Los incendios de la Amazonia que dejaron seco al pulmón verde de nuestro planeta, las temperaturas record de la Antártida que nos dejaron helados, los devastadores incendios de Australia que dejaron sin hogar a tantos millones de animales, algunas de las peores inundaciones en décadas… huracanes, sequías, ciclones, olas de calor, etc. Estos han sido algunos de los desastres naturales que han sacudido nuestro planeta durante este último año. Y sin embargo, ¿Quién habla ahora de ellos? Todos estos eventos, aunque recientes, han sido eclipsados por una amenaza que a primera vista parece mucho más inminente y global; la pandemia del virus que la OMS ha bautizado como Covid-19. Pero si miramos bien, podemos descubrir un patrón en estos retos a los que se enfrenta el planeta Tierra, todos tienen una misma cosa en común; la acción del ser humano.

A la luz de esta crisis sanitaria y social, el mundo parece haberse olvidado de que también nos encontramos en medio de una crisis climática, como bien demuestran los informes del IPCC. Y estas crisis van de la mano. El Covid-19 forma parte de una amplia familia de virus llamados coronavirus (CoV), que pueden contagiarse a través de una transmisión zoonótica, es decir, de animales a humanos. Es más, el 60% de las enfermedades infecciosas humanas son zoonóticas*. La pérdida de biodiversidad y la destrucción de ecosistemas enteros son caldo de cultivo para las epidemias, provocando migraciones de animales salvajes aumentando nuestro contacto con estos, y el calentamiento global aumenta las enfermedades transmitidas por vectores, aumentando la temperatura en distintas áreas geográficas y haciendo que los vectores de climas cálidos migren a estas. Pretendemos mantenernos sanos en un planeta que, desgraciadamente, nosotros hemos enfermado.

Los datos son muy claros; el clima global está cambiando y el causante del cambio es el hombre. Nuestro modelo económico lineal (producir, consumir, desechar) es terriblemente insostenible y egoísta. Conduce a la acumulación de residuos, contaminación, y a la explotación de los recursos naturales. Además, los beneficios del crecimiento económico no se reparten de manera igualitaria en el mundo, dejando más vulnerables que nunca a los países más pobres frente a los efectos del cambio climático, sin acceso a nuevas tecnologías. Un ejemplo más, de cómo la crisis climática tiene varias facetas, y una de ellas es una crisis humanitaria. Este estilo de vida de producción y consumo que incluso hemos llegado a considerar un derecho, es el causante de los problemas más serios a los que se enfrenta la humanidad; el aumento del efecto invernadero, la acidificación de los océanos, la erosión del suelo fértil, la subida del nivel del mar… Y la acción que se tome o que no se tome en esta próxima década tendrá consecuencias significativas. Pero cuando la acción política no llega, y la justicia climática se presenta en horizontes lejanos, ha llegado la hora de que nosotros, los jóvenes, actuemos. Informándonos, aprendiendo, compartiendo, cambiando, innovando… Por nuestro futuro, y por el de todas las generaciones venideras.

*Datos obtenidos del CDC (Centros para el Control y Prevención de Enfermedades)

Clara Delso, Aldeafuente. Alcobendas (Madrid).

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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del I Concurso de redacción periodística para jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado al Día de la Tierra. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.