Que pase el próximo paciente. Ya no llamamos por número de ingreso, porque sinceramente no sabemos por cuál vamos. Estado actual: degradación crónica. Causa: parásito homo sapiens. Tiempo de vida: indefinido.

Los ojos de quien leía esas líneas podrían haberse llenado de lágrimas, pero lo hicieron de rabia. Cuestiona su propia racionalidad, porque no sabe si será capaz de seguir leyendo. Todos luchamos por evitar el sufrimiento, pero cuando lo causamos nosotros, somos los primeros en negarlo.

El estado del paciente está empeorando, la temperatura va en aumento. Debemos mantenerla bajo los 2ºC como indicaba el Acuerdo de París, pero nadie ha llegado a los objetivos propuestos. Aparte de fiebre presenta sudoración desmesurada; los polos llevan años derritiéndose y gran cantidad de glaciares ya han desaparecido. El nivel del mar aumenta, pero hay tiempo de sobra, hay muchas más propuestas hasta 2050.

Se detecta una ingesta desmesurada de vertidos tóxicos, provocando la acidificación de las aguas. La ONU indica que a este ritmo, más de la mitad de las especies marinas estarán en peligro de extinción, y ni siquiera hemos explorado lo suficiente a nuestro paciente como para conocer cada ser vivo que habita en él.

Posee heridas abiertas y parches hechos de plástico de todas partes del mundo que se han unido creando nuevos continentes, arrastrados por las corrientes marinas. Pero en ellos no habita ningún ser vivo, al contrario, se llevan su último aliento. Cada vida que se acerca a ellos queda atrapada entre los dedos de la incertidumbre, pues pocos son los que consiguen escapar. Y los que lo consiguen, quedan perdidos, y nadie sobrevive solo.

Lo perdemos, el oxígeno en sangre disminuye, lleva mucho tiempo absorbiendo los gases producidos por las industrias del parásito y se está dando cuenta de que tras eliminar más de un 30% de este aire, se está apagando, pero su corazón sigue latiendo, quiere vivir. Pero si el parásito sigue incrementando las emisiones de CO2, habrá absorbido tal cantidad de gases que no tendrá otra opción que presenciar como los esqueletos de sus habitantes se corroen por lo ácido que él mismo se ha vuelto.

Ha entrado en coma. ¿Cuánto más aguantará? Los humanos nos consideramos inteligentes aunque seamos la única especie dedicada a la destrucción. Probablemente la palabra “compromiso” sea la más nombrada en programas y reuniones, pero es eso, solo nombrar y prometer ideas sin fundamento. Estamos destruyendo un mundo que existió antes que nosotros, donde habita un océano que nos pide ayuda y se la estamos negando porque poseemos el pensamiento tatuado del “empiezo mañana”.

Duele. Y nos dolerá en un futuro. Porque vivimos bajo el efecto de un placebo llamado “egoísmo”. Y el día que ese placebo no sea suficiente para paliar el dolor de nuestro mundo, nos echaremos la culpa por no haber actuado a tiempo, a pesar de haber sabido siempre lo que tuvimos, pero haber preferido amarlo cuando se fue ¿amaremos y añoraremos nuestro mar cuando se haya ido?

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Este es uno de los trabajos ganadores o finalistas del II Concurso de Redacción Periodística para Jóvenes de National Geographic España y RBA Libros, dedicado a los océanos. Aquí podéis consultar la lista completa de los trabajos premiados y seleccionados por el jurado.