Peces que pescan con un señuelo luminoso y otras curiosidades de animales de las profundidades

Calamares que sobreviven prácticamente sin oxígeno, peces que usan la bioluminiscencia para capturar presas... Son algunos ejemplos de las increíbles criaturas que prosperan en los fondos oceánicos. He aquí algunos ejemplos.

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Sergi Alcalde National Geographic
Sergi Alcalde

Periodista especializado en ciencia, sociedad y medio ambiente

¿Cuál es el lugar más oscuro del mundo? Algunos lectores responderán que una cueva o el espacio exterior. Pero probablemente se trate de las profundidades del océano, donde la masa de agua no deja pasar ni una partícula de luz. Sin embargo, aunque parezca mentira, la vida se abre paso incluso en el punto más profundo de la Tierra: el abismo Challenger, situado a unos 11.000 metros bajo el nivel del mar. He aquí algunos ejemplos de esas especies habituadas a los abismos oceánicos.

Calamar vampiro

Ilustración: Monterey Bay Acuarium Research Institute

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Calamar vampiro

Este pequeño cefalópodo de nombre científico (Vampyroteuthis infernatis), habita en aguas profundas océanos templados y tropicales, en a entre los 600 y los 900 metros, aunque es capaz de sumergirse incluso más. Se trata de zonas llamadas epipelágicas (las menos profundas dentro del piélago), pero estas criaturas deben lidiar con un enemigo peor que la ausencia de luz solar: el oxígeno escaso. Los calamares vampiro viven en zonas denominadas ‘de mínimo oxígeno (OMZ)’, donde la saturación es demasiado baja para que funcione el metabolismo de cualquier organismo complejo que se precie. Aun así, puede vivir todo su ciclo vital en zonas con menos de 3% de oxígeno. Una posible explicación, según los científicos, puede ser la alta concentración de hemoglobina, lo que ayuda a estas criaturas de las profundidades a aprovechar hasta la última gota de oxígeno que pueden capturar. Otra curiosidad de estos cefalópodos abisales es su habilidad para escapar de los depredadores. Lo hacen lanzando un chorro de luz a través de un apéndice, un destello que aturde a sus potenciales depredadores, y le da tiempo para escabullirse entre la oscuridad. 

Pez dragón

Foto: DitigalFishLibrary

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Pez dragón

El pez dragón (Stomias boa), es una de las criaturas más singulares de las profundidades. Aunque se trata de un pez, se parece más a una serpiente. No supera los 30 centímetros de longitud, pero su aspecto es aterrador. Su cuerpo es muy alargado, con la cabeza y el ojo muy pequeño, pero los dientes muy largos y finos, lo que le permite alimentarse sin problema de cualquier tipo de pequeño crustáceo que pueda encontrar en su camino. Tiene unas mandíbulas prominentes, y muy desproporcionadas en relación con el resto del cuerpo. Ello les permite engullir criaturas mucho mayores, pero a un alto precio: nunca pueden cerrarlas del todo. Igual que sucede con otras especies de profundidades, tiene un largo apéndice, en este caso en la barbilla, que le sirve de señuelo luminoso para atraer a sus presas. Vive entre los 200 y 1.500 metros de profundidad en los mares de todo el mundo, aunque es más frecuente en la costa atlántica de América del Norte. 

Lasiognathus dinema 

Foto: Tracey Sutton, Nova Southeast University

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"Lasiognathus dinema"

Este pez es conocido en inglés como 'pez diablo', y no es para menos, pues Lasiognathus dinema seguramente se cuenta entre las criaturas de aspecto más demoníaco. Se trata de un pez lophiiforme, el orden al que pertenecen los rapes, que fue descubierto en 2015 en aguas del norte de México. Lo bautizaron como ‘dinema’, por el prefijo griego di (dos) y nema (hilo), en alusión a dos prolongaciones alargadas filiformes que tienen-  Sobrevive a profundidades de entre 1.000 y 1.500 metros. Mide entre 2 y 10 centímetros de largo, pero, como muchos otros peces pescadores, tienen un apéndice en la cabeza del que se desprenden un fotóforo bioluminiscente que utiliza como anzuelo, como si de una caña de pescar se tratase. Generan bioluminiscencia mezclando oxígeno y luciferasa, una proteína que brilla en la oscuridad. 

Calamar vampiro

Foto: Museo de Historia Natural

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Diablo negro

Sin dejar el infierno de los peces, nos topamos con otro maestro ‘endemoniado’. Se trata de Melanocetus johnsonii, un pez abisal que prospera a entre los 2.000 y 4.000 metros de profundidad al que se conoce con el sobrenombre de ‘diablo negro’. No es para menos, pues es completamente oscuro. Que no os engañe su aspecto flácido, pues su piel es especialmente hidrodinámica, lo que le permite nadar a gran velocidad y ‘escabullirse’ en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, si por algo son famosas estas extrañas criaturas es precisamente por lo contario: tienen la habilidad de permanecer totalmente quietos en el agua, aunque sin hundirse, haciéndose el muerto pasan desapercibidos ante posibles depredadores. Aunque quizá su característica más destacada es la diferencia de tamaño -y de función- entre machos y hembras. Igual que sucede en otras especies abisales, los machos son, literalmente, parásitos de las hembras. Se unen a estas y se funden con su organismo. El macho se alimenta literalmente de la hembra a cambio de llevar a cabo una única función: producir esperma. 

Pez víbora

Foto: Istock

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Pez víbora

Los peces víbora (Chauliodus spp.), habitantes de pueden alcanzar profundidades de hasta 4.000 metros. Son unos depredadores feroces provistos de unos enormes colmillos, que nunca puede cerrarse entre sí, con lo que, cuando cierra la boca, sobresalen por la parte delantera. Además, cuentan con un cuello flexible que les permite doblar la cabeza hacia atrás, lo que les da un aire todavía más terrorífico. Los dientes llegan a la altura de los ojos, lo que les permite no dejar escapar a ninguna presa, aunque a veces sea a un precio demasiado alto: si calculan mal la mordida, pueden clavarse su propia dentadura, lo que puede ser letal. 

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