Aproximadamente el 60% de los patógenos humanos estudiados son zoonóticos; es decir, se transmiten al ser humano a partir de animales. Se trata de microorganismos que inicialmente infectaban animales y, debido a pequeñas mutaciones, son capaces de contagiar humanos. En este último siglo, una media de dos virus al año ha pasado de su hospedador original al ser humano. Estamos hablando de patógenos que provocan enfermedades como el SIDA, la Covid-19, la gripe porcina, la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo o la viruela del mono entre otras.

Pero, ¿por qué se produce este aumento de las enfermedades zoonóticas?

Las evidencias señalan a la, cada vez mayor, intervención del ser humano en los ecosistemas de la Tierra. Actividades como la deforestación para el establecimiento de cultivos y ganaderías o para el crecimiento de las ciudades, el tráfico de especies y la fragmentación de hábitats mediante la construcción de carreteras alteran el equilibrio de los ecosistemas y disminuyen la biodiversidad. En consecuencia, se favorece el desarrollo de patógenos, potenciales hospedadores y vectores, ya que se encuentran más cómodos en su entorno dada la escasez de otras especies más hostiles. Estas prácticas propician la proliferación de especies con un sistema inmunitario más reforzado, como ratas o murciélagos y otros animales reservorio de patógenos causantes de enfermedades zoonóticas.

Además, este tipo de comportamientos generan un aumento del contacto de humanos, ganado y animales domésticos con animales salvajes que pueden ser reservorio de dichas enfermedades. Por ejemplo, en 2003, el virus que provoca la enfermedad conocida como la viruela del mono, se introdujo en Estados Unidos a través de un cargamento que transportaba 800 pequeños mamíferos desde Ghana hasta Texas. Alguno de estos animales reservorio contagió a varios perritos de las praderas que actuaron como vector provocando el contagio de 47 personas.

Por otro lado, el cambio climático global que el ser humano ha causado favorece la expansión tanto de los microorganismos patógenos como de los vectores fuera de sus áreas de afección comunes debido a su preferencia por ambientes húmedos y cálidos, facilitando la aparición de determinadas especies en nuevas áreas donde pueden llevar enfermedades antes desconocidas o erradicadas.

Frente a esta problemática provocada por la acción del hombre, tenemos la responsabilidad y la imperiosa necesidad de solucionarla. Especialmente nuestra generación, la cual ha heredado esta situación y es la que realmente tiene en su mano el poder de ponerle solución o al menos intentar minimizar sus efectos.

¿Cómo podemos lograrlo? Apostando por modelos agrícolas y ganaderos más sostenibles, conservando la biodiversidad de los ecosistemas del planeta, vigilando y regulando el tráfico de animales, frenando la extinción masiva de las especies o reduciendo nuestra huella ecológica, cambiando el modelo de consumo actual dando prioridad al producto local y, a grandes rasgos, entendiendo que nuestra salud depende de la salud de nuestro planeta.