El fotógrafo Arturo Rodríguez estuvo muy pendiente del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma, desde el primer día de la erupción. Supo que se trataba de un momento histórico y no dudó ni un segundo en enfundarse un traje especial y acercarse a las coladas de lava para documentar lo sucedido. Algunas de esas imágenes ilustran el reportaje “El pulso del volcán”, publicado en la edición española en el número de enero de 2021 y posteriormente en las ediciones italiana y alemana. Entre las fotos más espectaculares destaca la de una espectacular vista del cono volcánico con una nube de cenizas. En primer plano, dos miembros de la Unidad Militar de Emergencias (UME), el brigada Salazar y el cabo Heredia, recogían muestras de lava enfundados en trajes especiales. Fue la imagen de portada de la edición española de ese mismo año. Pero su éxito no acaba aquí. Otra de sus fotografías de la erupción, también con el brigada Salazar como protagonista, ha sido seleccionada para ilustrar la portada del número de diciembre de 2022 de la edición estadounidense. Otro acontecimiento histórico en la carrera de este fotógrafo.
National Geographic: ¿Qué sintió al ver sus fotos publicadas en la portada de National Geographic?
Arturo Rodríguez: Podríamos decir que ha sido el sueño de mi vida. Yo me hice fotógrafo por culpa de National Geographic. Desde pequeño era muy aficionado a los documentales de naturaleza. Me decanté por esta profesión inspirado en los fotógrafos de la revista. Después de veintitantos años de carrera, la experiencia de publicar en National Geographic por primera vez y que además saliera en portada fue algo indescriptible. Cuando me lo dijeron lloré de emoción.
A lo largo de mi carrera profesional he cubierto situaciones dramáticas, como algunos conflictos en el Sudeste Asiático o la guerra de Kosovo. Pero hay una diferencia: en esta ocasión estaba en mi casa, en el lugar donde nací. No puedes evitar sentir más empatía con tus vecinos. Me encontré con familiares, amigos, lugares que recordaba jugar de pequeño y que ya no existen. Todo ello acaba desembocando en un tremendo cúmulo de emociones. Tienes la responsabilidad de contar lo que está pasando, pero también hay momentos en los que te derrumbas, o en los que tienes que soltar la cámara para ayudar a los vecinos, ya sea sacando muebles de una casa evacuada o cazando gatos para salvarlos del volcán. Las cicatrices que me dejó en el alma la erupción del volcán de La Palma son muy difíciles de eliminar. Cuando regresas al lugar de los hechos vuelves a encontrarte con personas y a visitar los lugares de los que todo pasó. A veces compruebas la localización en la que te encuentras en Google Maps y te das cuenta de que estás sobre la casa de alguien, o sobre un colegio, pero tú solo ves lava solidificada.
NG: La erupción del volcán de La Palma fue un gran reto para los reporteros gráficos ¿Era la primera vez que un volcán en erupción? ¿Tiene algún fotógrafo de referencia?
Arturo Rodríguez: Había fotografiado volcanes en Canarias e Indonesia que están activos, pero no en erupción. En cuanto a las referencias, yo tengo una regla que nunca me salto: evito mirar nunca el material de otros fotógrafos que hayan hecho algo parecido. Todas esas imágenes quedan inevitablemente guardadas en tu mente, con lo que, quieras o no, tiendes a copiar el trabajo de otros.
En un acontecimiento tan largo como la erupción del Cumbre Vieja evito leer la prensa o ver las noticias mientras estoy trabajando. En el caso de que tenga que documentarme, tampoco busco fotos sobre lo sucedido, para no contaminarme con la visión de otros profesionales. Cuando llegó al lugar compongo con lo que tengo a mano. Dejo que las cosas fluyan, me documento mucho, pero me dejo llevar y voy fotografiando de manera instintiva.
NG: Conseguir fotos como las publicadas en la revista no debe ser nada fácil. ¿Cuáles son las principales complicaciones a las que se enfrenta un fotógrafo profesional a la hora de retratar una erupción o una colada de lava?
Arturo Rodríguez: La clave está en la documentación y la accesibilidad. Las cámaras de hoy son muy buenas. En este caso todo ocurrió de manera súbita, con lo que no tuve tiempo de documentarme con anterioridad. En mi caso, fue crucial tratar a diario con científicos, bomberos, policías, gente que puede ayudarte a explicar qué está pasando y cómo funciona todo. Y ahí también fue decisiva la accesibilidad. Al mismo tiempo que tomaba fotos intentaba hacer todo tipo de gestiones para tener la oportunidad de estar allí dentro. Esa sería la gran diferencia. El acceso a la prensa estaba restringido, con lo que el reportero gráfico que consiguiese entrar en la zona afectada tendría imágenes realmente únicas. Se me ocurrió convencer a los científicos de que era imprescindible que yo estuviera con ellos, porque aquel acontecimiento histórico debía documentarse de alguna manera. Finalmente, todos estaban de acuerdo en que era importante obtener imágenes de gran calidad, y ahora tengo una excelente relación con ellos.
