Uno, dos, tres… hasta 10 vehículos militares repletos de soldados entran en el cuartel del Bruch de Barcelona en una estampa que parece sacada de una película de guerra en lugar de la España del siglo XXI en la que vivimos. En su interior, decenas de soldados transportan muy pocas armas de fuego, y sí muchos instrumentos contra un enemigo que ha puesto en jaque a medio mundo, el SARS-CoV-2, el tristemente famoso coronavirus.
Acaban de llegar de descontaminar el Monasterio de Poblet, un atractivo turístico donde además habitan 27 monjes en el interior del conjunto cisterciense más grande de Europa, que además es Patrimonio de la Humanidad desde 1991. El abad, tras más de un mes de confinamiento, ha solicitado la limpieza de ciertas zonas para asegurar a los monjes que se encuentran en el interior, la mayoría, de edad avanzada. “Gracias a Dios no hay ningún caso positivo” apuntan a National Geographic, los responsables del enclave, “se actuó por precaución sobre las zonas más expuestas a las visitas externas y no dentro del recinto estricto del monasterio” explican. Los encargados de la misión ha sido parte del regimiento de Infantería Barcelona 63, que con sus mochilas llenas de líquido desinfectante y sus lanzas difusoras en mano han llevado a cabo la tarea.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
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Así es el enemigo a vencer
El rival contra el que lucha toda la sociedad mide menos de 0,0002 mm de diámetro, hay quien ni siquiera lo considera un ser vivo según los estándares marcados por la biología, sin embargo ha causado ya más de 250.000 muertos en todo el mundo. Su nombre es de sobra conocido, coronavirus SARS-CoV-2, pero la buena noticia es que también sabemos cómo es y cómo luchar contra él.
El coronavirus es muy pequeño, apenas mide 0,0002 mm, pero ya ha causado más de 250.000 muertos en todo el mundo. La buena noticia es que sabemos cómo luchar contra él.
Este nuevo coronavirus está compuesto por un núcleo de ARN (el material genético del virus) y una membrana de proteínas que lo envuelve. Simple pero mortífero, pues cada vez que infecta una célula puede llegar a crear 100.000 copias de si mismo que, tras matar a la célula infectada, salen en busca de nuevas víctimas cercanas o en otro organismo, a través de pequeñas gotitas que escapan de los pulmones.
Conocerlo ha permitido también saber cómo atacarlo. Según una investigación reciente este puede permanecer con capacidad infecciosa en el aire hasta tres horas, un día entero en el cartón y hasta dos o tres días en el plástico y el acero inoxidable. Y, por si fuera poco, el tiempo de incubación puede llegar a los 14 días, multiplicando de esta manera su capacidad de contagio. De ahí que los gobiernos de todo el mundo, el español incluido, hayan dictado estrictas medidas basadas en la limitación de las actividades y el distanciamiento social para intentar frenar la pandemia.
Operación Balmis
Dentro de las acciones del Gobierno está precisamente la movilización de las Fuerzas Armadas para luchar contra el virus en la conocida como "Operación Balmis". Su nombre no es casual, precisamente el médico español Francisco Javier Balmis encabezó la que puede considerarse la primera misión humanitaria de la historia, que entre 1803 y 1806 llevó la vacuna de la viruela hasta América y Asia. En su momento apenas 22 niños fueron inoculados con la vacuna y viajaron ultramar para evitar millones de muertos.
Francisco Javier Balmis encabezó la primera misión humanitaria de la historia, aquella que llevó la vacuna de la viruela hasta América y Asia.
En esta ocasión participan en la misión muchos más efectivos, pues está involucrado el Ejército de Tierra, la Armada, el Ejército del Aire y la Unidad Militar de Emergencias (UME), lo que supone miles de militares realizando, principalmente, tareas de descontaminación en zonas con un especial riesgo de contagio.
