Cuando la fotógrafa Mandy Barker regresó a la playa inglesa en la que de niña recogía conchas, se encontró con una sillita de coche para niños y una nevera entre montones de desechos plásticos. También advirtió cierta indiferencia: le pareció que la gente no se inmutaba al ver una playa cubierta de basura.

Así que modificó el contexto: recogió los residuos y los fotografió sobre un fondo neutro. "Quería crear algo que llamase la atención".

Aquel impulso se ha traducido en una serie de proyectos fotográficos que ponen de manifiesto la omnipresencia del plástico, y su alcance: por ejemplo, cómo unos cartuchos de impresora que cayeron de la bodega de carga de un buque en pleno Atlántico terminaron recalando en playas de África o de Noruega. O cómo los tapones de algunos de los miles de millones de las botellas de plástico que se fabrican cada año terminan en playas –e intestinos de aves– de todo el mundo. Para mostrarlo, reunió una colección planetaria con ayuda de voluntarios internacionales.

La fotógrafa idea sus proyectos en colaboración con expertos en ciencias del mar. Las fotos "dan voz visual a la ciencia", dice, al comunicar el enorme impacto del plástico sobre la naturaleza. Barker siente un escalofrío al pensar que ya no queda en nuestro planeta una sola región libre de plásticos, "de los polos al ecuador, de la superficie del mar al fondo oceánico", y quiere que el resto de nosotros sintamos lo mismo.