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Parásitos, unos invitados indeseados
Protozoos, gusanos microscópicos, ácaros… incluso avispas o pequeños peces. Son parásitos que buscan el punto débil de sus hospedadores para vivir de ellos. En ocasiones causan estragos irreparables… Otras veces ni nos damos cuenta de su existencia.
Actualizado a
Sergi Alcalde
Periodista especializado en ciencia, sociedad y medio ambiente
El joven Sebastian Deleon tenía solo 16 años cuando se enfrentó a una grave infección que pudo acabar con su vida. Su única imprudencia había sido bañarse en un estanque mientras disfrutaba con su familia de unas vacaciones en Orlando. Al aspirar accidentalmente agua por la nariz, una ameba comecerebros (Naegleria fowleri) un protozoo parásito que suele encontrarse en lagos, ríos o estanques a temperaturas elevadas, se introdujo en su organismo. Deleon pudo contarlo, pero más del 95% de los infectados por este protozoo han fallecido, algo parecido a lo que sucede con el parásito responsable de la malaria, que entra en el cuerpo humano tras la picadura de un mosquito. Los parásitos forman parte de nuestro mundo desde mucho antes que nosotros, y no todos ellos son organismos microscópicos. Gusanos, avispas, incluso peces se aprovechan de alguna debilidad de un potencial hospedador para introducirse en su organismo del que depende para sobrevivir.
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Plasmodio
El patógeno responsable de la malaria es un protozoo perteneciente al filo Apicomplexa que entra en el cuerpo humano a través de la picadura de un mosquito. Se desplaza hasta el hígado a través del torrente sanguíneo, y desde allí se multiplica en otros organismos de forma ovalada, que salen del hígado en busca de glóbulos rojos en los que multiplicarse. Una vez en su interior se alimenta de hemoglobina, la molécula que transporta el oxígeno que estas células obtienen de los pulmones. Al consumir esta sustancia, el parásito es capaz de obtener la energía suficiente como para dividirse en hasta 16 versiones de sí mismo, dando lugar a una multitud de nuevos individuos en busca de nuevas células que invadir. No saben nadar, pero pueden deslizarse por las paredes de los vasos sanguíneos. Una vez que se fija a una célula, se aferra a ella y va reorientándose hasta que la parte donde está la cabeza entra en contacto con la membrana del glóbulo rojo, se prepara para invadirlo. Por desgracia para los humanos, estos organismos han aprendido a protegerse de un componente de la sangre que les resulta letal: el hierro, incluso convierten a los glóbulos rojos, prácticamente carentes de metabolismo, en una suerte de células metabólicas que les procurarán del alimento suficiente para vivir.
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Trichinella
Al igual que sucede con el patógeno causante de la malaria, estos parásitos también modifican, en cierta medida, a sus hospedadores. Lo más llamativo es que se trata de un organismo multicelular que penetra y distorsiona el interior de las células. Al principio los científicos que estudiaban estos gusanos nematodos pensaban que vivían en el interior de las fibras musculares atrofiadas que infectan, pero pronto se dieron cuenta de que la infección se trataba en realidad de un paso intermedio. Estaban demoliendo las células para reconstruirlas después. Su objetivo: fabricar proteínas que convertirán a estas células inservibles en un lugar idóneo para vivir. Los científicos pensaban que este tipo de control genético era exclusivo de los virus, que usan el ADN de los hospedadores para fabricar copias de sí mismos. El ejemplo de Trichillena sirvió para demostrar que existen otros organismos, algunos de ellos pluricelulares, con capacidad para modificar el ADN de la víctima y satisface así las necesidades del intruso. El parásito Trichinella convierte la célula muscular en una placenta y fuerza al ADN de la célula a producir colágeno, que sirve al parásito como molde para la fabricación de una red de capilares que le aportan la nutrición necesaria para que el gusano prospere sin problemas.
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Tenias
Entre los parásitos más conocidos se encuentra otro gusano, aunque en este caso perteneciente al filo de los platelmintos. Se trata de las famosas tenias, o solitarias. Llevan unos 400 millones de años viviendo en la tierra, y han sobrevivido a 4 grandes extinciones en masa, la más reciente hace 65 millones de años, la misma que acabó con los dinosaurios, a los que muy probablemente también infectaron. A lo largo de los últimos millones de años han descubierto otro hospedador: el ser humano, al que puede llegar a causar dos enfermedades parasitarias: las intestinales están causadas por ejemplares adultos de T. solium, T. saginata y T. asiatica. Pero la afección más peligrosa es la provocada por el estadio larvario, causante de un quiste que puede provocar serios daños en el caso de que el órgano infectado sea de vital importancia, como es el caso del cerebro
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Avispas parasitarias
Entre los insectos parasitarios más eficaces se cuentan estas avispas que viven literalmente de las orugas. Su modus vivendi parece extraído directamente de una película de terror, y no es para menos, teniendo en cuenta la manera con la que tratan a sus víctimas: se posan sobre sus víctimas e introducen su aguijón en la zona blanda que tienen entre las placas del exoesqueleto. Cuando los huevos eclosionan, las larvas emergen en el interior de la cavidad de la víctima. Se alimentan de su sangre, aunque a veces también de su carne, pero nunca las matan, pues es necesario seguir manteniéndola viva todo el tiempo que las avispas necesitan para desarrollarse. Al cabo de unos días o semanas, las larvas emergen del cuerpo del hospedador, construyéndose ellas mismas unos capullos alrededor del cuerpo de la oruga (en la foto). Cuando maduren, las avispas adultas se marcharán volando... Solo entonces la oruga podrá morir tranquila.
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Pez candirú
La gran mayoría de los parásitos son invertebrados, como es el caso de los citados anteriormente. Son muy raros los ejemplos de conductas parasitarias entre el reto de vertebrados, aunque no imposibles. Es el caso del candirú, un pececillo de cuerpo delgado que habita en la cuenca del Amazonas y que se ha ganado la fama de atacar a personas que orinaban en la orilla del río o de un lago. Las tribus amazónicas creen que actúa guiado por el olor de la orina y se introduce en su hospedador a través del pene o la vagina hasta instalarse en la uretra, donde suele encontrar un cobijo permanente. De todos modos, cabe destacar que la probabilidad de ser atacado por este parásito es relativamente pequeña, habida cuenta que en la gran mayoría de los casos esta especie parasita otros peces, en el interior de los cuales se abre camino por debajo de sus branquias y sorbiendo su sangre. Por si acaso, muchas tribus indígenas que pueblan la cuenca amazónica se muestran muy cautelosas a la hora de introducirse en el agua. Nunca está de más tomar precauciones.