NG: ¿Qué medidas de protección tuvo que tomar para captar aquellas fotografías?
Arturo Rodríguez: Yo llevaba un traje ignífugo con escudo térmico, con botas de bombero, casco y máscara. No tenía un traje como el de los expertos, porque tampoco iba a estar tan cerca, pero sí que me protegía en caso de que salpicara la lava o cayera algún piroclasto.
No tenía un traje como los expertos, pero sí me protegía en caso de que cayera lava o algún piroclasto.
También es crucial contar con un equipo fotográfico profesional capaz de soportar temperaturas extremas, algo que no permiten las cámaras de aficionados. La clave en un equipo profesional es la resistencia a los golpes, la humedad y las inclemencias de la erupción. De todos modos, me sorprendió muchísimo que la cámara no se estropeara con aquellas condiciones extremas. Recuerdo perfectamente estar haciendo la fotografía de la portada y rezar para que la cámara siguiera disparando. Sabía que la imagen que estaba viendo en aquel momento tenía muchas posibilidades de tener mucho éxito. Pero estábamos a unos 70 ºC. Mi reloj se apagó, mi móvil se apagó… La cámara, por suerte, siguió funcionando.
NG: Un año después regresó al mismo lugar de los hechos para tomar nuevas fotografías. ¿En qué situación se encuentra la isla actualmente? ¿Qué fue lo que más le impactó?
Arturo Rodríguez: Lo que más me llamó la atención son las carreteras ilegales que han aflorado, así como la falta total de apoyo a toda la gente que lo ha perdido todo. Todavía hay muchos vecinos viviendo en hoteles o en casas prefabricadas, una solución que en teoría debía ser provisional. Algunas zonas de la costa aún son inaccesibles, como La Bombilla o Puerto Naos. Esta última localidad era uno de los pilares del turismo de la isla, pero hoy es inaccesible debido a la presencia de dióxido de carbono. No se sabe por qué ni hasta cuándo, lo que supone una piedra más en la tumba de la zona del valle de Aridane, uno de los lugares de la isla que producían más riqueza y más empleo.
"Un científico me comentó que en algunos lugares la ausencia de oxígeno era equiparable a la cima del Everest".
Ahora solo se puede acceder acompañado de alguien que pueda tener un detector de gases, y por un tiempo limitado. Un científico me comentó que en algunos lugares la ausencia de oxígeno era equiparable a la cima del Everest. Además, los habitantes de esta localidad se enfrentan a un problema adicional: el seguro no les cubre los daños, porque no han perdido sus casas. Es una situación dramática que no se ha solventado un año después de la erupción.
NG: ¿Ha tenido dificultades para acceder a ciertos lugares un año después de la erupción?
Arturo Rodríguez: Desde el final de la erupción la gestión de los permisos depende del cabildo insular, el gobierno de la isla. El actual responsable impide completamente la entrada. Aun así, hemos conseguido un acceso por unos días que nos ha permitido tomar las últimas fotos.

NG: ¿Qué aconsejaría a un fotógrafo profesional que nunca ha cubierto una erupción volcánica?
Arturo Rodríguez: Si tuviera que dar un consejo a otro fotógrafo, en primer lugar le diría que se ocupe de su propia seguridad, especialmente durante la erupción. En La Palma no ha pasado nada porque hemos tenido muchísima suerte. Podría haber muerto muchísima gente, pero por fortuna no sucedió. También le recomendaría que busque una cámara con un gran rango dinámico. La lava brilla muchísimo, parece una obviedad, pero eso dificulta mucho el trabajo. Conseguir plasmar los detalles en las luces y las sombras con la mayoría de las cámaras actuales es casi imposible.
Foto: Fran Pallero
El fotógrafo Arturo Rodríguez consulta el teléfono móvil para documentarse sobre la evolución del volcán, cuya colada de lava abre paso en segundo plano.
NG: El volcán de La Palma fue un auténtico reto profesional, pero ahora es momento de mirar al futuro. ¿Qué otros proyectos fotográficos tiene en mente? ¿Planea volver a fotografiar volcanes?
Arturo Rodríguez: Actualmente estoy documentándome para varios proyectos. Uno de ellos versa sobre un tema que llevamos planeando hace mucho tiempo. Implica cambio climático, salud y economía mundial, relacionado con un informe que sacó las Naciones Unidas justo antes de la pandemia. En cuanto a fotografiar volcanes, no niego que me encantaría hacerlo, pero de momento prefiero cubrir temas que me permitan documentarme con algo más de tiempo.