En total, más de 90.000 efectivos que han realizado miles intervenciones en más de 1.200 poblaciones de toda España. Como explica el teniente coronel Asensi, del batallón de Infantería motorizada Cataluña 63 al hablar de su labor, “cuando vamos a una misión ponemos toda la carne en el asador y veintitantas personas desinfectando a la vez hacen una labor muy grande”.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
El control del miedo
Mucha gente, sobre todo al principio de la declaración del estado de alarma, sintió miedo por la posibilidad de contagiarse de esta enfermedad que ha infectado a más de cuatro millones de personas en todo el mundo. Miles de sanitarios se enfrentan sin dudar cada día al virus atendiendo a pacientes infectados, intentando salvarles la vida, cuidándoles en unas condiciones de trabajo extenuantes. La tarea de las Fuerzas Armadas no es atender a los pacientes, sino evitar que aumente la cantidad de infectados. Es por ello que el Ejército ha tenido que acudir a esos espacios donde existía un mayor riesgo de contraer COVID-19: desde residencias de ancianos donde se habían detectado positivos hasta las propias instalaciones hospitalarias. Y la gestión del miedo es un factor esencial en todos estos profesionales que luchan en primera línea contra el coronavirus.
“Miedo no, lo que tenemos es respeto. Pero es algo inherente a nuestra profesión” explica tranquilo el capitán Cabrera, del regimiento de Infantería Barcelona 63. “El miedo nace de un desconocimiento. Tanto en esta como en otras situaciones lo que hacemos es un análisis razonado del peligro. Una vez hecho este análisis analizamos cuáles son las medidas que se deben tomar para minimizarlo. Al conocer cuanto tiempo permanece el virus en las superficies y cómo se contagia, adopto medidas necesarias para evitarlo” argumenta el capitán. Y es que, al igual que suele ocurrir en el ámbito sanitario y como apunta el soldado Bosch de la misma compañía, “para nosotros esto no es un trabajo, es vocación, es un estilo de vida”.
Es importante conocer las fases del peligro y no bajar la guardia. "El momento en que te confías y pierdes el respeto es muy peligroso", apunta el capitán Cabrera.
Un peligro siempre genera miedo, pero poco a poco ese miedo se acaba transformando en respeto. “Conozco cuál es el riesgo, pero también sé cómo afrontarlo” apunta Cabrera al respecto. Eso sí, también es importante conocer las fases del peligro y no bajar la guardia, pues la amenaza sigue presente. “El miedo genera una alarma y la exposición a ese riesgo sin consecuencias, por ejemplo no ves gente morirse por la calle, hace que le pierdas el respeto y te relajes. La tensión que tenías inicialmente pasa a entrar en una fase peligrosa que es lo que está pasando en la calle. Realmente crees que no pasa nada porque tú empíricamente ves que no ha ocurrido nada, lo cual no quiere decir que la amenaza no siga estando ahí. Ese es un momento muy peligroso, el momento en que te confías y pierdes el respeto” explica el capitán Cabrera.
El teniente coronel Asensi tiene una opinión similar al respecto: “siempre que te relajas es cuando llegan los errores. La amenaza sigue estando latente y no diferencia si has bajado o no la guardia”. Una reflexión interesante recordar justo ahora, en pleno desconfinamiento, cuando abundan las imágenes de cientos de personas paseando despreocupados, sin mascarilla, como si el coronavirus se hubiera esfumado de la faz de la Tierra por arte de magia.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
Especialistas en guerra química
Una de las piezas clave a la hora de luchar contra el coronavirus han sido los especialistas en la lucha contra peligros químicos y biológicos del Regimiento Nuclear, Biológico y Químico (NBQ) nº1 situado en Paterna, Valencia. Este destacamento se compone de diferentes unidades de reconocimiento, de descontaminación, de toma de muestras de agentes NBQ y de laboratorios donde analizan las muestras que recogen los equipos. En total unas 350 personas que son quienes mejor conocen el peligro de este tipo de patógenos.
