El cambio que experimentaron los grupos humanos en el Neolítico constituye un antes y un después en la evolución. Debido a la llamada Revolución neolítica, pasamos de ser cazadores-recolectores a agricultores sedentarios. Sin embargo, este no fue un proceso rápido, sino al contrario, como todos los grandes cambios fue el resultado de un cúmulo de pequeños cambios que se dieron progresivamente en el tiempo después del cual ya nada volvió a ser lo mismo. Aparecieron los grandes asentamientos permanentes y la especie se multiplicó en número.
Pero muchas otras transformaciones acompañaron a este trascendental momento de la evolución. Fue precisamente en el X milenio a.C. cuando apareció el que por el momento es el monumento más antiguo jamás encontrado: Gobekli Tepe, en la actual Turquía. Y desde entonces parece que se inauguró una época de auge constructivo que coincide con lo que se bautizó como la Edad de Piedra Moderna, es decir, las últimas etapas del Neolítico. Durante este periodo, se ha documentado en Gran Bretaña una especie de delirio megalitista en el que se han fechado varios monumentos colosales, entre ellos el archiconocido Stonehenge, que recientemente analizamos en este reportaje de National Geographic España del pasado agosto.