En la mayoría de los animales acuáticos, nos cuenta Victoria de Andrés, profesora titular del Departamento de Biología Animal de la Universidad de Málaga, la fecundación se realiza de forma externa. En los océanos, ríos y lagos, los óvulos liberados por las hembras flotan en un medio donde tendrán la posibilidad de ser fecundados por los pequeños espermatozoides. «Gracias a su flagelo terminal, que baten igual que Indiana Jones su látigo, pueden propulsarse en un medio fluido y denso como es el agua», dice De Andrés. Pero el vertido de gametos al medio es un proceso poco seguro. «Las probabilidades de que se alcance el objetivo final y se produzca la fecundación son muy escasas, del mismo modo que hay pocas probabilidades de que los embriones lleguen a buen término», explica la bióloga. Por ello, estos animales producen una gran cantidad de gametos, ya que muy pocos conseguirán prosperar.
Pero la evolución, ¡oh, maravilla!, propició la aparición de los apéndices copuladores, lo que conllevó una mayor eficiencia en la reproducción, añade De Andrés. De forma excepcional, unos pocos animales acuáticos adoptaron esta línea evolutiva, entre ellos los elasmobranquios, subclase que incluye a las rayas y los tiburones. «Su apéndice copulador, llamado pterigópodo o clásper, es realmente asombroso», afirma De Andrés. En algunas especies el tamaño es formidable, de hasta un tercio la longitud del cuerpo. Además, no necesita ninguna estimulación previa para mantenerse erecto, pues estos animales disponen de un sistema esquelético que mantiene el apéndice en rigidez constante. Y, por si eso no fuera suficiente para impresionar a las tiburonas, ellos no tienen un órgano copulador: tienen dos. Si uno falla, tienen otro de repuesto.
OTROS DATOS
Los machos de la subclase de los elasmobranquios, unos peces cartilaginosos entre los que se hallan tiburones, rayas, angelotes y peces sierra, ostentan un pterigópodo cilíndrico que alberga un órgano subcutáneo, denominado sifón. Este, antes de culminar el apareamiento, se contrae y succiona agua para después expulsarla junto con el esperma en la cloaca de la hembra.
Este artículo pertenece al número de Enero de 2023 de la revista National Geographic.