Una de las principales misiones de este regimiento es la de “apoyar a otras unidades militares en la defensa contra agresivos NBQ en cualquier escenario, anulando o neutralizando sus efectos”, explican en su propia página web . Y es exactamente una de las tareas que han realizado a lo largo y ancho del estado, formando a las distintas unidades ubicadas en distintas partes de España. Como explica el sargento Serrano, del Regimiento Barcelona 63, “nosotros hemos recibido instrucción por parte del regimiento NBQ el más especialista de España. Con ellos hemos desinfectado dos residencias de ancianos, uno de los lugares donde existe un mayor miedo en la sociedad, pues son más vulnerables”.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
Pero el Ejército ya tenía una formación esencial relacionada con desafíos de índole química y biológica. Como apunta el sargento Serrano, “dentro de la formación militar todos tenemos un nivel básico NBQ, y además siempre hay un experto NBQ en el batallón. Solo hemos tenido que adaptar nuestra formación a unas recomendaciones para el COVID-19”, explica. Gracias a esta formación conocen los peligros químicos y biológicos así como la importancia de seguir estrictamente los protocolos de seguridad para evitar contagios: desde cómo colocarse correctamente los Equipos de Protección Individual (EPI) hasta las zonas donde existe un mayor peligro por acumulación de agentes patógenos, el tipo de actuación según el lugar al que acuden, etcétera.
Precisamente uno de los protocolos que se han visto modificados a partir de la formación impartida por la Unidad NBQ de Valencia es el de descontaminación tras una misión, el cual se realiza en las siguientes 4 fases, tal y como nos detalla el sargento Serrano.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
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La Unidad Militar de Emergencias
Otra de las unidades especializadas que está llevando a cabo tareas de descontaminación por toda España es la Unidad Militar de Emergencias, las famosas UME. Su puesta en escena no es tan espectacular, hay quien incluso los confunden con bomberos por los vehículos rojos que utilizan en sus desplazamientos. Como explica el teniente coronel Asensi, “La UME estuvo [en Barcelona] un par de semanas con carácter permanente y luego se marcharon a otro destino”. Se trata de una unidad acostumbrada a moverse por todo el territorio pues como apuntan desde el Ministerio de Defensa “el esfuerzo principal de la UME durante toda la operación estará centrado en tareas de desinfección, apoyos logísticos, trabajos específicos en zonas confinadas”.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
Ellos, al igual que otras unidades del ejército, han desinfectado zonas como aeropuertos, estaciones de tren, hospitales, comisarías, centro de distribución de alimentos e incluso el interior de residencias de mayores donde se habían dado casos positivos, lo cual aumenta notablemente el riesgo. Como apunta el coronel Martínez Ávila, del Regimiento de Infantería Barcelona 63, “la UME tiene más experiencia, sobre todo en el tema de desinfección de interiores con positivos”, de ahí que los altos mandos asignen las misiones a las distintas unidades en función de la experiencia, la peligrosidad, la disponibilidad y la cercanía.
Las unidades de la UME han desinfectado zonas como aeropuertos, estaciones de tren, hospitales, comisarías, centro de distribución de alimentos e incluso el interior de residencias de mayores de toda España.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
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Pero, ¿cómo se decide qué lugares tiene prioridad frente a otros?¿A qué lugares acude el Ejército? Nos lo explica detalladamente el coronel Martínez Ávila, “en el caso concreto del monasterio de Poblet los monjes solicitaron la descontaminación a protección civil quien pasó la petición a la delegación de gobierno y de ahí al Ministerio de Defensa. Una vez ahí el Mando de Operaciones decide si es el ejército de Tierra, Mar, Aire o la UME quien se debe encargar. Finalmente Tierra decide quién debe realizar la operación”. “En el caso de Barcelona lo tiene fácil, solo estamos nosotros” bromea el coronel.
Desinfección de una comisaría y un monasterio
Volviendo al caso concreto de la desinfección del monasterio de Poblet, en Tarragona, parte de los militares desplazados durante la misión nos explican los detalles de la actuación. Unas 27 personas han tardado casi 3 horas en descontaminar las zonas de acceso a la abadía cisterciense en esta descontaminación preventiva donde no se han dado casos positivos de COVID-19. “Cualquier medida preventiva ayuda a tranquilizar a la comunidad y sobre todo a los futuros visitantes” nos explican desde el Real Monasterio de Santa María de Poblet.
