El pasado 25 de julio, el Servicio de Parques y Vida Salvaje de Australia recibió un aviso: casi 100 ballenas piloto, también conocidas como calderones, habían quedado varadas a 150 metros de Cheynes Beach. Inmediatamente, un equipo de expertos se dirigió a la zona para tratar de trasladar a los ejemplares en peligro hacia aguas profundas. Lamentablemente, a pesar del esfuerzo de los equipos, 51 de las ballenas murieron, mientras que las restantes volvieron a quedar varadas en la costa, por lo que los veterinarios decidieron ayudarles a morir para evitar un mayor sufrimiento.