicas o de ubicación –dice–. Y una tercera parte de los habitantes del planeta no tiene acceso regular a fármacos elementales;una cifra que asciende hasta un 50 % en las zonas más pobres de África y Asia. Estos datos me llevaron a indagar cómo se afronta la enfermedad y su curación en los lugares más remotos y aislados de la Tierra».

El ser humano lleva practicando el arte de curar desde prácticamente sus orígenes como especie. A lo largo de la historia, las sociedades humanas dispersas por el mundo fueron desarrollando distintas técnicas para prevenir y curar la enfermedad, y aunque el progreso científico ha permitido pasos de gigante en la gestión de las distintas afecciones, las prácticas más ancestrales aún perviven, conviven y se solapan con la cien­­cia médica actual.

Un trabajo que le ha llevado a una quincena de países


La OMS define como medicina tradicional todo el conjunto de conocimientos, aptitudes y prácticas basados en teorías, creencias y experiencias indígenas de las diferentes culturas, sean o no explicables, usados para el mantenimiento de la salud, así como para laprevención, el diagnóstico, la mejorao el tratamiento de enfermedades físicas o mentales.

«Mi intención es documentar gráficamente un mundo en vías de desaparición» (Tino Soriano)


Se trata de un concepto tan vasto que abarca desde medicinas alternativas de tradición milenaria, como la china o la india, hasta prácticas de nula efectividad que se encuadran más bien en el ámbito de la tradición chamánica, la magia o simplemente la falacia.


En ese marco, e inspirado por una curiosidad antropológica, Soriano lleva años recopilando imágenes de conocimientos relativos a esa medicina más ancestral, así como de habilidades y prácticas todavía vigentes en numerosas culturas indígenas. Para ello ha viajado a lugares tan distantes como Cuba, China, Israel, la India, Benín, Thailandia, Brasil, México, Vietnam, Myanmar, la australiana isla de Hook, Hong Kong, Etiopía, Perú, Italia y también España.


La recopilación de imágenes no ha sido tarea fácil. «En muchos lugares es muy complicado fotografiar y documentar esas prácticas –afirma el fotógrafo–. Por lo general los sanadores se muestran muy desconfiados. Negociar el permiso de acceso puede llevar varios días, y otros tantos llegar a esos lugares». Aunque ha trabajado en una quincena de países, todavía le quedan mu­chos lugares por explorar.


«Mi intención es documentar gráficamente un mundo en vías de desaparición. En la actualidad, los hijos de muchos sanadores herbales prefieren un trabajo en la ciudad más próxima a perderse cada día en el bosque para recolectar las hierbas necesarias y confeccionar remedios que aliviarán, casi gratis, los padecimientos de sus vecinos».

En este siglo marcado por el avance frenético de la tecnología, todas estas prácticas aún representan la única realidad asistencial para cientos de millones de seres humanos. Es posible que muchas de ellas se pierdan en el camino. «Por ello creo que vale la pena seguir documentándolas. Mi investigación sigue en marcha».