En el caso de la descontaminación de una comisaría de Tarragona, otra de las misiones realizadas este mismo 23 de abril por otro equipo del mismo acuartelamiento del Bruch, según nos explica la soldado Pahissa, “las 25-30 personas que hemos acudido hemos tardado entre 3,5 y 4 horas para limpiar el interior y los accesos”.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
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Evidentemente el tiempo que tardan en descontaminar cada lugar depende de muchos factores, desde el tamaño de la zona a limpiar hasta la cantidad de personas movilizadas para la operación. Cuando los militares llegan a la zona analizan cómo llevarlo a cabo de la manera más eficiente posible, analizando qué zonas se deben desinfectar y las rutinas de la instalación. “En Poblet, por ejemplo, con los frailes recluidos analicé cuáles eran los puntos más conflictivos: por dónde entraba la comida, quién se la distribuía, los itinerarios que usaban, … Busco 'puntos calientes' donde voy a volcar el esfuerzo principal de esa operación. Por ejemplo en los centros hospitalarios pregunto dónde salen a fumar o a descansar, y allí realizamos un esfuerzo especial, porque son zonas de relajación, donde se baja la guardia y donde se puede cometer algún error” explica el capitán cabrera.
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La confianza en el Ejército
Muchos de los vecinos de Barcelona desconocen la existencia un acuartelamiento militar en su ciudad, en el barrio de Pedralbes. “Desde el 2008, los gobiernos municipales de la ciudad han pedido al Ministerio de Defensa que lo ceda a la ciudad para usos sociales, pero la petición no ha prosperado”, apuntan desde el Ayuntamiento de la ciudad condal.
Yendo más allá, según datos del estudio 3188 del Centro de Investigaciones Sociológicas de septiembre de 2017, casi un 30% de los españoles tenía una visión regular, mala o muy mala sobre las Fuerzas Armadas.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
¿Mejorará esta valoración social con las actuaciones que está llevando a cabo el Ejército frente al coronavirus? Le pregunto directamente al coronel. “Este tipo de misiones nos acercan un poco más a la sociedad y muestra un poco más nuestra labor. la verdad es que estamos aquí para ayudar en lo que podamos. Me encuentro más que orgulloso de la labor que están haciendo en mi regimiento, de su entrega… Están dando una imagen estupenda el resto de la sociedad” sentencia Martínez Ávila.
"Me encuentro más que orgulloso de la labor que están haciendo en mi regimiento, de su entrega… Están dando una imagen estupenda el resto de la sociedad" apunta el coronel Martínez Ávila.
Foto: Jorge Delgado-Ureña
Foto: Jorge Delgado-Ureña
Muchas veces se asocia a las Fuerzas Armadas con destrucción, tiros, tanques y guerras, pero en esta ocasión su trabajo es una lucha contra la muerte. Misiones como estas “ayudan a humanizarnos, demuestra que somos seres humanos, y que no somos esas máquinas sin alma que suelen aparecer en las películas. Tenemos familias, tenemos amigos, nos gusta divertirnos… ¡somos tus vecinos! Somos parte de la sociedad”, explica Martínez Ávila.
La soldado Pahissa opina de la misma manera: “existe mucho desconocimiento sobre el ejército”. Ellos mismos lo han vivido en sus propias carnes. En alguna misión, como apunta el capitán Cabrera, “nos han recibido con aplausos y nos ha dicho Bienvenidos a Barcelona”.
En algunos sitios “nos han recibido con aplausos y nos ha dicho: Bienvenidos a Barcelona”, explica el capitán Cabrera. A pesar de que existe una estructura permanente en la provincia.
Como toda la población, el deseo de todos estos militares es que la cifra de muertos e infectados se acerque al cero, que desaparezca la acechante guadaña del coronavirus. Con este objetivo trabajan, “con el orgullo bien alto por poder ayudar y por poder hacer algo por el país” apunta el soldado Bosch, pues su único deseo es que la situación se normalice: “ir a la montaña, a la playa…” explica ilusionado Bosch “¡y salir a tomar algo con los amigos!” concluye con entusiasmo Pahissa.